Acerca de “Crónicas desde Ecuador III”: Una apreciación desde la educación
Por: Mgs. María Eugenia Torres Sarmiento
Comunicadora Social y Gestora Cultural del Cañar (Ecuador)

Cabe preguntarnos como lo hizo aceradamente José Manuel Castellano Gil Profesor titular de la Universidad Nacional de Educación ¿Hacia dónde va la Educación?, en su último libro titulado: “Crónicas desde Ecuador III”. Texto en el que Fausto Aguirre, autor del prólogo, acertadamente caracteriza a su autor con una impecable sensibilidad y profundidad en el abordaje de nuestras realidades. Quien expresa acerca de José Manuel Castellano como “un distinguido hombre, desde que ha pisado suelo ecuatoriano y ha hecho su vida en estos lares ha compartido su visión sociocultural y educativa especialmente a través de sendas publicaciones que materializan todos los quehaceres de esta cultura patria en procura de respetarlos, difundirlos y sobre todo, ubicada en un contexto latinoamericano y mundial que nos permite despertar nuestra conciencia, de manera especial por nuestras raigambres educativas”.
Aunque parezca agobiante, pero es necesario acentuar y poner los pies sobre la tierra, cuando atravesamos uno de los peores momentos de la historia ecuatoriana, fruto de una realidad emergente luego de una crisis sanitaria que ha dejado profundas secuelas en todos los aspectos con los que esté relacionado el ser humano, sumados a otros condicionamientos sociales de un sistema en crisis, como lo ha manifestado también en su intervención la noche de la presentación del libro “Crónicas desde Ecuador III”, el Doctor Francisco Rodríguez, catedrático de la Universidad de Oviedo(España): “Yo creo que este libro molesta, pero creo que es bueno, pues sino molesta, no existe, -lo homogéneo es aburrido-, es dictadura, necesitamos la discusión. La academia, la educación, la cultura, la sociedad necesita que sea molestada”.
Por otra parte el mismo catedrático en su intervención refiere a que “el conocimiento que no se sabe aplicar, es peor que la ignorancia”, y coincide con el autor del libro cuando dice que una sociedad que premia por investigación dos horas de su actividad a un profesor es una sociedad muerta, sin discusión, sin confrontamiento, es un conocimiento que no se sabe aplicar. Pienso que este libro nos convierte en actores y no en espectadores en una sociedad. De ahí que “Soy Ecuador”, uno de los temas abordados en el libro, son símbolos identitarios, son disfrutes de imágenes y de música, son sentimientos en los diferentes videos transmitidos; pero son también noticias de actualidad.
El Libro aborda de manera precisa el buen tiempo dedicado a la investigación, habla de la realidad del conocimiento en el cual se encuentra Ecuador. Un país en donde existe conocimiento, ramas del conocimiento, “pero un país en donde no se puede investigar, no hay doctorados que constituyan una directriz para abrir líneas de investigación, no hay doctorados en donde se ofrezcan respuestas al conocimiento de las sociedades actuales”, lo expresó también Francisco Rodríguez en su intervención.
Si bien es cierto la preocupación es grande en el sistema de educación superior, no obstante también lo es en las instituciones educativas de nivel medio y escolar. No debe cansarnos, el insistir en que aunque la pandemia se alivianó, sin embargo los efectos son tan crudos como la misma. Hablar de crisis significa entrar en un estado de desesperación, de impotencia cuando sobre todo nos referimos al sistema educativo “que aparentemente ha sabido sobrellevar la realidad”, empero la -cruda realidad- a la que me refiero, muestra el cansancio, agotamiento, desmotivación del maestro en las aulas, frente al queminportismo de los niños y jóvenes, cuyo interés no es estudiar, sino es buscar lo más fácil de la vida, y es precisamente aquella dependencia marcada hacia un dispositivo electrónico, que le muestra que la felicidad está en todo lo que es diversión, haciendo del hombre de hoy –un hombre encerrado en sí mismo-, aquel que va perdiendo su carácter eminentemente humano, su autonomía natural, y va perpetuando un ser de otra era, diferente al ser, antes de ser alienado, a quien le importaba lo que le pasaba en relación a su contexto, a su próximo.
Hoy se vive -por vivir-, ahondando el ego, el egoísmo. Tendrán que transcurrir muchos años, para volver a tomar el ritmo de una verdadera educación, cuyo vértice muy bien marcado en la comunicación y los valores, no se vislumbra hoy. Sobre todo, aquellos valores, que se han visto deteriorados, sumados a la insistente globalización virtual que absorbe al niño, al joven e incluso al adulto a un mundo dependiente de las redes virtuales y a todo aquello, que es producto de una alienación cultural.
