Al inicio del año escolar
Por: Esthela García M.
Universidad Nacional de Educación, Azogues (Ecuador)
Recuerdo que cuando iba a empezar un año de escuela o de colegio, yo tenía tantas emociones revueltas y expectativas de cómo serían las cosas en ese nuevo grado y me preparaba, el uniforme nuevo, los zapato relucientes. Se convertía en una aventura tan esperada que asaltaba las horas de sueño. Y, el año llegaba con la pereza y el frio de levantarse en la mañana, por las tardes entrar en la batalla campal en las papelerías para adquirir los útiles, sobre todo los cuadernos, que tenían un olor especial que hasta ahora me conmueve el recuerdo. Las nuevas amigas, las profesoras y los profesores, el bullicio en el recreo, las bromas, el juego, la risa; la sensación de alivio cuando le pasa a uno rozando la cara una pelota distraída. Los libros, los deberes, la mochila que pesaba más que uno. El trayecto a la casa, las tareas y la espera.
No nos preocupaba la violencia dentro o fuera de la escuela, se podía respirar tranquilo sin esas palpitaciones que ahora atacan a los padres, pues no se sabe por dónde, cuándo y contra quién, saltará un hecho de violencia, pero sí sabemos que puede llegar incluso desde un teléfono celular conectado a internet.
Entonces, uno que también ha sido madre, encarga los hijos al cuidado del cielo, porque no hay de otra. Rezar porque no le acosen, por que no pase por ningún abuso, porque pueda con todo, porque aplique lo que aprende, porque escuche los consejos, porque crea en sí mismo, porque sepa filtrar la información que recibe, porque no brinde información que le ponga en peligro.
Debemos reconocer que la sociedad ha cambiado, mejorado en muchos aspectos como tecnología, comunicación, acceso a la información, inclusión, derechos, etc. se ha pluralizado en sus construcciones, como mencionan en el 2010, Roig-Vila y Fiorucci, “La sociedad actual se caracteriza por no ser un todo único monolítico. La sociedad actual está llena de diferencias, de diversidad, de elementos, rasgos, realidades, circunstancias, mayores y menores, que subrayan a cada uno de los grupos humanos” y como resultado surgieron conceptos como “interculturalidad” o “multiculturalidad” que se insertaron también en los contenidos de enseñanza y en el ejercicio de la cotidianidad.
Así como este desarrollo cultural ha generado espacios en todos los ámbitos sociales, también ha significado la inmersión de conceptos y contenidos que están más allá de nuestra realidad inmediata, por medio de las tecnologías y la comunicación. Estos dos elementos que se han vuelto parte vital en todas esferas sociales, que no hacen distinción a la hora de convertirse en imprescindibles, hasta para las actividades más sencillas, sirven también de una manera categórica e indudable en el campo educativo. Ya no es necesario acudir a una biblioteca en búsqueda de información para realizar tareas o investigaciones, me atrevo a decir que la gran mayoría acudimos a la información que se nos brinda en internet. Lo que constituye un factor positivo en el aspecto de que los estudiantes se conviertan en investigadores cada vez más natos.
Pero, es importante mencionar también que, esta diversificación de culturas, que ha tenido un soporte fundamental con el desarrollo de la comunicación, pone también al alcance de la mano de niños y jóvenes, aspectos negativos que se viralizan y se emulan generando problemas emocionales y sociales, que interfieren en el aprendizaje sustantivo de ellos. La violencia se vuelve cotidiana y ya no les asombra. La idea de los superhéroes les es tan cotidiana que almuerzan con ellos. La superficialidad que se puede ver en redes sociales, también lleva a una violencia soslayada, que conduce a depresión, ansiedad; al deseo de una vida como la que se ve en las fotos de los demás. Son tantos los temas que se podrían abordar desde este punto de vista, de cómo un virus se ha instalado en la conciencia social, que es imposible salir de él.
Entonces, es la escuela la llamada a trabajar desde el concepto de una sociedad diversa de múltiples caras; la formación de los niños y adolescentes, porque a más de la ilusión que deben tener por el primer día de clase, lo tienen también por mostrar al público lo que aparentan sentir. Por lo que, la labor del docente también es procurarles una estabilidad cognitiva a partir de la identificación de grados de vinculación que tienen los niños con esa realidad virtual, para que sepan distinguir de lo que ven y escuchan, lo bueno que construye y lo malo que destruye, porque la violencia está presente como una sombra en todas partes, y no es necesario que aparezca detrás de una esquina con un arma de fuego o un arma blanca, la violencia en su estado más liviano, también ataca desde un teléfono con redes sociales, puede doler menos, pero sus efectos son más prolongados.
Este nuevo año lectivo, llega como todos, con zozobra, incertidumbre, con expectativas. pero que no le quite a los niños y jóvenes el deseo de aprender, de ser mejores, de armarse de sueños y horizontes, aunque vuelva la pereza de levantarse por el frio en la mañana.