Las heroínas de otrora
Por: Jacqueline Murillo Garnica, PhD
Colombia

En una de las cuatro esquinas que custodian la plaza principal de una población rodeada de la exuberancia del paisaje boyacense, aparece una pequeña placa en mármol rústico, en la calle que lleva el nombre de la recordada, María de los Ángeles Ávila. La placa reza en la piedra con tinta que en algún momento fue de color roja: “MARIA DE LOS ANGELES AVILA (título centrado) ALENTABA Y AUXILIABA A LOS PATRIOTAS QUE MARCHABAN AL CASANARE. CARLOS TOLRA (su marido) SUPO ESO, Y A SU LLEGADA A TENZA LA HIZO FUSILAR. AQUÍ EN LA CALLE FRENTE A SU TIENDA DE MENESTRAS. QUE ENTREGO AL SAQUEO. – 3 DE DICIEMBRE DE 1817.
La casa colonial con una arquitectura neogranadina, con sócalo verde intenso, como las demás que circundan la plaza, se alza en la esquina suroriental del conservado y tranquilo parque. La pequeña lámina incrustada en la pared blanca que en su momento fue de bahareque, forma parte de ese tramo olvidado de la historia de Colombia. El azul intenso del firmamento se funde con el follaje de la naturaleza rebelde y perenne de ese lugar incrustado en las montañas boyacenses que atraviesan la cordillera oriental.

Si de heroínas olvidadas se trata, la larga y trágica historia de Colombia, nos permite recordar una lista de mujeres, tal vez anónimas porque la misma historia de este país, las ha sepultado, y sus protagonistas han sido otros. Pequeños letreros como los que figuran en Tenza sirven de vestigio en el presente, de lo que otrora estas heroínas y mártires lograron al dar su vida por la causa.
La historia de los pueblos parece ser cíclica. Han transcurrido 212 años y a veces hasta se hace necesario justificar estas posibles “victorias” que figuran como estadísticas para conmemorar una fecha como la independencia. El paisaje no ha tenido mayores cambios, me refiero a las historias de heroínas y héroes desconocidos que desfilan por el patio trasero del tiempo.
Como en el libro de Amin Maalouf, León el africano, “Si la muerte no fuera inevitable, el hombre habría perdido su vida entera evitándola. No habría arriesgado ni intentado ni emprendido ni inventado ni construido nada. La vida habría sido una perpetua convalecencia. Sí, hermanos, demos gracias a Dios por habernos dado el regalo de la muerte para que la vida tenga un sentido; la noche, para que el día tenga un sentido; el silencio, para que la palabra tenga un sentido; la enfermedad, para que la salud tenga un sentido; la guerra, para que la paz tenga un sentido. Agradezcámosle que nos haya dado el cansancio y las penas, para que el descanso y las alegrías tengan un sentido. Démosle gracias. Su sabiduría es infinita”.
Y en este repaso que surge de un viaje al Valle de Tenza, región favorecida con la variada geografía colombiana, rememoro en esta fecha, 20 de julio, en que se conmemora la independencia de Colombia, la representación de la mujer en las gestas de emancipación que fue desde la colaboración en donar sus bienes materiales, sus casas se ofrecían para las tertulias para la planeación de conspiraciones, la conseguir víveres para alimentar a los soldados cuidaron sus heridas, remendaron sus uniformes. También fungieron como agitadoras, acompañaron a las tropas y hasta en algunas ocasiones se vistieron de hombres para ser aceptadas.
Hoy se asoma cierta luz de oportunidades y vientos de cambio que han iniciado con el proceso de paz y la Comisión de la Verdad que el Padre Francisco de Roux ha abanderado. Esperamos sin mayor aspaviento que el 7 de agosto empiece una nueva era para Colombia con el presidente electo, Gustavo Petro y su fórmula presidencial Francia Márquez.