La ruta del esnobismo

Por: América Belén Viejó
Lcda. en Educación, Cuenca (Ecuador)

Es sabido que el ser humano necesita pertenecer a un lugar o formar parte de algo que le genere sentido y valor individual. Para lograrlo, se suele elegir alguna alternativa, por ejemplo, está la idea de anclarse a un determinado pensamiento (voluntario y crítico) y que en raras oportunidades llega a ser ejecutado. Pero también, existe la opción de adherirse a un grupo o situación por mera apariencia, y que ridículamente con el pasar del tiempo llega a convertirse en fanatismo. Curiosamente, esta última opción suele ser mayoritaria.

Pero ¿qué lleva a la gran mayoría seguir estos pasos? Seguramente, la gente dirá; el cambio histórico, la adaptación social, factores culturales, falta de identidad, etc. Otras personas lo confundirán con moda inofensiva, cuestiones de la edad, globalización, temporalidad y más. Sin embargo, en algún punto, este fenómeno ha pasado de alguna manera por nuestras vidas. Probablemente, formó parte de la exploración social pero más allá de esto, me atrevería a decir que fue y continúa siendo el resultado de la opresión social.

Si bien es cierto, ser esnobista es el reflejo de una realidad histórica que aunque claramente elitista; no significa que haya dejado de actualizarse. El tratar de encajar en el hoy, muchas veces conduce a las personas a decidir sin una autonomía y libertad real. Si dejamos atrás el asunto clásico de la moda o el arte, y pensamos en cuestiones estructurales como las luchas sociales, tales como: la igualdad de género, la sostenibilidad ambiental, las asociaciones de grupos animalistas o sindicatos de protección de derechos infantiles; podemos concluir que cada una de ellas, representa en su mayoría una clara intención de reivindicación y cambios que responden al llamamiento de justicia social.

A pesar de la importante coexistencia de estas manifestaciones sociales, lamentablemente existen dentro de sus propias captaciones miles de personas “involucradas” que actúan bajo un soporte totalmente ajeno a sus convicciones. En donde probablemente la elección haya sido voluntaria pero que en muchos casos se ha convertido en una obligatoriedad. Y no por el hecho de elegir vincularse a un determinado colectivo, sino por no generar el debido seguimiento al compromiso adquirido con esa lucha; a esto se suma, el peligro de minimizar los esfuerzos sociales, el desvincularse de un lugar por la desinformación mediática o incluso en algunos casos prestarse a la manipulación de intereses que lo único que hacen es irrumpir en estas luchas reales.

Es claro, que resulta complejo erradicar esta forma de esnobismo invisible, que además, se empeña en seleccionar permanentemente a las personas que ignoran este aspecto. No obstante, aproximarse a esta verdad es el inicio para realizar una introspección de nuestras actividades tanto personales como colectivas. Por tanto, resulta determinante reflexionar y hacer eco de ello para trabajar, fortalecer y repensar nuevas formas de transformación social en donde la gente que se sume a estos esfuerzos se quede por convicción.

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