Rodríguez, hacía alusión al respecto sobre el Diario de Hermes como un realismo simbólico de alta crítica social, vinculado a los valores, el comportamiento y sentimientos, un pícaro sin escrúpulos por apariencias. Y dice también que el Diario de Hermes explica los papeles de pandora, la falta de reflexión, de debate que hoy se da en las sociedades, en donde no hay ramas del conocimiento, factores que motivan la salida de profesionales en busca de doctorados que muchas veces son de baja calidad para poder encontrar la homogeneización y generar academia por no poder acceder a la investigación.
Desde las Crónicas desde Ecuador III, se analiza además a la sociedad como la principal responsable de la generación del conocimiento, al respecto su autor dice: “La sociedad debe cambiar la educación, no la educación a la sociedad”. Pues se trata de una sociedad sin reflexión, cuando el conocimiento debe ser construido por uno mismo.
El eje fundamental del libro es “el núcleo educativo”, un núcleo reflexivo, contextual, es un mundo en donde los “aprovechones” del momento no tienen lugar. Y nuevamente vamos a una certeza del autor: “Pare el mundo, me quiero bajar, yo allí no quiero estar…. Yo quiero estar en otro mundo, quiero estar en un mundo en donde el sujeto tenga la oportunidad de recuperarse, reinsertarse socialmente, donde podamos ofrecerle unidad terapéutica educativa, que el elija el mundo donde pueda trabajar sus relaciones interpersonales, un mundo en donde se pueda trabajar su adicción”.
Si bien es cierto la transferencia tecnológica, es un intercambio entre las culturas que se remonta a los mismos orígenes de la humanidad, en este sentido Friedrich Rapp dice que la tecnología moderna tiene a la homogenización de lo cultural y tiene una lógica propia que obliga a los niños y jóvenes a ajustarse a sus principios funcionales. Pues una característica inherente de la tecnología es aquella que influye, en primer término, sobre nuestros cuerpos, sobre nuestra existencia física, o sea sobre la parte material de nuestra cultura, la superioridad de una innovación en términos de poder y eficiencia… es evidente.
Es cierto que esta educación cibernética nos conduce a una sociedad compleja, -a la nueva sociedad-, una sociedad de transformación del marco ideológico. Una sociedad que aparentemente favorecería la igualdad, pero que en realidad, lo que ha hecho es aumentar la brecha de las desigualdades sociales. Dando como resultado una sociedad más homogénea, más aislada, sin capacidad de respuesta en el contexto de convivencia.
Por otra parte, ¿Qué alumnos queremos formar en el Siglo XXI? Alumnos proactivos que molesten, alumnos que cimienten su conocimiento en la experiencia, en la investigación, alumnos que busquen la libertad y la reciprocidad. A ese alumno precisamente del que habla el autor. Y por ende necesitamos “otros profesores”, “otros formadores”, “otros guías del conocimiento”, aquellos que se cuestionen, aquellos que -confíen en sí mismos, para no envidiar la actitud de los otros- como lo decía Marco Tulio Cicerón, al referirse al rol del verdadero maestro.
Es fácil invitar al ser humano a entrar en un nuevo estándar de vida virtual, pero quien realmente entiende los efectos nocivos de la alienación cultural es el maestro, cuya relación íntima con el educando, le otorga el derecho a poner repartos de los resultados en su vida diaria.
La enajenación mata la naturaleza cultural y humana a través del sistema económico imperante, que utiliza como instrumento de opresión y explotación a la ideología, que encarna y promueve intereses de clases de poder y reproduce las relaciones de dominación que imaginariamente desaparecieron, pero que aún existen.
Y el autor llega a una conclusión clara, “no se sabe convivir”, es la misma educación la que de alguna manera nos enseña a no convivir. Por lo tanto la sociedad debe transformar la educación, es necesario por tanto democratizar el conocimiento. Un ejemplo de ello es la participación hoy en día de las mujeres académicas-investigadoras en procesos de generación del conocimiento, en la lucha por el conocimiento.
Concluyendo, es necesario que cada vez seamos más los que existamos, porque molestamos, se necesita más gente reflexiva, gente que cuestione, gente que le importe vivir en comunión, en convivencia, no se necesita gente homogénea, particular y egoísta.