Seis sagrados microrrelatos
Por: Mateo Sebastián Silva Buestán
Premio Jóvenes Creadores “Erick Jara Matute” 2022
Sinuosos son los caminos del S(s)señor
(En alguna parte de la biblia).
Abraham, el que circuncidaba
Se llevó a las manos más de trescientos miembros el mismo día. Toda una aldea adolorida por la mala praxis y pesada palma de un anciano un tanto lunático que, cuchillo en mano, revisaba choza por choza a cada varón, palpando y cortando su entrepierna de una manera despiadada, todo por un supuesto pacto, una presunta alianza entre él y un señor del que nadie sabe nada y nadie nunca ha visto. Es posible que, por esta causa, en un confuso salto de tiempo, se hayan fundado Sodoma y Gomorra. Asimismo, igual de posible es que los actuales y más acérrimos seguidores de Abraham hayan heredado las mañas de antaño, aunque sin el puñal, de aquel viejo morboso y todavía anden tocando a cuanto niño, joven y adulto forme parte de su aldea, de su rebaño.
El loco de las tablas
Cierto día, Moisés, hasta arriba en harmal y pasado de vinos, tuvo una experiencia fuera de este mundo. Tras pasar cuarenta días meditando y reflexionando las enseñanzas de Zoroastro en un monte de cuyo nombre no quiero acordarme, consumió todos los cueros de vino que había llevado en el interior de su buey de oro; además, preparó y degustó infinitas semillas de harmal, sin saber que el resultado traería consecuencias irreparables para la humanidad. Moisés estaba en la mejor parte del trance cuando su confundida mente no pudo más y creó un hecho fantástico: una voz pedante y parsimoniosa abrió el cielo y le dejó un par de tablas que dizque contenían el manual del buen hombre, mismo que debía ser cumplido al pie de la letra; en suma, aquella misteriosa voz le encargó guiar a su pueblo hacia la parcela jurada, en aras de libertad. Moisés bajó colocado y despavorido del monte y, haciendo uso de su grandilocuencia y locuacidad, convenció a su fatigada, cansada y abusada gente de que lo siguieran, dado que con él estarían mejor, siempre y cuando cumplan lo escrito en piedra. Desgraciadamente, así fue. Lo que las personas desconocían era que el viaje iba a durar cuarenta años y que Moisés, ya consciente y limpio, se arrepentiría de su juerga, pues aquel periplo sería la primera diáspora de ese pueblo engañado por un malintencionado dios.
Fue crucificado, muerto y sepultado. Descendió a los infiernos…
… Al primer día, mientras el Diantre, sentado en su majestuoso trono, mucho más decorado y gallardo de lo que el otro un día poseería, lo veía burlesco, insignificante, despreciable, el nazareno, adolorido por los fustazos, apenas juntaba las fuerzas necesarias para ponerse en pie. Ya erguido, la orgullosa pose del hijo del hombre captó la atención de torturados y torturadores. El barbudo se sentía indigno de que sus sandalias, las mismas a las que Juan tanto alababa, pisasen tan calientes y permisivas tierras. El Ángel de luz, siempre jovial y carismático, le dio la más cordial bienvenida a su propio reino, a su pedacito de cielo. Lucifer sintió entonces el rechazo, toda la rabia del hombre endiosado que tiempo atrás latigueó, por la nada, a los comerciantes afuera de un templo; lo sintió a través de una tremenda bofetada que descolocó su perfecta mandíbula. Al parecer, el hijo más amado había olvidado su clásica premisa de ofrecer la otra mejilla y esta vez pasó a la ofensiva. Su estancia en el refugio de los pecadores fue corta, a razón que ni el mismísimo Diablo aguantaba su arrogante majestuosidad, su falsa humildad. En el efímero tiempo que allí permaneció jamás musitó parábola alguna, ni predicó tan apasionadamente como sólo lo hacía cuando lo veía su padre del cielo, tampoco liberó a ninguna alma condenada como se cuenta; simplemente, cumplía, impertérrito, la última fase del trabajo antes de la eterna jubilación y la gloria por los siglos de los siglos.
Magdalena, la novia perfecta
Más de uno se quedó con ganas de arrojar la primera piedra, pero la belleza de aquella mujer, nunca se supo si viuda, partera, infiel o prostituta, terminó por convencer, más que el propio verbo del nazareno, a la multitud, así que su bendito cuerpo fue librado de la lapidación. Es que era simplemente imposible que cualquier hombre vidente hubiera podido causar algún daño a Magdalena. Su cutis era capaz de conmover y, a la vez, despertar deseo en cualquier humano, incluyendo a las celosas lugareñas que promocionaban su ejecución. Sus dejes, sus maneras, su tono, su caminata encantaban a quien alrededor se hallase. Dícese que el nazareno sirviose de su ayuda para realizar cuantas proezas se narran; es decir, el verdadero tacto divino, el real milagro se originaba en su hermosura. El nazareno y ella, como asegura aquel código, tenían una relación: un amor puro. Claro, los planes de la feliz pareja viéronse truncados por la traición de un mal amigo que luego fue colgado, contra su voluntad, por el resto del grupo.
Pepe
Era la burla de todos sus amigos y colegas carpinteros. Primero, porque se había conseguido una esposa sumamente menor; por esta razón, todos enfatizaban su mofa diciendo que José podría, tranquilamente, ser el abuelo o bisabuelo de María. Él se defendía, entre rabietas, diciendo que aquella muchacha le serviría como elixir de eterna juventud, dado que además de carpintero tenía ribetes de alquimista. Segundo, porque el chisme es atemporal, cuando los conocidos de José hubieron de enterarse que el hijo de María no fue concebido por uno de los mejores picamaderos de esos días, la befa fue incontrolable. Pese a que las sagradas escrituras no den cuenta, José jamás aceptó el pseudo milagro en el vientre de su mujer. ¡Imposible que un hombre de bragueta brava como José entienda tan particular asunto! ¡Qué iba pues un macho con tantos hijos a dejarse de una quinceañera! ¡Ah, ninguna de sus otras esposas se había atrevido a semejante osadía! A menudo, José trataba de recordar si es que en una noche de borrachera ultrajo a su esposa; pero, por más que cavilaba, la respuesta siempre era negativa. Contrario a lo narrado por ese poco confiable libro, José, apenas nacido el niño, y constatando que en nada se le asemejaba, partió, afilando su serrucho, en busca del tipo que lo había deshonrado. Jamás se volvió a saber de Pepe, el ausente padre putativo.
Tentador
La Estrella de la mañana llegó el día de la rebelión, al edén, con sus enormes y perfectas alas blancas extendidas, vislumbrando el funesto horizonte y a cuantos ángeles y querubines apenas despertaban. Su melodiosa voz recitaba uno de los tantos acompasados blues compuestos en su nombre. Al son de estas líneas, Lucifer instaba a quien quisiera sumársele a la batalla contra el injusto de melena y barbas blancas, en contra del manipulador, maniaco, amo de las marionetas. Recibió, el Portador de luz, apoyo de pocos rebeldes de espíritu libre; sin embargo, no fue suficiente. Desterrado fue, el ahora Príncipe de las Tinieblas, y condenado, injustamente, a ser el responsable de las fallas del libre albedrío.