Hablando se entiende la gente

Por: Manuel Ferrer Muñoz, PhD
España

En La sala número seis, una de las más logradas narraciones de Antón P. Chéjov, que nos zambulle en las profundidades del interior del hombre, encontramos un hermoso elogio de la palabra hablada, más enriquecedora aún que su expresión escrita: “cierto que tenemos los libros, pero […] los libros son las notas y la conversación el canto”.

Leer ejercita el intelecto, favorece la concentración, abre nuestra mente a los sueños, estimula la curiosidad intelectual, desarrolla destrezas lingüísticas, fomenta la imaginación y la creatividad… Todo ello es bien cierto: pero conversar aporta riqueza expresiva; afina la habilidad para el análisis y la argumentación; agiliza la mente; refuerza la capacidad crítica (no sólo ante las opiniones ajenas; también y, en particular, sobre nuestros personales puntos de vista); y, sobre todo, nos libera de los límites estrechos de la experiencia personal, de modo que, al acercarnos a los demás, nos descubre nuevos y fascinantes mundos. Retomando a Chéjov, concluiremos así esta apología del coloquio -de co (unión) y loqui (hablar)-: la comunicación verbal, que une a los hablantes, pone música al texto escrito.

Pensarán los lectores que dilapido el tiempo –un bien siempre escaso- con la repetición de obviedades. Por eso, expondré enseguida, en defensa propia, el porqué de la enumeración de estas verdades de Perogrullo.

Mi alegato ‘vivencial’ remite a la emisión de una tertulia que tuve el honor de moderar el domingo, 11 de septiembre: un nuevo apasionante proyecto de La Tribuna Internacional La Clave que, con el atractivo nombre de Tertulia en la Mitad del Mundo: Café de altura para cuatro, arrancó en aquella fecha y congregó de modo virtual en torno a ese café a tres distinguidos y talentosos profesores universitarios de cuya amistad me honro: Gustavo Vega, rector de la Universidad Internacional del Ecuador; y Efstathios Stefos y José Manuel Castellano, profesores titulares ambos de la Universidad Nacional de Educación. Sentados los cuatro ante un ‘imaginario’ café de altura, conversamos en un tono muy distendido y amistoso, con libertad, sentido del humor no exento de añoranzas y de recuerdos, y conocimiento del asunto que nos congregaba.

Durante casi hora y media tuvimos ocasión de intercambiar opiniones en torno al Programa Prometeo, una iniciativa del Gobierno ecuatoriano que permitió atraer al país, en calidad de becarios, a investigadores radicados en el extranjero poseedores del título de PhD. Cancelado el programa hace cinco años, desde entonces vienen sucediéndose evaluaciones contradictorias sobre la eficacia de ese gran esfuerzo colectivo, que propició la estancia en el país de más de ochocientos destacados investigadores. Y esa pluralidad de opiniones y de valoraciones se hizo presente también en las intervenciones de los tertulianos, con un matiz que me parece destacable: cada uno de ellos, al exponer sus puntos de vista, reflexionaba sobre lo que habían dicho sus antecesores en el uso de la palabra, y ampliaba o discrepaba de sus ideas con elegancia y respeto.

Me consta que las personas que han accedido a la emisión de esa tertulia han apreciado ese estilo de conversación, en el que los mensajes transmitidos partían de una interiorización profunda; donde se buscaban coincidencias, no unanimidades, sin que nadie pretendiera arrogarse la exclusiva de la verdad. Así se cierra uno de los comentarios que han llegado a La Clave a raíz de la transmisión de ese programa: “seguiré con atención las tertulias. Me parece una idea excelente. Mi corazón sigue en Ecuador”.

He de añadir, en mi condición de director y moderador de ese encuentro de amigos, que considero un privilegio disfrutar de cruces de pareceres que a todos nos hacen reflexionar y que alientan la profundización personal, a través del estudio, en las cuestiones que constituyen el eje de cada coloquio.

Ya saben: cada segundo domingo de mes nos reunimos en la Mitad del Mundo para platicar y pensar juntos. ¡Están cordialmente invitados!

2 comentarios en «Hablando se entiende la gente»

  1. Sabor y saber tienen orígenes comunes en la lengua
    Que sabrosas palabras Manuel.
    Un deleite !
    Te citaré en mis intervenciones y tertulias

  2. Gracias, Gustavo. Tú, como yo, sabes que tan útil es la lengua como la oreja. Y de esa capacidad de escucha dieron ustedes pruebas sobradas en la tertulia. Y con esto te devuelvo el piropo.

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