Ocho cuentos fuertes

Por: Alexis Zaldumbide
Escritor (Ecuador)

Cuando hablamos de un taller nos referimos a un lugar lleno de viruta o limallas, donde se afilan instrumentos, se sueldan cacharros y existe un maestro que enseña el trabajo a los oficiantes,  actividades que demandan fuerza, esmero y talento. En un taller no encontramos mayores refinamientos, lo importante es la faena, ensuciarse las manos de manera literal y metafórica, para construir un producto poseedor de detalles limpios y de belleza sin aristas.

En el campo de la literatura un taller se maneja de manera muy similar a lo descrito, ya que se  propone como un espacio para aprender el oficio de la escritura a través del manejo de herramientas que nos ayudan a desbastar o demoler lo innecesario dentro de las propuestas literarias, para luego pulirlas y  entonces sí, dar con la belleza y el encanto de una obra final a la que aspira el escritor.

Es por esto que considero que la escritura se desarrolla de forma más apropiada en estas carpinterías intelectuales, antes que en una universidad; aunque al decir esto no quiero desmerecer  que hoy exista una admirable propuesta académica para la profesionalización de los escritores, que tiene como objetivo el abordaje de la obra artística desde un análisis versado y muchas veces erudito, y permite la construcción metodológica de herramientas para desarrollar habilidades poéticas, narrativas o ensayísticas  a través de debates, investigación y análisis. Lo que quiero rescatar es el valor artesanal que tiene el oficio, que no debería perderse, esa destreza que se gana con el trabajo y que la mayoría de las veces es más importante o determinante que el propio talento. Es más frecuente que un trabajador consistente y determinado logre obras impresionantes antes que un genio sin disciplina y rigor.

Es por esto que me encuentro complacido y emocionado con Cuentos Fuertes, antología narrativa resultado del Taller de Lectura y Escritura dirigido por el maestro y escritor Abdón Ubidia, y publicado por la editorial CES-Al. Este es un muestrario potente de lo que se logra en un taller, propuestas ingeniosas y técnicamente bien ejecutadas, que tienen distintos registros, pero mantienen una baza similar, es destacable la calidad uniforme que tiene el conjunto en general; lo que nos hace intuir que los participantes del taller tienen la capacidad y el talento para pronto emprender una carrera literaria, los hados artísticos y la complejidad de los contextos determinará la proyección de la misma, sin embargo,  ya es evidente que pasión y oficio existe en estos escritores en formación.

El libro inicia con Abracadabra de Luis José Martínez, un cuento en el que se describe  con precisión y sin condescendencia el territorio límbico de los adictos, es verosímil y evita usar prostéticos para retratar una realidad compleja y multidimensional, no se regocija en lo inmundo y tampoco pretende impacientar al lector con exhibicionismo y agitación gratuita, este es el mayor acierto del texto, explorar la ansiedad y la soledad contemplativa de un consumidor de drogas que está bordeando la peligrosa frontera con el infierno, todavía podemos ver en él algo de lucidez consciente pero se vislumbra cerca el punto sin retorno de la enajenación total del toxicómano; y esto Martínez lo hace con compasión y belleza, con mucha humanidad. Es un cuento de atmósfera, en el que presumimos el final, pero cabe la posibilidad de una redención, esa ambigüedad resulta gratificante, porque depende del lector orientarse al pesimismo o al optimismo al pensar en el futuro del personaje.

Darío Guanoluisa en El baile de los rostros tristes, nos presenta una historia de orígenes, utilizando para ello un lenguaje limpio y despejado que se contrapone de manera inteligente con descripciones macabras. Este juego es bien pensado porque el interés del cuento es mostrar la disociación del personaje, un ser torturado y ambivalente que por un lado es un hombre presumiblemente joven, amante de la lectura, de la música con una compulsión por la limpieza y el orden; y que por otro lado es un asesino fanático del cine gore que desde hace algún tiempo cumple sus fantasías desmembrando a quienes considera la basura de la ciudad. Es un juego de espejos que parte del uso de la segunda persona y el empleo de un estilo amable y refinado, para mostrarnos una realidad visceral y terrorífica. El cuento podría será una perfecta introducción para un personaje que evolucione en su psicología y sus desventuras.   

Olvido de Sarah Bastidas es un texto poético y luminoso, en el que la escritora hace uso de la reiteración como si fuese la base rítmica de una canción de gusto desamorado pero atractivo, candoroso. Este es un ejercicio afortunado en el que podemos paladear el lenguaje y en el que tiene más importancia la entonación cariñosa de las palabras que la propia anécdota narrativa. Olvido es uno de esos trabajos estilísticos que tienen un dejo reflexivo que te obliga a meditar sobre el enorme peso que tiene la memoria en nuestras vidas, tanto que muchas veces define nuestra condición psíquica y la identidad personal, convirtiéndose en un lastre que nos impide volar.

