Hablando de mujeres
Por: Esthela García M.
Universidad Nacional de Educación, Azogues (Ecuador)
En un tiempo lleno de desigualdades, en el que el rol de la mujer estaba subordinado al del hombre, surge la figura refulgente de una mujer cañarense.
Hablar de Ella, es hablar de un ser especial y diferente. Por su valentía, su voluntad y entrega a una causa que creyó justa y que defendió a costa incluso de sí misma y de toda su genealogía preferencial en una sociedad cerrada y vertical que no aceptaba a aquellos a quienes se les consideraba diferentes.
Sí, Ella fue diferente en su época y diferente en la nuestra. Su diferencia estaba en el fondo de su alma soñadora, de su valentía y de su ímpetu a toda prueba. Cuando se convirtió en la primera mujer militante, del partido Comunista en Ambato. Más grande y más intensa, cuando también, decidió casarse con un hombre de mente brillante, que la había cautivado con su palabra escrita y hablada, pero que llevaba sobre sí la carga de su propio cuerpo impedido; cuando la invalidez pesaba más como estigma social o psicológico, que físico y que sería quien le introdujera en las filas del partido Comunista. Diferente cuando sin importarle amenazas ni advertencias unió su vida a la de Joaquín Gallegos Lara, destacado pensador y escritor ecuatoriano del “Grupo de Guayaquil” estandarte del partido Comunista del segundo cuarto del siglo XX.
Diferente, cuando fue la abanderada de la lucha laboral y social, defendiendo a mujeres e indígenas, desde las filas del partido comunista. No cesó en su deseo de que éstos y éstas sean mejor considerados y que sus derechos sean respetados. En el largo trajinar de sus desvelos y empeños hizo buenas y grandes amistades, mujeres compañeras de ideales y de sueños: Luisa Gómez de la Torre, Isabel Herrera, Ana Moreno, Dolores Cacuango, todas militantes que formaban parte de estas mujeres adelantadas que vencieron prejuicios y construyeron sus propios parámetros de vida. Siguiendo de cerca a otras feministas como Zoila Ugarte y Matilde Hidalgo de Prócel.
Diferente cuando respiró el aire de cárcel, cuando por sus ideales sufrió su primer despido laboral y la dificultad que le sobrevino después, cuando no conseguía trabajo porque había adquirido fama de sindicalista. Es que no entendían cómo una niña inteligente, culta, guapa, de buena familia, fuera comunista y se mezclara con los “cholos” huelguistas y estuviera casada con otro comunista y encima paralítico”
Diferente cuando amó, cuando después fue mujer madre, en medio de un tumulto de prejuicios sociales y sexistas, pero que no le arrancaron la valentía de exhibir a su hijo ante el mundo, aunque los rumores a sus espaldas corrían de boca en boca, señalándole a su paso con el dedo y la mirada acusadora; pero que no le quitaron la capacidad de amar y entregarse al amor sosegado y limpio que le daría más tarde, el calor de una familia propia, grande y hermosa junto a un compañero también de ideales y de lucha hasta el fin de sus días: el francés Raymond Meriguet, con quien procreó tres hijos.
Diferente, porque su ímpetu rompía barreras e ideas preconcebidas, porque en aquel punto aparte de la Historia ecuatoriana conocido como levantamiento de “la Gloriosa” derrocaron a un presidente y abrieron paso a la posibilidad del cambio que necesitaba el Ecuador de entonces.
Diferente, porque con tan solo 31 años, se convirtió en la primera ecuatoriana Ministra de Gobierno y un año más tarde en la primera diputada, aunque esto generase también el celo, incluso de algunos comunistas machistas y temerosos tal vez, por esa misma cualidad que la hacía diferente y que le hacía aferrarse aún más en sus convicciones, que le llevaron a provocar el interés de personalidades del quehacer político internacional.
Diferente porque su voz se escuchó grandiosa en otros confines como Cuba, Guatemala, Colombia, Nicaragua. Grecia, Rusia. Participando y liderando la creación de sindicatos y federaciones, de diversa índole en defensa de quienes fueron siempre su prioridad: las mujeres y los indígenas. Sus alcances enormes marcaron el siglo XX en el Ecuador y la convirtieron en una de las protagonistas de nuestra historia, la del país, la de las mujeres.
Diferente, porque escribía lo que pensaba y lo que sentía, unas veces transformado en reyerta política, otras en incomparables versos, recogidos como gotas de un manantial divino, que brotaban de su más profundo sentimiento. Porque fue la militante, la escritora, la hija, la esposa, la madre la hermana de sangre y de lealtades, la amiga, entonces; más fuerte que débil, gregaria y solidaria diferente e igual.
Fue mujer de paisaje rural y montañoso que vivió luchando, pues no cualquiera tiene el valor de vivir 90 años peleando hasta el último instante. Porque peleó toda su vida por el respeto “al otro” combatiendo las opresiones, para vivir en una libertad que ella concebía como derecho absoluto de todos.
Así fue: Mariana de Jesús Martínez Espinosa: “Nela” Integra con todas su grandezas y flaquezas; un ser humano por encima de todas las cosas. Ella, hizo y marcó la diferencia. La vivió y la sufrió con toda la carga de su visión de vida, política y poética. Su herencia insoslayable nos conmueve.