La sociedad de la desesperanza

Por: Jacqueline Murillo Garnica, PhD
Colombia

El incremento en las tasas de mortalidad materna temprana enciende las alarmas sobre la problemática que ha develado el documento de Medicina Legal y el Instituto Nacional de Salud, en Colombia. Entre enero de 2015 y julio de 2022, se han cometido 2.060 suicidios y 32.219 conatos de suicidio en niños, niñas y adolescentes Las cifras no pueden ser más abrumadoras.

Esta absurda realidad afecta la garantía plena de los derechos de la niñez y la adolescencia en el país, ha señalado en un comunicado, el Defensor del Pueblo. Los números revelan una realidad poco atendida en Colombia. En el primer semestre de este año, la suma llegó a 179 casos de suicidio sólo en menores entre 6 y 17 años; un 13% más alta si la comparamos con la registrada en el primer semestre del año pasado. Angélica Cuenca, secretaria ejecutiva de Alianza por la Niñez, recalca que es necesario un trabajo que vincule las distintas entidades y sectores: “Lo que nos deja ver este informe, es que se requiere con urgencia una atención de manera intersectorial, no es suficiente el trabajo desde el sector salud si este no se articula con lo que sucede al interior de las familias, las escuelas y los otros entornos donde se desarrollan las niñas y los niños”.

De acuerdo con la OMS, esta situación es un grave problema de salud pública, que se puede prevenir con ayudas a los adolescentes en desarrollar aptitudes sociales y emocionales. Un trabajo que requiere una simbiosis entre el núcleo familiar y la educación escolar, difícil en un país como Colombia, en que la educación está a espaldas de la realidad. Al develar un informe tan preocupante como el que arroja el documento de Medicina Legal y el INS, las diferentes organizaciones se pronuncian y emiten en los comunicados y entrevistas, toda suerte de frases y recomendaciones ante la penosa situación, pero no ocurre nada para evitar y controlar esta catástrofe. Las gélidas cifras, se convierten en estadísticas históricas, un referente más de la calamitosa situación y el reducto de la sociedad de la desesperanza.

Y como un respiro por la herida, y de la impotencia que se siente ante la desgracia, un poema que lo sintetiza:

Crisálidas en flor

Niño, no te mueras.

No basta una corbata mojada

alrededor de tu cuello,

no alcanzaría a mitigar tu dolor.

*

En cambio, otros de tu salón

te mirarán con cierto estupor.

No faltará que algún adulto

se sorprenda y murmure con otros

de tu frustrada intención.

*

Niño, nunca vi en tus ojos

el fulgor de la arcadia

que solo en la mente de un niño

da cabida a la ilusión.

*

Niño, tu vida se ha signado

de tragedias insospechadas

que gravitan en tu mente.

Escondes tu desventura

bajo lo taciturno

de tu mirada,

siempre quieta y mesurada.

Y en un instante del día

tu noche llegó.

*

Mientras un adulto

arrebata incesantemente

la fragilidad de tu cuerpo,

tu robado candor

guarda silencioso

una eclosión.

*

El hambre y el abandono,

como heraldos

en los albores de tu vida,

se burlan, maliciosos,

de los huecos discursos

sobre valores

que escapan de la boca insulsa de un profesor.

*

Hoy quisiera, niño deshojado,

ser mía tu amargura

y convertir en crisálidas

las fuentes de tu dolor.

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