Guy Debord aplaude desde la platea. Una nota sobre La sociedad del espectáculo

Por: Luisa Alejandrina Pillacela Chin
Candidata a Doctora por la Universidad de Salamanca

En 1967 Guy-Ernst Debord selló su pensamiento en Sociedad del Espectáculo, un ensayo pergeñado de sentencias ante las cuales los ojos no pueden cerrarse, y reaccionando —ora con lamentos, ora levantando el puño— contra el materialismo capitalista en un mundo donde el ascenso del socialismo también producía incógnitas.

La Sociedad del Espectáculo consta de 221 parágrafos que postulan la hipocresía de la cultura e inducen a que se nos revuelvan las entrañas a la vista de ese espejo de nuestra vida citadina, provocadora, agresiva, anegada por imágenes de productos de consumo tan descartables como nuestra conciencia, y que casi siempre blanden una invitación a la persecución del éxito personal sin demasiados escrúpulos, que es en el fondo la consigna de nuestros días.

Hacer un examen de conciencia, en un momento donde no hay marcha atrás, era para Debord reconocer las inmoralidades de la vida cotidiana. Admitirlo tampoco nos haría cambiar de hábitos y, aun así, alzó la voz para incitar revulsiones. Con el tiempo, entre el mar de mensajes de la posmodernidad, todos hemos escuchado, naturalizado e ignorado sus bien enumerados aforismos.

En la sociedad moderna las condiciones de producción y acumulación se reflejan en el ideario gregario de la cotidianeidad, que está plagada de espectáculos que representan e imitan a la vida. Debord ve al mundo cabeza abajo, como ese cuento infantil de las mentiras donde “la verdad es solo un momento de lo falso”. Un mundo en el que —a pesar del influjo del materialismo— la teología sigue superando a la filosofía como fuerza de pensamiento.

En la sociedad subyace el halo de lo sagrado y la ilusión religiosa. Lo notamos en el fervor de los fans hacia los cantantes y los protagonistas de populares competiciones deportivas. Pareciera que la gente precisara creer en algo porque nadie tiene fe en sí mismo. Nadie se siente dueño de su voluntad, manipulable por cualquier mensaje mediático.

Llevamos vidas terrenales y aspiramos a una vida celestial. Todos nos consideramos habitantes de un paraiso perdido y nuestro subconsciente busca la redención en un más allá localizado en cualquier icono, fantasmagoría o ilusión, ocasionalmente de carácter técnico, como los mass media.

Vivimos hoy un proceso de incesante expansión. La globalización, marcada por la producción de bienes abstractos, es la raíz de esta sociedad, cada vez más deshumanizada. Y lo es porque la consciencia del entorno que nos hacía humanos, la individualidad y el saberse parte de una comunidad, no termina de hallar hálito para subsistir.

El concepto de espectáculo nos habla, precisamente, de la representación del mundo. La población planetaria es, de manera general, espectadora de un show donde apenas logra intervenir, pero cuyo lenguaje comprende y puede mantener una relación indirecta.

Estos procesos —propios de la economía— se aprecian en la sociedad a través de la cultura, que busca la dominación de las mentes con una vehemencia casi imperialista. La cultura, desde una ilusoria autonomía, se siente vacía, insuficiente y teme desaparecer. Como consecuencia busca su propio incremento. Las técnicas de reproducción y transmisión de la revolución industrial están en la esencia de la cultura contemporánea. Las personas normales, tú y yo, nos sentimos atraídos invariablemente por estos sistemas de difusión y su sensacionalismo. No percibimos que la vida moderna, hasta sus capas más inmateriales, se ha sometido al materialismo.

Cualquier mensaje que provenga de la cultura vigente —incluido este mismo texto— es algo relativamente cuestionable. En la medida en que todo está construido para influir en los niveles de consumo, hasta esta frase que lees es parte de espectáculo.

3 comentarios en «Guy Debord aplaude desde la platea. Una nota sobre La sociedad del espectáculo»

  1. Es un comentario muy importante y muy bien analizado desde el punto de vista del autor. Felicitaciones.

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