Puebla de Zaragoza: Pueblo Mágico del Mundo
Por: Mgs. María Eugenia Torres Sarmiento
Comunicadora Social y Gestora Cultural del Cañar (Ecuador)

Historia, cultura y tradición
El tan sólo vivir en un espacio físico y geográfico, no garantiza la posibilidad de conocer la identidad de los pueblos, porque en muchos de ellos, a pesar de que sus transeúntes caminan incesantemente en medio de él, su historia, tradición y cultura, pasan inadvertidos, sus elementos importantes como su identidad, su cultura, sus tradiciones, su idiosincrasia y su religiosidad no trascienden en la memoria.
Pero existe también aquel grupo humano, que tan sólo con visitarla pocos días y horas, perciben lo esencial, y se llevan lo fascinante de un mundo en donde todavía se conserva, se preserva y se cuida una historia, se mantiene sus tradiciones y se vive una cultura a través de las diferentes manifestaciones, que no solo hace honor a su denominación, sino lo convierte en un hito. Un ejemplo de ello lo constituyó Sor. Juana Inés de la Cruz, religiosa mexicana, erudita, autodidacta que desafió los privilegios de los hombres y se convirtió en una de las escritoras más prolíficas del siglo XVII, aportando hoy con el impulso de las mujeres mexicanas en los diferentes quehaceres del convivir, uno de ellos la educación y la lírica.

En el México del siglo XVII, entonces conocido como Nueva España, el acceso a la educación y la curiosidad por el aprendizaje eran dos aspectos celosamente reservados y guardados por el clero masculino que, una vez más, excluía a las mujeres. Mucho antes de la lucha de clases y de los derechos universales, una mujer, religiosa, Sor Juana Inés de la Cruz, eligió desafiar esta situación de desigualdad y lo hizo con las mismas armas: la educación, la erudición y la escritura.
Fue la figura literaria novohispana, al punto de haber sido llamada la “Décima Musa” por sus contemporáneos. El dilecto literario cubano, Lezama Lima comentó: “Es la primera vez que en el idioma una figura americana ocupa un lugar de primacía”. Dejó una huella indeleble no sólo por la excelencia de su obra, sino por haber vencido, al menos hasta cierto punto, los límites impuestos a las mujeres en el complejo período colonial”. Dicho período estuvo signado por un orden estamental con amplias desigualdades, que provocó diversas rebeliones indígenas en tiempos de Sor Juana.
Tuvo un importante desarrollo en la lírica, la dramaturgia y la prosa. Utilizó magistralmente recursos como silogismos y retruécanos, y su obra brilló por la versificación, el hipérbaton y las alusiones mitológicas. Estas alusiones no se limitaban al universo occidental, sino que Sor Juana Inés de la Cruz incorporó la riqueza cultural de una sociedad transida por la yuxtaposición de culturas. Así, sor Juana Inés representó también el universo indígena americano en sus obras. Su trabajo tuvo siempre un estilo aleccionador sobre los más diversos asuntos existenciales que, desde la mirada barroca, se expresaban en tópicos como el tempo fugit, el carpe diem, el “desengaño” barroco y el triunfo del intelecto sobre la apariencia.
Y es así que la memoria material e inmaterial de Puebla, “Pueblo Mágico” del Distrito de México, constituye un atractivo, que cautiva a quien la visita. Su historia llena de largas narraciones describe a la Puebla de Zaragoza, la capital del estado mexicano, al sur del país. El estado de Puebla limita con Veracruz, Oaxaca, Guerrero, Hidalgo, y ciudad de México. Conocida por su historia culinaria, la arquitectura colonial y las cerámicas. La cerámica pintada de Talavera que adorna varios edificios es elaborada localmente. La Catedral de Puebla, de la época renacentista, tiene campanarios altos y se yergue frente a la plaza central, el Zócalo. El Museo Amparo ofrece grandes exhibiciones de arte prehispánico, como cerámicas y fragmentos de murales.
La historia narra sobre una Puebla de los Ángeles, porque cuenta la leyenda que fue exactamente trazada por ángeles, -la misma que fue-, la segunda ciudad en importancia de la Nueva España en la época colonial, su Centro Histórico nos muestra actualmente con orgullo su vasto catálogo de inmuebles y sitios relevantes, tanto por los hechos acontecidos en ellos como por su valor arquitectónico, expresado en estilos tan diversos como el plateresco, el manierista, el barroco, el neoclásico y los eclecticismos propios de los siglos XIX y XX, incluyendo al movimiento moderno.

