El chico de Rosario

Por: Sabrina
Cuenca (Ecuador)

En la era actual, donde la tecnología juega un papel muy importante en las relaciones interpersonales, cada vez es más frecuente conocer gente por internet, utilizando diversas aplicaciones que funcionan de una u otra manera. Hay una en particular que fue pionera hace unos 10 años y la utilizaba de manera frecuente buscando conocer gente interesante. Luego de chequear y escribir con uno u otro chico que no llenaba mis expectativas, a priori de manera física, aparece como “gente nueva y alrededor” un hombre entre 30 a 35 años, argentino, con melena ondulada, super atractivo para mi gusto, pues aún más tenía barba y pelo en pecho. Hasta ahí estaba 10/10 pero había algo más en ese hombre de mirada segura y a su vez sincera que mostraba libertad en las fotografías que publicaba en su perfil. Pero ¿podríamos conectar?; y sí, antes no había “match”, se utilizaba el término “conectar”, y con él, conectamos. Escribimos por largo tiempo, hasta que decidimos conocernos personalmente. Recuerdo que el lugar indicado, en el que nadie se pierde, fue el Parque Calderón.

Pues bien, llegue al lugar y observe acercarse un hombre menudo, pero con brazos fornidos, seguramente era asistente frecuente del gimnasio, con su juventud a flor de piel, contemporáneos, divertido, y con estilo hippie, ¡ufff!, para mí en ese momento un sueño, ya que tenía el perfil de un chico motivante para mis sentidos y que hacía que mis niveles de dopamina se eleven como los cuetes que se lanzan en las fiestas de Cuenca. Algo muy importante que resaltar, él fue el primer extranjero que conocí, ya que quería vivir algo nuevo y diferente. Ya hablaremos de nuestros hombres cuencanos y de provincia que tienen sus particularidades.

No les alargo la historia, ¡mí historia!, pues es super interesante la de él. Con sus dos amigos emprendieron un viaje desde Rosario para recorrer la América Latina un auto Ford Taurus del 92. Luego de varios meses de planificar todo lo que conlleva trasladarse y permanecer en diferentes lugares por un tiempo proyectado de un año, partieron con la incertidumbre de lo que podía pasar a mediano plazo, pero las ganas de salir de la rutina y vivir una experiencia, que puede pasar talvez una sola vez en la vida, los hizo arriesgarse, ¡eran tres!, eran compañía. Su camino empezó por Chile, pasaron por Bolivia, se maravillaron con Perú, especialmente con Cusco y amaron Ecuador, donde hicieron su base en Cuenca. Se sentían seguros, cómodos y a gusto con el estilo de la ciudad que sintonizaba con la de ellos. Para él, así como para sus amigos, fue un año sabático, pues mi chico con su estilo “rompecorazones ” era abogado en su tierra como sus amigos con diferentes profesiones; ¿y porqué señalo esto?, porque en aventuras como estas, el dinero siempre era justo, haciendo que el viaje tenga más dificultades que enfrentar. Por esta razón, en los lugares que llegaban, buscaban trabajos eventuales, por lo general visitaban dos o tres ciudades de cada país y su tiempo estimado de estadía era un mes. Cuando llegaron a Cuenca como “extranjeros” tuvieron cabida en bares y restaurantes como asistentes de cocina o meseros.

Viene lo “sugestivo”: luego de nuestro click inmediato en el parque, iniciamos una “relación”, nada seria, muy libre, con muchas ganas de vernos. Fueron unas semanas llenas de buenos momentos, noches interminables de vino de cartón, conversaciones generosas y amplias que desarmaban el esquema pueblerino de ciertos temas en mí. Empecé a conocer lugares por medio de sus ojos, que hermoso fue, y claro, era “edad de merecer”, noches interminables de cálido sexo con música de fondo. Recuerdo que el maestro Sabina se hizo presente, y desde ahí llego para quedarse, Sabina….Sabina .

Después de varias semanas de tertulia y desayunos nostálgicos, luego de escuchar el uno del otro y que fue de gran ayuda emocional mutua, mi chico “el rompecorazones” tenía que seguir su rumbo…nuevo destino Colombia.

Fue durísimo tener que despedirme de él, me empecé a encariñar más de la cuenta, aunque sabía desde el principio que él no se iba a quedar de largo. Talvez nuestra esencia de mujeres hace que nuestro corazón sea más “sensible” a los actos de amor, lo que finalmente termina complicándonos y nos hace sufrir. Nuestro “hasta pronto” fue donde nos conocimos, en el Parque Calderón. El me esperaba como “novio de pueblo”, ¡muy bien arreglado, impecable, hermoso!,, y yo también quería que me recuerde de buena manera, así que me alisté y salí a su encuentro. Recuerdo que me regalo un colgante para que lo recuerde y yo le di una camiseta negra con el estampado de la catedral. Le pedí que me prometiera que, al volver desde Colombia para seguir a su país, pasara y me saludara, y lo prometió y lo cumplió.

Regreso al año de lo que se fue, me escribió un sábado que había llegado y quería despedirse para seguir su camino…me hizo muy feliz el saber que tuvo esa intención y que no se olvidó de mí. Esa noche nos vimos en mi departamento con más amigos, fue divertido nos abrazamos tanto, y tuve la oportunidad de preguntarle ¿por qué un año en Colombia?, ¿porque se alargó tanto su estadía en ese país?, Y es así, uno por lo general está listo para preguntar, pero no para escuchar la respuesta. Me contó que conoció a una chica meses después de estar en Ecuador y que se enamoró de ella, ¡uff! me rompió el corazón, ese instante me cayó un baldazo de agua fría. Claro, para ese momento habían terminado. Fue muy sincero conmigo, creo que eso nos unió desde que nos conocimos, el ser francos pues nadie tenía nada que perder, sabíamos que esta experiencia nos iba hacer crecer. Esa noche fue la última que volvimos a sentirnos y a demostrarnos lo importante que fuimos el uno para el otro. Al día siguiente nos despedimos, pero ya no era lo mismo que la primera vez, fue claro que el tiempo pasó y las cosas cambiaron. La distancia nos alejó, pero estoy segura de que el chico de Rosario me recordará como una más de sus historias, así como él es uno más de las mías, pero libre, sincera y apasionante.

Mi aprendizaje fue bárbaro, aprendí que no te puedes enamorar de una persona que está de paso ya que cada uno tiene su objetivo y el de ellos por lo general es seguir. Que hay un mundo afuera por explorar y personas llenas de vivencias y criterios diferentes a los míos que puedo escuchar, conocer y aprender. Que es delicioso estar con una persona que te atrae físicamente, pero mentalmente es de otro planeta. Cuando me acuerdo de él siempre lo hago con una canción de este señor Sabina que dice en una de sus estrofas: “…y cuando vuelves hay fiesta en la cocina y bailes sin orquesta y ramos de rosas con espinas…, pero dos no es igual a uno más uno y el lunes al café del desayuno vuelve la guerra fría”.

Así no más se acabó esta historia, que al recordarla ha hecho una catarsis en mí.

¿Qué piensan de los amores de paso?

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