El amor prohibido
Por: Rodrigo Murillo Carrión
Machala, Ecuador
*
El amor prohibido
no tiene fronteras ni ejércitos,
aparece en los desiertos
condenado al martirio,
solitario maneja armas peligrosas,
oculta razones insostenibles;
se mueve con rabia telúrica
temeroso de la cruel superficie;
envuelto en coraza de reptil
mitiga el escozor de su alma;
de las miradas vive escarnecido,
curtido en amargas murmuraciones.
Con facilidad pierde el control,
la razón ya la ha perdido.
Hace de la pasión una licencia,
siendo temerario en el riesgo.
No tiene mucho para ganar
y lo ha perdido casi todo.
*
De elástico teje sus pensamientos,
vibrando quiere romper el secreto.
Entierra un despecho que resucita
como sombra en un turbio amanecer.
Las horas del día y la noche son iguales,
tiempo lento de perpetua angustia.
Su ansiedad obstinada, implacable,
desemboca en nuevas formas de ansiedad.
Y no puede abandonar su prisión.
*
No le importa el infinito;
no tiene futuro, ni cielo que lo espere;
su historia es breve, sólo cubre un día,
cuando se reflejó en sus ojos negros
por primera vez.
La esperanza es limosna con lástima
que le deja la incertidumbre.
Su voluntad navega a la deriva,
anhelante de un furtivo encuentro,
una recompensa robada;
un golpe de suerte en la casualidad,
el único motivo para tolerar el
tormento de la interminable espera.
*
El presente es un solo cuadro,
de parcas ilusiones vacilantes
sobre un inerte paisaje, lánguido, mudo;
sin los vientos musicales del verano,
sin las estridencias del cielo en invierno.
Vive de minúsculos episodios fugaces:
esos delirios en los brazos de ella,
las caricias de su voz suplicante.
Así restaura una resignación en ruinas,
sin derramar una gota afrentosa de lascivia.
El resto poco le importa.
*
Habita con fantasmas,
escondido en las entrañas del silencio,
sostenido de la última promesa,
con la fuerza del abrazo de despedida
No descansa ni concilia el sueño,
las pesadillas impregnan sus tinieblas,
le falta el aire, se ahoga en su naufragio;
le falta claridad, está ciego.
Dialoga con los demonios del pecado.
Por un beso entrega el alma,
suficiente gloria para salir al encuentro
de la eternidad.
*
Es tarde para el arrepentimiento,
no pide misericordia ni redención,
y tampoco quiere renunciar.
El vicio de este amor no tiene cura.
El escándalo sería su última apuesta.
En la soledad de su laberinto
espera el final de la aventura,
que será su propio fin.