Un blues para Roberto de Aminta Buenaño
Por: Iván Petroff, PhD
Universidad de Cuenca (Ecuador)
Un blues para Roberto es la última publicación de Aminta Buenaño con el sello El Angel editor, julio 2022.
Aminta no tiene siquiera un lejano presentimiento de que Roberto, el amor de su vida, en muy poco, poquísimo tiempo estaría entubado y en una sala de cuidados intensivos. El golpe es indescriptible, los pensamientos se vuelcan hasta provocar la imagen de una televisión dañada. Una hecatombe que suscita una confusión total. El monstruo silencioso y casi perpetuo en nuestras vidas ha herido de muerte a tantos seres queridos, amigos, compañeros de trabajo, amantes, famosos. Todo lo demás huele a cal y ceniza, tiene el sabor de los árboles quemados. El telón de escena se ha cerrado de pronto, como un rayo que nos ciega. Un estruendo sordo que se pierde por la garganta comprimida del grito. Una vez más la escritura nos muestra su brazo para que el agua de la lágrima vaya siendo de a poco ese largo camino no abierto de transitar por el duelo de su fonética.
Aminta asume el dolor con la armadura del lenguaje. Escoge sus mejores armas para iniciar la batalla. Una lucha cuerpo a cuerpo con las palabras, sabiendo de antemano que triunfará blandiendo el escudo de su amor y de su vocación profunda como escriba. Parte del acontecimiento de la muerte en el contexto de la pandemia, de una peste que nadie convocó pero que asoma como dios de la catástrofe con su humor negro y su inocente vestidura. El relato toma impulso, la narración se vuelve tan vigorosa que en adelante no tendremos sino el descanso cuando el padre de Roberto descansa en esas horas de sopor que provocan las tardes costeñas.
Un lector de los buenos, empedernido se podría decir. El deseo marcado en las sienes por disfrutar de la lectura y finalmente rumiar con placer tantos personajes, tantos anómicos o existencialistas que pasan por la pantalla de sus ojos. Un médico siquiatra que labró su profesión para contrarrestar el fervor de su padre para que su hijo mayor fuera el sanador de cuerpos. En este caso, Roberto es un sanador de almas, sobre todo de esos espíritus dolientes y estrávicos que necesitan el afecto que la vida les ha anegado. Pero es el abuelo el que influye en su amor y pasión por los libros
“Al viejo abuelo Pepe, que era muy sagaz y más astuto que un zorro, no se le había pasado por alto el delirio de su nieto por las lecturas, ni la frágil sombra que se perfilaba tras las ranuras de las puertas y muchas veces, como al descuido, dejaba abierto sobre su escritorio algún libro gordo de Charles Dickens, Julio Verne o Robert Louis Stevenson”
La historia del protagonista se va haciendo de recuerdos y vivencias desde la anécdota hasta la recuperación de un supuesto tiempo perdido. Los hechos políticos, los partidos de izquierda, el contexto de la lucha revolucionaria, o la adolescencia, los Beatles, el jazz y mayo del 69, cuando la juventud en París hace temblar al mundo y da a conocer su manifiesto
“En su adolescencia amó a los Beatles, con pasión, los amó tanto que se sabía sus canciones de memoria y siempre las estaba silbando y tarareando por las calles, creaba nuevas canciones a partir de la música original de los Beatles, dibujaba la figura de la banda casi de memoria y hasta sacó un sello con el rostro del grupo que usaría en todos sus libros como una firma de identidad y reproduciría en las paredes de su cuarto y sobre su propia frente durante semanas en una especie de manía obsesiva compulsiva que alarmó a sus padres que tuvieron que acudir donde un psicólogo”.
El signo de Roberto es de agua y como yo siempre ha navegado en aguas turbulentas, pero pacíficas algo así como el oxímoron que marca a los piscis, un símbolo de contradicción cuando interpretamos los peces que van en sentido opuesto. Roberto es de los nuestros: desprendido, buena gente, idealista, soñador, con un pie en la tierra
“Tu abuelo nació un miércoles 2 de marzo bajo el signo de piscis, cuyo elemento es el agua. Era una noche extraña de invierno, llovía torrencialmente sobre Guayaquil y se anegaban las calles estrechas, corrientes de agua furiosas buscaban por donde desembocar tanto líquido desmedido que se filtraba en las casas porosas como esponja. La ciudad navegaba como un barquito perdido en una tormenta. La lluvia como un tambor retumbaba feroz sobre los techos de aluminio como si se fuera a desbaratar el mundo. Los perros callejeros nadaban desesperados buscando refugio y la gente aterrada se dirigía a su domicilio apurada, porque no solo caía un diluvio infernal como nunca se había visto, como si Dios quisiera castigar a la ciudad por sus múltiples pecados, sino que venía con retumbes de truenos y relámpagos como si estallara el cielo.”
Una marca de agua que comparten la lluvia, los relámpagos y el trueno. Parte de los elementos que diseñan el contexto del nacimiento del protagonista en una clara intención de ir contrastando con la personalidad tranquila, de lentos ritmos de Roberto que transita por la vida con el temple de los caminantes serenos, sabios y decididos por una causa. La narradora lo define como un seguidor de la antisiquiatría, un atento seguidor de Foucault y Cooper cuando se plantea el tema de las cárceles y los manicomios y la misma escuela como formas de encierro y control del estado para no tener la preocupación de quienes atenten contra el poder. Si alguien se siente un árbol o cree ser un águila, déjalo que cumpla con su sueño, no lo encierres por decir que está fuera de toda lógica y que la esquizofrenia ha de ser castigada con el encierro y el aislamiento.
Relato que nos permite volver sobre tantos recuerdos de generación la universidad la música de Víctor Jara o los Intillimani, la protesta estudiantil, el contexto político del Ecuador y sobre todo del litoral. El amor, desde una perspectiva diferente, una estructura narrativa que surgiendo de la peste y la pandemia, corre diáfana sobre el símbolo del agua y la pasión por la literatura y los libros, la poesía y los ideales a fuego lento, los amigos y los grupos literarios, la familia y sus ancestros. Una sintaxis, una arquitectura que nos permite inferir un lenguaje singular, un trabajo desde el dolor, el amor y la palabra, porque ella nos salva nos vuelve por los incansables pasadizos de la imaginación y nos comprometen, finalmente con la vida a sabiendas que sin la muerte no es posible ver la síntesis de los senderos recorridos entre las diferentes realidades posibles e imposibles de decirlas con nuevos lenguajes.