¿Está en crisis la autoridad pedagógica?

Por: Dr. Enrique Espinoza Freire, PhD
Universidad Técnica de Machala (Ecuador)

La violencia es un mal social que afecta cada vez más a las familias y en especial a los niños, adolescentes y jóvenes, quienes trasladan y reproducen estas conductas hostiles al interior de las instituciones educativas.

Con frecuencia escuchamos casos de madres y padres que agreden a los docentes, desmeritando así su “autoridad” frente al alumnado; pero, lo más preocupante es la actitud agresiva e irrespetuosa de los estudiantes hacia sus maestros y profesores, que les hace pensar que su labor educativa, en la formación de sus discípulos, ha caído en el vacío y que los esfuerzos realizados no valen la pena.

Estos actos de violencia e indisciplinas que se producen en las aulas y demás espacios de las instituciones educativas han sido motivo de preocupación de investigadores, psicólogos, sociólogos y pedagogos; muchos de ellos estiman que estamos en presencia de una crisis de valores.

Por otro lado, están los actuales modelos pedagógicos democráticos, centrados en el estudiante, concediéndoles el poder que durante mucho tiempo estuvo exclusivamente en manos del docente y otorgando, a este último, el nuevo rol de guía y facilitador del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Indiscutiblemente esta nueva realidad provoca cambios en las formas de relación entre los actores de este proceso, donde la autoridad que antaño ejercían los docentes ya no es la misma. Ante la democratización de la enseñanza no es descabellado preguntarse ¿cómo el docente puede ejercer su autoridad para direccionar los procesos formativos de sus discípulos?  

En primer lugar, es indispensable replantearse el concepto de autoridad pedagógica y adecuarlo a los nuevos tiempos. No podemos confundir autoridad con obediencia incuestionable, sumisión y acatamiento de la palabra del docente como verdad irrefutable, esto sería autoritarismo; la dinámica actual del proceso de enseñanza-aprendizaje necesita del cuestionamiento, de la confrontación de ideas, de la colaboración en la búsqueda del conocimiento, de la validación de hipótesis y saberes, y no de la imposición del conocimiento como hecho acabado.

Debemos partir de la premisa de que, la autoridad se construye sobre la base de las competencias, valores y actitudes del docente. En este entramado, un elemento fundamental son sus habilidades para crear espacios de convivencia armónica y de participación activa de los alumnos, donde prime el reconocimiento del otro como individualidad que merece respeto y ser tratado de manera digna. Esta debe ser la piedra angular sobre la cual edificar la autoridad pedagógica.

No se trata de ofrecer la otra mejilla ante el irrespeto del estudiante y de algunos padres, se trata de la urgencia de actuar de manera enérgica y pertinente, pero, siempre desde la mediación y el tratamiento educativo que la circunstancia y cada caso requiera.

Este acontecer precisa de una nueva mirada del docente, quien más que imponer su autoridad debe ganar el prestigio y respeto de discentes, padres y el resto de los miembros de la comunidad educativa. Para ello, es preciso hoy más que nunca, la capacitación psicopedagógica del docente para poder trabajar en las aulas y contribuir a contrarrestar los efectos de la crisis de valores; lo que refuerza la idea de que, la profesión docente es ante todo una vocación, que no todos pueden ejercer.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *