Resplandores de la existencia: “Fragmentos”, de Eugenio Crespo Reyes
Por: Carlos Pérez Agustí, PhD
Cuenca (Ecuador)
En un tiempo tan crítico como estas décadas iniciales del siglo XXI, sentimos más necesidad que nunca de la experiencia poética. Que nos impulse a establecer una relación significativa con el mundo actual, que nos permita vivir con intensidad y coherencia, con perspectiva en nuestras relaciones humanas.
Y ahora nos llega el último poemario de Eugenio Crespo Reyes, “Fragmentos”, que nos ayudará a intentar responder a esa insistente pregunta de estos días: ¿para qué la poesía en el siglo XXI? Tal vez sea esta una de las cuestiones esenciales cuando hablamos de poesía, al menos para los que la expresión literaria forma parte indisoluble de nuestra vida cotidiana, como es el caso de Eugenio. Pues para responder de alguna manera: con el propósito de impulsar nuevas formas de pensar y de sentir, otros modos de actuar en el nuevo horizonte humano que se nos aparece.
“Que anclaste tu pequeño y frágil costillaje / a orillas del naufragio”, leemos en “Fragmentos”. Porque “está la poesía que te da calambres y la que no es poesía” (Julio Llamazares). Un libro de alguna manera traspasado por la tragedia del coronavirus. Varios poemas fueron escritos o pulidos durante la pandemia, y suponemos que algo de esa realidad terrible, casi apocalíptica, estará subyacente en ellos.
No explícitamente, pero sí en el tono, en el clima que se va creando conforme se avanza en la lectura: y con este miedo que no se disuelve, expresará en otro poema. No es posible un mundo sin poesía, porque el día que esta desapareciera significaría que el ser humano es otra cosa que humano.
“Fragmentos”, último poemario de Eugenio Crespo. Fragmentos, instantes de vida, resplandores de la existencia. Cuando la realidad se empecina en abismarse y el presente aprieta, para el poeta centrarse en el momento puede ser una salida. Es entonces cuando puede exclamar: “¡Me pertenezco, soy libre y sin relevo¡”. La existencia puede ser una completa e irremediable incertidumbre, pero los días, uno a uno, son algo fulgurante. Nuestro autor siempre defendió el brillo de la existencia. Cada instante de emoción contenida y de expresión estética lograda son momentos de plenitud. Cada fragmento entendido así es luz que ilumina el mundo “por los pliegues del inevitable e incesante hoy”.
Ahora bien, el instante no es solo plenitud. Desde otro punto de vista, “la sociedad urbana contemporánea ha fragmentado y roto de tal modo nuestra identidad que no somos más que trozos, fragmentos que necesitan reconocerse en una historia y en su tiempo” (Andrés Trapiello).
Un discurso fragmentado. ¿No es, acaso, el fragmento el único modo posible de hablar de la propia autobiografía?: “un hombre enajenado / revolotea y cae”. Hoy se habla de la tendencia estética del fragmento.
Pero el pesimismo no es rasgo que caracterice la poesía de Eugenio. Nuestro autor afirma categóricamente que sus versos no suponen la búsqueda del sentido de la vida. “Soy un optimista de la vida, la vida misma te da los sentidos”. “Hay que estar atentos a lo que la vida te va ofreciendo, la oportunidad de disfrutarlo, vivir el instante para afrontar cualquier dificultad o adversidad”.
Unos versos escritos como prosa y que se mueven entre el vitalismo y la ineludible reflexión existencial. Para Eugenio, la poesía es la más completa y profunda forma de examinar la condición humana y la complejidad del mundo. Versos como estos: “incansable buscador de exóticos espacios”, “sembrador de imaginarios en tu geografía”, “fugitivo de la libertad concedida”. Pero también: “aquí por esta amplia geografía / donde cada paso es una pregunta / y se han ido menguando los sentidos”.
Sin embargo, aunque el poeta se sumerge a veces en el mundo de la incertidumbre existencial (“sobre la mesa / un par de dados con sus números jugados”), una línea central del poemario es un intenso amor a la vida (“viejo bebedor de vinos y de sueños”).
No faltan representaciones inquietantes sobre la temporalidad del ser humano, pero sabernos temporales implica igualmente sabernos “vivos”, justamente por su propia brevedad”. Y en los dos primeros versos de “Al Revés y Derecho”, leemos: la vida no se suma / se vive. Esto supone un tema importante en “Fragmentos”, el tema de la caída: “En la pieza / en el vulnerable espacio / y en medio del desorden de las cosas / un hombre enajenado / revolotea y cae” (…) “se fatiga / se arremolina y a caer vuelve”
Caída y elevación en un solo proceso existencial, hay que recorrerlo, elevarse desde abajo. Conocemos el mito de Ícaro: el vuelo ascendente le llevaría a la libertad, se acercó demasiado al sol y perdió sus alas; acabó precipitándose en el mar. En los versos de “Fragmentos”: que fuiste ascendiendo / sin sustentación sin ensayar la caída
La caída, otro motivo poético que atraviesa su obra, especialmente en un anterior poemario, “Al revés y Derecho”, y en el que ahora presentamos. En consecuencia, no se trata solo de ascender en el vuelo de la vida, sino de aprender a caer: izando mi libertad sin la suma del miedo / mientras ensayaba la caída. El único camino de salvarse del abismo es afrontarlo, mirándolo de frente, despeñarse y volver a ascender: que en la caída y que espero no enredarme / no te sustituiré por nada ni por nadie.
Y en medio de todo ese proceso existencial, la tregua, un cese temporal de conflictos, una interrupción: una tregua / antes de perderme entre las multitudes. Porque “yo anduve sin tregua en alguna dirección / despojado de cualquier vínculo o cánones”. El ser humano intentando superar ese desierto de existencia árida, ansiando disponer de la decisión necesaria para vivir con intensidad.
Subyace en el texto el vértigo de la soledad, conflictivas situaciones familiares, la necesidad de lograr relaciones estables, dirigirse acuciosamente hacia la ternura. También el temor cuando se llega a cierta edad. De perfil nos recuerda el “carpe diem”. Lejos está el poeta de esos seres que rara vez les urge la necesidad de una tregua, porque se sienten a salvo en la rutina. Además, resonancias religiosas: Hay un salmo, una única melodía / venida de mis pulsaciones / que me induce a una tregua.
Leamos ahora: “A los hombres / habría que arrancarles las máscaras / borrar las huellas que estas dejan /desabotonarles su geografía / para que viertan la lava en sus raíces / y cerrarles la voz para que no nos llamen”
La alusión a las máscaras es un motivo recurrente a lo largo de la poesía de Eugenio Crespo, y en “Fragmentos” adquiere resonancias especiales de ocultamiento: “arrancarles las máscaras”.
La máscara, como sabemos, es una representación cargada de simbolismos, e incluso puede llegar a convertirse en arquetipos, como parte del inconsciente colectivo o individual.
En los versos de Eugenio, permanece implícita la idea de disimular, enmascarar o cubrir artificialmente algo. En alguna ocasión, asimismo direccionado este sentido hacia determinados sectores de la sociedad. Recordemos al respecto el uso de la máscara en Pessoa, como una crítica a la imposición del sistema, la desaparición del rostro vinculada a la desaparición de la persona.
En el poemario de nuestro autor: “también se podían ver un sinnúmero de máscaras / disímiles que cuelgan y se balancean de un perchero / con el gesto horrible de la fugacidad: son máscaras que anteponía, paradójicamente, a mis expresiones de a diario”. Parecería que el reconocimiento de nuestra auténtica personalidad suele ser diferente a la que mostramos ante la sociedad e, incluso, a nosotros mismos.
Ya decía Oscar Wilde, “una máscara nos dice más que una cara”. La vida como representación. Eugenio Crespo se expresa así: “Aquí, en la pieza, entre la procesión de las sombras, / con cierto vigor y asombro, iba desgonzando / el cuerpo y haciendo todos los gestos inimaginables / como si ensayara para mi representación en esta / comedia humana”
Si el hombre pudiera arrancarse todas las máscaras, debajo de ellas se descubriría que no existe nadie. Hay autores que diagnostican una “derrota del rostro” contemporáneo, fruto de la crisis del humanismo y del individualismo ético que dotan de sentido y dignidad a ese rostro. Su más radical profeta es Nietzsche. Para él, la lógica de la máscara lleva al aniquilamiento del rostro: no hay ya una interioridad que esconder. Habla de la multiplicidad de máscaras que llevamos, de modo que el sujeto no sería sino sus máscaras. El reino de la pura apariencia privada de esencia.
Finalmente, nuestro autor jamás renuncia a su íntima perseverancia en la búsqueda de una voz personal. En esta línea, tal vez a la poesía de Eugenio Crespo pueda añadírsele la característica de “poesía indignada”, actitud frecuente del autor ante las adversas realidades que le agobian:
viejo obstinado inasible / viejo insociable incorregible / viejo confeso de tu realidad / bufón de está sórdida danza que no cesa. Así mismo en su volumen “Noche”: bastarda noche que me embiste y muerde con su azufrado silencio.
“Fragmentos”, una obra poética que va de lo puramente humano a lo cotidiano e incluso a lo metafísico, versos a la vez vitalistas y reflexivos. Oscuridad luminosa puede ser una forma de definir la poesía de Eugenio Crespo, y, de hecho, a la vida misma. En el sentido de que esta contraposición es la esencia de la existencia.
En “Al Revés y Derecho” se expresaba así: siempre que intento / aprehender el día / éste anochece.
No obstante, como dijimos al comienzo, para Eugenio Crespo Reyes, cada instante de nuestras vidas es luz que ilumina el claroscuro del mundo. Lo reafirman estos dos versos ya citados y con los que nosotros concluimos: la vida no se suma / se vive.