Lloviendo en Yunguilla: apuntes sobre yeísmo

Por: Manuel Felipe Álvarez-Galeano, PhD
Colombia

Hace algunos días, para fiestas de carnaval en Ecuador, me invitaron a uno de los lugares que los cuencanos más usan para su esparcimiento, descanso, francachela y comilona: Yunguilla. Este lugar es una especie de valle, de ahí su nombre que proviene del quichua y, a su vez, del cañari, yunga, que, precisamente, significa valle.

Pertenece a lo que fue el Guapondélig cañari, en tiempos del cacique Duma, y posteriormente al Tumipamba, en tiempos de Huayna Cápac. Los ocupadores europeos hispanizaron el término con el diminutivo -illa, y de ahí quedó este nombre para designar la festiva zona a 80 kilómetros en dirección sur de la Atenas del Ecuador, en un clima que me recuerda al de mi Medallo coqueto.

Continuando con la historia, me dio la sensación de que, cuando pronunciaba el nombre de Yunguilla, había cierta mofa que yo no lograba comprender, hasta que me atreví a preguntarles a mis estudiantes, con confianza y sin aspaviento, por qué a la gente le causa tanta gracia mi pronunciación. Finalmente, los muy filáticos dijeron que es porque mi pronunciación no diferencia entre /y/ y /ll/ y creían que mi sonido es el de la africada sorda /ch/.

Fue una tarea imposible convencerles de que yo no pronunciaba Chunguicha, sino que en ciertas regiones de Colombia somos yeístas. Como se trata de una columna de acercamiento y de carácter más digestivo, no se hace en los ejemplos transcripción fonética o fonológica especializada, sino de forma más cercana al público masivo. Luego, si quieren, nos damos juete en lo académico. El yeísmo es, pues, un modo o tendencia de la pronunciación que consiste en usar el mismo sonido para los fonemas /y/ y /ll/, cuando originalmente estaban diferenciados, como era el caso del español medieval.

Veamos: en parte de la Sierra sur ecuatoriana, hay una diferenciación muy marcada entre ambos grafemas, sobre todo en Loja, porque lateralizan el sonido de /y/, mientras nosotros los pronunciamos idéntico y menos golpeado al paladar. Sin embargo, un hablante de una comunidad quichuahablante de la provincia ecuatoriana de Tungurahua, emplea un sonido africado muy semejante al de mi región. Una conjetura que me manifestó alguien cercano a dicha nacionalidad es que el sonido es por herencia del quichua; algo que sería interesante analizar para el caso de las regiones colombianas que usan el sonido africado de /y/ y /ll/.

Me tomé el dichoso trabajo de averiguar con mis amigos de distintas regiones de América Latina sobre la forma en que pronunciarían la oración: “Yo llegué llorando a Yunguilla porque estaba lloviendo”: una hablante de la hermosa Córdoba, Argentina, pronunció con sonido fricativo sordo bastante semejante al de la sh- anglosajona (algo como sho shegué shorando a Shunguisha porque está shoviendo). Una amiga de la costa caribe de Colombia pronunció con un sonido no diferenciado entre /y/ y /ll/, empleando la vocálica i (io iegué iorando a iunguiia porque está ioviendo).

Mi amiga de Santiago de Chile pronunció de manera diferenciada entre ambos sonidos, con una forma muy semejante a los ecuatorianos de la Sierra sur, pero con mayor tendencia al sonido vocálico de i para el caso de /y/ como sucedió con una colaboradora de Chiclayo, en el norte de Perú, y un amigo de Ciudad de México. En el caso de mis contactos paisas, diez en total, comprobé que, efectivamente, sí hay una tendencia a la pronunciación africada de dichos fonemas, aunque nosotros sí logramos diferenciar el sonido el sonido de /y/ y /ll/ con el de la /ch/, siendo este africado y semejante al que se usa en el resto de países consultados, pero que sean unidos por su vínculo con el paladar, con la divergencia de /ch/ es alveolar o apicoalveolar. Por ende, aunque suene parecido, no pronunciamos Chunguicha.

En conclusión, los amigos de Cuenca y Loja son quienes más tienen definida la diferenciación entre ambos fonemas, y esto resulta interesante sobre todo porque hay una demarcada inclinación a que Latinoamérica sea determinantemente yeísta, tal vez por la semejanza fonética y palatalización de ambos fonemas, además de que la lengua es un ente vivo en constante transformación. Igual, mientras eso pasa, intentaré perdonarles que, después de tanta carreta, finalmente no me llevaron a carnavalear a Yunguilla.

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