Vamos a usar y a ocupar la ciudad

Por: Ana Cecilia Salazar V.
Universidad de Cuenca (Ecuador)

La ciudad en la que vivimos marca lo que somos
y lo que podemos ser.
Joan Subirats

La ciudad vista como un bien público lleva implícito el derecho no solamente a habitarla sino también el ejercicio de apropiarnos de ella activamente. En los espacios urbanos que además son públicos, se pueden encontrar los medios oportunos para hacer de ellos, lugares de encuentro, de enunciación, de significación, de arte y muchas veces también de resistencia y de resignificación. Estos lugares abiertos construyen no solo la imagen de la ciudad, sino mucho más allá, construyen la identidad cultural y la realidad social y política en razón de su población y sus instituciones

Por otro lado, hablar sobre la memoria colectiva cobra cada vez mayor relevancia no solo en el plano académico sino en el plano político, de manera especial cuando analizamos los procesos históricos, culturales o sociales desde la práctica de la apropiación del espacio urbano.  El tema se vincula además con la construcción de la idea del lugar, el sentido de pertenencia, la identidad y los estilos de vida desde las características de los diversos contextos y la cultura.

Según Castells (1998) el espacio se constituye como expresión de identidad, de lo que yo soy, de lo que yo vivo, de lo que yo sé y de lo que organizo mi vida en torno a ello.  La memoria colectiva o social, no es estática sino se encuentra en un proceso de constante movimiento porque está articulada a un conjunto de elementos simbólicos que prevalecen en el tiempo y son interiorizados casi inconscientemente por quienes habitamos las ciudades, como referentes identitarios de una dinámica que nos construye y deconstruye permanentemente.  Los elementos simbólicos actúan como dispositivos de las luchas, los momentos importantes o los personajes relevantes para la historia del lugar; pero no en pocas ocasiones esas memorias entran en conflicto entre los diversos grupos con diversas narrativas. Unos grupos exaltan las glorias de hechos pasados y otros los rechazan por considerar que recuerdan momentos de dolor o injusticia, generándose miradas contrapuestas y en disputa, lo que implica una acción política.  En definitiva, cada uno de los espacios contiene una historia y una representación que debería ser abordada.

Desde el ámbito político, se habla de la recuperación del espacio público de forma creativa y a través de distintos mecanismos no solamente mediante el discurso político sino también a través del arte, la danza, la cultura en general.  Ocupar y resignificar estos espacios no solo fortalece la agencia social de los movimientos sociales y colectivos ciudadanos, sino además es lograr que estos espacios se convirtieron en textos y contextos de las luchas por los derechos colectivos, pues generalmente en el espacio público se omite la voz de los sectores vulnerables.

La urbanización exacerbada y la dependencia de las pantallas con su mensajes difusos, inciertos y eclécticos, obstaculizan los procesos de construcción de la conciencia compartida sobre los hechos problemáticos de la realidad, por lo que en la actualidad las sociedades urbanas no cuentan con referentes claros; o, dicho de otra manera, no cuentan con claves que les permitan la reproducción de memoria social.  Podríamos decir que estamos frente al riesgo de sufrir las consecuencias de no comprender que somos resultados de una historia compartida que es la causa de la realidad actual y como alguien dijo alguna vez, un pueblo que no recuerda su historia es un gigante ciego.  Los espacios públicos de las ciudades deben servir para reproducir la memoria colectiva, y sobre todo para generar identificación y afecto por lo propio, por el territorio y por la comunidad de la que somos parte.

Un comentario en «Vamos a usar y a ocupar la ciudad»

  1. Así es, totalmente de acuerdo, muchas veces caminamos en nuestra ciudad, y tan acostumbrados estamos que no la vivimos y disfrutamos en su magnitud

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