¡Qué berraquera!

Por: Manuel Felipe Álvarez-Galeano, PhD
Colombia

Los migrantes, más allá de las motivaciones que conlleven su condición, son una especie de embajadores culturales, pues por todo lugar, quiéranlo o no, portan costumbres, códigos y, ante todo, las particularidades dialectales de su lugar de origen. En el caso de los colombianos, por la resonancia con que solemos expresarnos, es común que nuestros usos del habla generen peculiaridad en quienes nos oyen.

Entre las expresiones con que más se nos reconoce, están: parcero, gonorrea, güevon, chimba, fregar, entre otros, con sus respectivas formas, según su referencia morfosintáctica. Sin embargo, una de las más usadas es berraco-a, por la que más me preguntan, pues se emplea en diversos contextos e intenciones comunicativas y con mucha iteración.

Según su significado primario, la RAE define verraco como «Cerdo padre»; es decir, el marrano que no ha sido capado (castrado) y que sirve de padrón de la piara. En Cuba, según dicho organismo, toma una connotación despectiva para referirse a una persona con malos hábitos de higiene, de mala conducta o tonta. Sin embargo, en Colombia es más amplio el panorama.

Para empezar, hay que referirse a su ortografía, pues la RAE solo reconoce la entrada verraco y no berraco; la segunda forma se ha habituado en el habla escrita colombiana con el propósito de diferenciarse desde la literatura; situación semejante al debate de montuvio y montubio, en el habla ecuatoriana.

Tiene un origen claramente vinculado con el habla campesina y está arraigado, sobre todo, en la cultura paisa (regiones de Antioquia y el Eje cafetero); no obstante, se ha extendido como coloquialismo de todo el territorio nacional. Está bien requintado en la cultura de dicha región precisamente porque alimenta el paradigma de la pujanza y el orgullo paisa; es decir, el paisa berraco.

En calidad de sustantivo, berraco-a, generalmente se acompaña de las formas del verbo ser; por ejemplo «esa mujer es una verraca», «ese pelao es un verraco», para referirse a alguien valiente o que tiene destreza para afrontar la adversidad o, de otro lado, por sus cualidades en alguna función laboral o de otros escenarios de la cotidianidad. Asimismo, se emplea berraquera para denotar rabia, felicitación, destreza o infortunio: «¡Qué berraquera, ome!».

Cuando funge como adjetivo, se diversifica aún más la polisemia, pues, al acompañarse del verbo estar, puede significar enojado-a; en torno al expresidente y ahora senador Álvaro Uribe Vélez, uno de los emblemas —para bien, para no tan bien o para mal— de la cultura paisa, nos arroja un par de claves: en una llamada telefónica que le fue interceptada, bastante enojado se refiere a su interlocutor como «Estoy muy berraco con usté, y, cuando lo vea, le voy a dar en la cara, marica». En las manifestaciones, el pregón emblemático es «Uribe, paraco: el pueblo está verraco». O, bien, puede denotar perplejidad cuando se acompaña del verbo quedarse berraco con algo o por algo: «Yo sí quedé berraco con ese golazo».

Asimismo, el adjetivo toma formas como emberracao-da, apoyado en el verbo enverracar (se) que está acogido en la RAE en calidad de poner o ponerse furioso. Sin embargo, la fonética en el caso colombiano tiene habituado el uso con -m- antes de ­-b- y, también, puede significar rapidez y destreza en alguna tarea; por ejemplo, «Esa muchacha está emberracada haciendo las tareas del colegio»; asimismo, puede denotar intensidad de una acción, lo que le atribuye una función adverbial: «ese pelao está emberracao llorando».

Adicionalmente, se reconoce la forma adverbial a la berraca, para denotar dejadez o una acción a medias: «Las tareas no se pueden hacer a la berraca», con sinonimia en a la guachapanda: «Las tareas no se pueden hacer a la guachapanda».

Como verbo en modo imperativo, es usual asociarlo con el apuro: «Emberraque a lavar los platos». Continuando con la calidad de adverbio, también se conoce berracamente o como un berraco para denotar intensidad: «yo a usté la quiero como un berraco», que a pasado a compartir sinonimia con putamente o como putas: «Yo a usté la quiero como un putas».

Para una próxima entrega, hablaré de la forma verriondo o berriondo, que entra en esta misma línea; por ahora, voy a emberracar a investigar con berraquera, para que ustedes queden aún más berracos.

Un comentario en «¡Qué berraquera!»

  1. ¡Qué berraco artículo más bueno! Muchas gracias Felipe y quedo atento a la entrega que prometiste y, por qué no, a muchas más. La lengua es vibrante y cambiante y las expresiones dan alegría y brillo. Somos hermanos latinoamericanos y qué rico saber más de todos nosotros. Yo me quedo berraco cuando no entiendo a alguien de un país vecino y me encantan las expresiones. A veces, inclusive en el mismo país, no entendemos ciertas palabras que se usan de manera diferente en ciertas regiones; de ahí la importancia de artículos como el tuyo.

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