La fiesta del carnaval como un principio de la identidad
Por: Fernando Uyaguari
Estudiante universitario y miembro de CES-AL, Cuenca (Ecuador)
Iniciado el mes de febrero los ecuatorianos perciben el ambiente carnavalero e inmediatamente cambian su personalidad. El carnaval, a día de hoy, es una de las fiestas más populares y representativas del Ecuador. Al punto de que familias enteras se reúnen a celebrarla, acompañados de platos típicos, juegos, danzas y otras tradiciones que cada uno tendrá. Incluso, esta celebración está en todos los lados del país y del mundo y no pasa desapercibida. Dicha repercusión a nivel mundial y local incentiva a las personas a preguntarse qué historia hay detrás de esta festividad tan jovial.
El carnaval aparece dentro del calendario cristiano, de hecho, marca un periodo de euforia y regocijo previo al inicio de la cuaresma. Los habitantes del mundo adoctrinados bajo el manto católico, más allá de los límites geográficos, saben que el carnaval posee sus propias particularidades. Por ejemplo, un extranjero experimentará que Río de Janeiro celebra a lo grande e integran la samba, desfiles, trajes vistosos, entre otras costumbres. Igualmente, si ese mismo viajero llega a la ciudad de Guaranda se hallará con otra realidad. Los habitantes le ofrecerán la chica, el dulce de sambo, humas y más gastronomía propia de la ciudad. A todo esto, la fiesta de carnaval tranquilamente podría ser considerada como una construcción de la identidad y la cultura.
Hace varios siglos la cultura cañari celebraba su propio carnaval, muy diferente a lo que hoy se ve. Ellos lo llamaban Pawkar Raymi (fiesta del florecimiento), una ceremonia que agradece la producción de frutos, asimismo, algunos la consideran como el Año Nuevo. Esta cosmovisión se ve afectada por la conquista española, dado que reprime toda manifestación cultural indígena. Aunque se cree que algunos nativos rechazaron estas normas y mantuvieron sus creencias con ciertas condiciones. Una de ellas era que durante la fiesta pagana europea (carnaval) los cañaris tocaran sus instrumentos o danzaran. Por ende, se da cierta combinación, pese a que el cristianismo ganaría mayor terreno.
Del mismo modo, otra teoría que aproxima a la historia del carnaval proviene de la batalla ceremonial indígena Pukara. Una encrucijada infrahumana, que usaba la sangre de las víctimas para fertilizar la tierra o Pachamama. Los guerreros combatían con piedras y hondas; dichos objetos provocaban hemorragias y, posteriormente, la muerte. Los monarcas rechazaron estos actos y cambiaron las herramientas de lucha por cascarones, baldes, agua, etc., posiblemente elementos comunes que son parte del carnaval actual.
En palabras de los grandes pensadores la “interculturalidad” entre las tradiciones de los nativos y los españoles originó el carnaval; la festividad del libertinaje. Detrás de esa algarabía y festejo desmesurado existió esclavitud, condena, tiranía y un sinfín de muertes. En el transcurso de los siglos los indígenas aceptarían dicha fiesta occidental como una oportunidad para sentirse libres del yugo y, al mismo tiempo, experimentar la igualdad. Debido a que al finalizar los días festivos todo volvía a ser similar y nada había cambiado.
Por otro lado, las historias mencionadas anteriormente trazan el camino para una nueva sociedad -liberada de la monarquía-. El nuevo calendario marca que durante el segundo mes del año todos y todas festejarán carnaval sin preocupación alguna y ocuparán agua, harina, cáscaras y carioca. Todo ello como símbolo de liberación de energías negativas o de sentimientos reprimidos hasta el miércoles de ceniza. Ya expresa el viejo refrán no hay carnaval, sin cuaresma, dado que el siguiente mes se caracteriza por la mesura y la limitación.
A partir de todo ello, las tradiciones, costumbres y hábitos modernos son el resultado de la transgresión a las creencias de los Incas, Cañaris, entre otras culturas. Las antiguas civilizaciones afrontaron períodos de transición y rechazo. Los grandes líderes indígenas buscaron la igualdad de derechos y, en algunos casos, los cabildos los condenaron a la muerte. En el siglo XXI los pueblos gozan de la autonomía, en muchos momentos arrebatada, para celebrar sus rituales al sol, la lluvia o la tierra, puesto que esas cosmovisiones siempre estuvieron, inclusive, podrían llamarse la historia jamás contada.
En conclusión, el carnaval asentó una nueva forma de entender y disfrutar la vida. Inicialmente era una ceremonia de independencia, hoy es lo mismo con cierto grado de goce ante las adversidades. Los habitantes han adaptado esta fiesta a su propia cultura y la han hecho suya, han añadido otros elementos como la música, personajes, trajes, etc. La simbiosis entre culturas forja la identidad y construye las características de cada nacionalidad. Igualmente, las fronteras no limitan la manera de ser, pensar y actuar.
No se puede dejar pasar, como bien señala el artículo, el relajamiento moral de esta época para luego caer en una malsana templanza. A la final, esos días son necesarios para ¨purificarse¨; enhorabuena, que, a día de hoy, sea con agua y no con la sangre de alguien más.
Lastimosamente, con el tiempo la ¨identidad¨ se pierde o, mejor dicho, se transforma. Esperemos que la conciencia carnavalera perdure, conociendo los orígenes y múltiples visiones de esta fiesta que muy bien se exponen en este texto.