Pobreza y educación
Por: Wilson Zapata Bustamante
Director de Ecuador Universitario
Actualmente persisten las diferencias de acceso a la educación primaria entre las áreas urbanas y las rurales, o entre mestizos, indígenas y afroecuatorianos. Actualmente, no todos los niños y niñas del Ecuador asisten a la escuela. En educación superior existen cientos de miles de jóvenes que se han quedado sin un cupo para el ingreso a las instituciones de educación superior públicas.
En pleno siglo XXI, con el grado de avance tecnológico que ha alcanzado la humanidad es inadmisible que siga existiendo pobreza y hambre en el país. La pobreza es la negación de la ciudadanía, pues no permite el ejercicio pleno de derechos. La desigualad y la pobreza son los principales obstáculos para alcanzar una sociedad justa y solidaria. Por ello, el Gobierno Nacional debe colocar estos problemas como centrales en su agenda.
Erradicar la pobreza significa remover sus raíces, eliminando por completo de la vida social. Esto solamente es posible, atacando las causas del empobrecimiento. La pobreza es principalmente un problema político, fruto de la desigualdad y de la existencia de estructuras sociales, políticas y económicas perversas que la reproducen y perpetúan. El sistema de desigualdad socioeconómica se refuerza constantemente por los procesos de exclusión social por género, etnia, edad o condición de discapacidad.
La educación tiene un camino fecundo por recorrer como fuente de bienestar del ser humano, pero necesita de un requisito imprescindible: El triunfo de la justicia social. Ella es un formidable instrumento del mejoramiento del ser humano y de la sociedad, pero utilizarla en toda su plenitud demanda que el hombre se libere primero de las trabas económico-sociales que las injustas relaciones de producción han impuesto en nuestro país.
Así, se podrá cumplir con la certera definición de Simón Bolívar en 1825, cuando dijo: ”Las naciones marchan hacia el término de su grandeza, con el mismo paso con que camina la educación”.
Luchar por engrandecer la educación en nuestro país es una vía más para la lucha de un Ecuador mejor, que aspira a la paz como necesidad primordial de su existencia.
Trabajar para ese mundo es concebir la cultura como elemento permanente de comunicación entre los hombres; concebir la educación como un medio de desarrollar una mentalidad y actitud constructivas, de crear en nuestros compatriotas la conciencia de aportar para su patria y la humanidad, al lado de los que aman y fundan frente a los que odian y deshacen.
Hay que situar a la educación en el lugar que le corresponde, utilizarla en sus infinitas posibilidades como el arma más poderosa del hombre para crear una ética, para forjar nuevos horizontes, para crear una conciencia, para crear un nuevo sentido del deber, de la organización, de la disciplina, de la responsabilidad, del perfeccionamiento constante del ser humano y como instrumento de transformación social.
Educarse y ser culto es el único modo de ser libre.