La original traza física y espacial de la ciudad de Puebla, se conserva inalterada en sus volúmenes. Fundada ex nihilo en 1531, está situada a unos 100 km al este de la Ciudad de México, al pie del volcán Popocatépetl. Ha conservado sus grandes estructuras religiosas, como la catedral de los siglos XVI y XVII y hermosos edificios como el antiguo palacio arzobispal, así como una gran cantidad de casas con paredes cubiertas de azulejos (azulejos). Los nuevos conceptos estéticos resultantes de la fusión de los estilos europeo y americano fueron adoptados localmente y son propios del barrio barroco de Puebla.

La restauración de edificios individuales data de la década de 1940 cuando se proporcionaron fondos del sector privado para la restauración de la Catedral. A mediados de siglo, el gobierno apoyó la restauración de la fachada de la Iglesia del Carmen. Desde la década de 1970, la protección y restauración del patrimonio se ha llevado a cabo de manera más organizada con regulaciones adicionales y programas gubernamentales tanto a nivel estatal como local. La legislación específica se encuentra en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, Ley General de Asentamientos Humanos, Constitución Política del Estado de Puebla, Ley de Desarrollo Urbano del Estado de Puebla y Ley Orgánica Municipal. La ciudad está protegida a través de la “Ley de protección y conservación de los pueblos típicos y bellezas naturales del Estado de Puebla”.
El fascinante centro de la ciudad está lleno de edificios históricos, que incluyen mansiones coloniales elegantes, la catedral de Puebla, del siglo XVI, en la plaza arbolada conocida como el Zócalo, y la Biblioteca Palafoxiana, que data de 1646. Los restaurantes de lujo sirven el plato insignia de la ciudad, mole poblano, y en el mercado el Parián y las tiendas y los puestos alrededor de la calle artística Los Sapos se venden artesanías. El Museo Amparo exhibe arte del período prehispánico al contemporáneo.
Los chapulines de Cholula

Conocido por combinar la historia viva de un pueblo prehispánico con la riqueza arquitectónica y cultural de las construcciones coloniales. La imagen icónica de este Pueblo Mágico son sus tradiciones. Recuerdo “que sólo en Cholula pude ver los chapulines, unos pequeños insectos comestibles, que no pude dejar de verlos durante varios minutos, mi asombro fue grande, al punto de probarlos”, y eso –también fue mágico-. Según la historia, los grillos, chapulines y langostas, no sólo se han comido en México, sino en muy diversas culturas. Por ejemplo, se sabe que Moisés incluía a los saltamontes entre los animales cuya carne podían comer los hebreos, no así la de cerdo.
Otro de los atractivos, “La Iglesia de los Remedios”, que domina el paisaje desde lo más alto de lo que fue la Gran Pirámide prehispánica. En Cholula, muchos feligreses visitan a Nuestra Señora de los Remedios, una estatuilla que la tradición dice que trajo a Mesoamérica Juan Rodríguez de Villafuerte –un soldado de Hernán Cortés– y que la colocó en algún sitio del Templo Mayor de los mexicas.

La Gran Pirámide de Cholula o Tlachihualtépetl es el basamento piramidal más grande del mundo con 450 metros por lado. Es el sitio arqueológico más grande de una pirámide en el Nuevo Mundo, así como la pirámide más grande que existe en el mundo hoy en día.
Y así de importante también lo son lugares como: Atlixco, Chignahuapan, Cuetzalan, Huauchinango, Pahuatlán, Tetela de Ocampo y Tlatlauquitepec, cada uno con sus características culturales marcadas, que hacen de estos pueblos un encanto.