En Isaías Moshe, Fernando Garrido hace gala de mucha destreza narrativa, un manejo preciso del montaje y de la tensión, hay muestra de madurez y oficio en este cuento que está escrito de forma cinematográfica, con sólidas descripciones y un estilo pulcro. Se trata de una historia de venganza con un conocimiento del contexto histórico en el que se producen los hechos que dota de precisión al relato. El fanatismo religioso y las prácticas aberrantes emprendidas por el Santo Oficio en el medievo, la rabia de un apóstata que tiene su revancha frente a la vida, el escenario cuidadosamente detallado donde ocurren los acontecimientos, una noche costera plácida pero que alienta una sensación de peligro, son los elementos que componen este logrado texto. La solución del conflicto es otro de los puntos altos en la narración, porque se lleva a cabo no solo desde una perspectiva material, sino que además hay una revancha intelectual, una declaración de principios expuesta a manera de carta del protagonista, que deja claro, sin ambages la razón de ser de sus actos. Este es un texto entrañable desde su concepción hasta su ejecución.

Noche de Halloween es un cuento aterrador, pero no desde una perspectiva sobrenatural, lo que sobrecoge al leer este texto es la tensión moral que subyace en él, la humanidad que es desnudada y puesta en evidencia, ese rasgo privativo de nuestra época: el egoísmo como animal totémico que prevalece por sobre la compasión o el dolor por el otro. Para producir este efecto, Juan Dávila, el autor del relato, utiliza muy bien los elementos: la psicología de los personajes, el punto de vista, el conflicto ético y la decisión como una vía cerrada. Otro acierto es la elección del tono que recuerda al estilo desarrollado en la novela negra o en las películas noir, una voz detectivesca que nos va develando poco a poco, como en un rompecabezas que se arma pieza a pieza, el cuadro general, ese paisajismo que está compuesto por una chica muerta en la carretera y un hombre ahorcado en un departamento, junto a sus respectivas historias que están conectadas de forma casual y dramática una noche de Halloween.

No es una casa cualquiera es un cuento de pandemia, que se propone como un largo epílogo, el acontecimiento al que nos acercamos ocurre luego del final de la historia, por lo que prácticamente la mitad de la narración es un posible y fantasmagórico relato con el que se prolonga la existencia, en una ilusión que amansa los demonios encarnados en la existencia real. Se siente en el estilo de Monika Tinoco cierta urgencia por llegar a un giro de tuerca que resulte  súbito, y el ritmo contundente permite que la narración nos descubra un hecho sorprendente y a la vez triste. Es un texto del que se disfruta y nos deja con ganas de extendernos en la descripción apacible de los días, la felicidad vaporosa e irreal que se dibuja en la escena de campo, por lo que bien se agradecería si creciera en páginas, manteniendo el estilo de crónica con connotación paranormal.     

Viaje es un recorrido onírico que arranca como una experiencia sensorial dentro de un espacio doméstico y que progresivamente abre las puertas al mundo, para explorar parajes inusuales, en un tono de fantasía zen, con aire de fábula que no pretende una conclusión moral. Su  narración es voluptuosa y pone mucha atención y cuidado en las descripciones, el lenguaje que emplea Nicole Oemer está cargado de sensualidad, es generoso en su apreciación de las formas y las evocaciones, envolviéndonos en múltiples capas de sentido, procurando un viaje real a través del uso de la palabra. Su desenlace contemplativo es ambiguo y placentero a la vez.

En el último cuento Oderay Barriga hace un bello ejercicio de narrativa autobiográfica, o al menos tiene ese tono vívido del cruce de la realidad con la intención literaria. La casa de la Falconí 176 es una breve anécdota de la arqueología emocional, recuperar la memoria a partir de la visita a un lugar especial de nuestra vida, que ya no existe, que está desdibujado si se lo compara con la imagen que se guarda con sentimentalismo e ilusión, un encuentro inadvertido con lo que cambió de forma radical, y que sirve como detonante para una breve reflexión sobre el amor, la pasión y la nostalgia; todo esto antes de que el auto de atrás pite de forma insistente para apurarnos a continuar con nuestro recorrido y nuestras vidas.

Este libro, muy bien nombrado, es fuerte no por las temáticas que plantea, o por una imprecisa idea de lo poderoso y enérgico que es inherente a cierto tipo de lenguaje; la fuerza aquí radica en la urgencia literaria que se siente, en ese deseo latiente por narrar y escribir. Nada demanda el arte más que la fuerza de voluntad, sin este atributo es imposible terminar una empresa tan  compleja como la obra de arte, y la volición es lo que más se nota en este libro, esa capacidad para movilizar los esfuerzos y llegar a finalizar un texto, la pequeña batalla que debe ser celebrada, más, si el producto final es tan prolijo y limpio como en este caso.

Por eso no me queda más que felicitar a sus autores y agradecerles por regalar a nuestra literatura nuevos ejemplos de textos hechos con amor pero sobre todo valor y calidad. Enhorabuena por estos Cuentos Fuertes

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