En los pasillos
Por: Mateo Sebastián Silva Buestán
Premio Jóvenes Creadores “Erick Jara Matute” 2022
Están cansados. Sus cabellos alborotados e inundados de sudor así lo demuestran. Sus rostros, ya secos y sucios de tanta transpiración hacen juego con los manchados uniformes que, a causa del césped, la tierra y el polvo lucen descuidados, como si fuesen trapos de cocina que están próximos a convertirse en seca-suelos. Encorvadas yacen sus tristes figuras, quizá por ello sus disimulados, pero prominentes vientres se esconden, a la perfección, entre las chompas marinas de los días lunes. En sus ojos se aprecia el desgaste, la desilusión, el miedo; sus iris se opacan acorde avanza la mañana; sus retinas se retraen según pasan y repasan un sinnúmero de páginas, indecibles letras sin sentido, conjuntos de palabras que sus cerebros, simplemente, no están interesados en descifrar. En el patio el partido fue tenaz: los menores vencieron a los mayores, incluso el improvisado golero atajó un tiro de máxima pena, allí bajo ese incandescente sol de media mañana, allí en medio de otros tantos balones que, como balas, surcaban los aires septembrinos. Pero todo quedó atrás, ahora sus pesadas cabezas, demasiado agotadas como para estudiar los elementos químicos y muy fatigadas como para analizar un párrafo argumentativo, están apoyadas en las puertas y paredes exteriores de ese cuarto donde deberán permanecer por otro par de horas, esperando ansiosos el estruendoso, pero alegrante sonido de la campana.
Los pasillos, temprano en la mañana, aunque repletos de perfumes y olores a comidas, recuerdan al corredor de la muerte, es como si con el sonido de cada pisada se escuchara: hombre muerto caminando. En contraparte, apenas entrada la tarde, los pasillos mutan, tal Gregorio Samsa, y se asemejan al final de un interminable laberinto que casi asesina a los desventurados y arriesgados transeúntes.
Al momento de abandonar los pasillos e ingresar a cada encuentro, todo es siempre igual. ¨El otro¨, al entrar a los cuartos, es recibido por un variopinto vaho de difícil descripción. Cuando los ojos de ¨el otro¨ se levantan, pide al Cielo que el sistema no le absuelva.