La autoevaluación como principio de un nuevo comienzo

Por: Mg. Luis Ernesto Pardo Rodríguez
Universidad de La Salle (Colombia)

Una vez terminados vuestros estudios,
descubriréis todas las dificultades.
Le Corbusier

Al culminar el año lectivo es inevitable reflexionar sobre el aprendizaje alcanzado, los saberes construidos, la evolución como personas y aún más importante lo que falta para consolidar cada proyecto de vida académico, laboral y personal, pensar en cómo se autoevalúan las habilidades, destrezas y actitudes afianzadas en estos tiempos de cambio personal, transformación social y de esperanza en un futuro resiliente, colmado de oportunidades, de solidaridad y empatía entre los seres humanos, la naturaleza y el medio ambiente. La reflexión gira entonces sobre el trabajo intelectual e investigativo realizado en tiempos que la pandemia obligó a la educación virtualidad, la autonomía del aprendizaje y el reencuentro con otras formas de enseñanza.

La concepción de estudiante trasciende desde la perspectiva del aprendizaje a lo largo de la vida, al final de cada periodo lectivo todos somos estudiantes, la barrera de las edades se disipa con el diálogo, el entendimiento y el acompañamiento fraterno al compartir saberes, experiencias, creencias y actitudes frente al conocimiento y la vida misma. El fascinante mundo de la enseñanza y del aprendizaje estará latente siempre en la vida de los estudiantes. La ponderación entre: expectativas, conocimientos construidos y actividades intelectuales que quedaron pendientes de realizar orienta el ejercicio de la autoevaluación para determinar con claridad ¿Qué se aprendió realmente en estos tiempos tan adversos?

Le Corbusier (1957-2001), en su Mensaje a los estudiantes de Arquitectura interpretó el ciclo de la vida en la cotidianidad académica: en cada jornada dentro o fuera del aula de clase el estudiante se construye, se reconstruye y reconstituye como se renuevan las células de un tejido o las familias en los hogares se reintegran por el nacimiento de nuevas generaciones, representando entre toda la grandeza de la existencia. De manera consciente el estudiante se construye pieza por pieza en consonancia con los sueños que cimentan sus sentidos, su naturaleza rebelde ante la pasividad del academicismo, la falta de sueños y la concreción de los procesos del aprendizaje autónomo.

Pero ¿qué es la autoevaluación?, puede definirse como la capacidad de autocrítica que posee cada estudiante de valorar sus logros de aprendizaje desde varias perspectivas: de lo complejo a lo sencillo o de lo particular a lo general, todo ello supeditado a la construcción de productos académicos que desde el texto escrito conllevan a analizar, reflexionar, comprender, interpretar y representar la realidad socioeconómica y política, desde el aula de clase o desde el hogar sin el contacto con la institución educativa y sus protagonistas; desde la creación de productos audiovisuales, su concepción y aplicación, hasta la socialización de productos enfocados a las narrativas transmedia que dan cuenta de evidencias construidas en el trabajo individual y el aporte a los trabajos en grupo.

La autoevaluación parte de las expectativas al inicio de cada período lectivo, que despiertan la curiosidad y el interés sobre las nuevas asignaturas, contenidos, lecturas y escritos académicos, y que además definen un derrotero de tiempo para la aprehensión de nuevos conocimientos, la composición de textos intelectuales e investigativos, la ejecución de actividades y la creación de nuevos productos académicos al final de cada jornada. Todo ello orientado con interrogantes que guiarán la narrativa antes, durante y después de la experiencia académica :  ¿Qué vamos a aprender y qué aprendimos? ¿Cómo lo vamos a aprender y cómo lo aprendimos? Y al final ¿Cuál fue el aporte del aprendizaje al proyecto de vida académico, laboral y personal?

La descripción de las actividades realizadas a manera de autoevaluación estimula vivencias y recuerdos que atesoran logros, ensayos y errores, pero ante todo, la resiliencia frente a las dificultades que representa el trabajo intelectual: se valora la aprehensión de datos y de información para la búsqueda y construcción de conocimiento propio. Ante ello germinan tres palabras mágicas que guían la autoevaluación: la responsabilidad, la disciplina y el compromiso consigo mismo.

La responsabilidad es una cualidad que identifica a la persona a cumplir con sus deberes, obligaciones y promesas, que conlleva el reconocimiento de las causas y consecuencias de sus actos de manera libre y consciente, y, en este caso particular, frente a su propio crecimiento y la construcción de saberes. La disciplina es la aptitud que tienen las personas para atender sus tareas, compromisos y responsabilidades de manera ordenada y sistemática de acuerdo con un conjunto de normas preestablecidas, lo cual implica perseverancia, precisión en el cumplimiento de las metas trazadas. El compromiso consigo mismo es una promesa cumplida en un lapso de tiempo académico en se fijan metas de evolución intelectual a través de lectura, la escritura la investigación que comprenden la ejercitación física y espiritual para forjar la integralidad de la persona

La autoevaluación se compone entonces de tres momentos. Primero, el antes, reconocimiento de los presaberes frente a los retos que plantea el nuevo período académico. El eterno retorno que llega con nuevas asignaturas, el reconocimiento de autores y corrientes de pensamiento hasta ahora desconocidos y la aprehensión de categorías conceptuales como dominio propio de evolución cognitiva. En este contexto, el ser humano en su formación inicial está rodeado de relatos: historias de los abuelos, vivencias contadas por los padres, cuentos, leyendas, mitos y toda aquella información que implica en los primeros años de vida el aprendizaje del lenguaje oral, de la que surgen la imaginación, la fantasía y la creatividad, así como, el acercamiento a la palabra escrita. En este momento crucial, se manifiestan los agentes de socialización: la familia, la escuela y la sociedad, en conjunto con los textos, las tareas, los escritos y las relaciones con los compañeros de estudio. Esta sucesión de hechos favorece en los individuos la necesidad de reconocer relatos para la construcción de historias que reflejen puntos de vista, posturas propias ante la realidad y de esta manera garantizar su evolución académica e intelectual.

Segundo, el durante, de manera racional escribir sobre el aprendizaje en cada fase del quehacer académico que configura procesos de indagación sobre temas de interés intelectual e investigativo. La conciencia de un proyecto de vida desde lo intelectual y lo académico se construye con el acompañamiento de la familia, los compañeros de estudio e incluso de los profesores. En este momento se forja la autonomía, la autodeterminación, en general los hábitos que demandan la evolución de las personas. Aquí es cuando surge la espiritualidad que implica sentimientos, pensamientos y acciones que hacen del ser humano un agente socialmente activo.

Y por último, el después, el relato de la autoevaluación como un compromiso personal para el cambio, la oportunidad de mejoramiento mediante la autocrítica en el cumplimiento de los compromisos consigo mismo. La voluntad, la razón y el libre albedrío son alicientes poderosos para dar continuidad al camino trazado de evolución personal en el ámbito intelectual para la consecución de los objetivos que marcan cada proyecto de vida. De ahí surgen anhelos, sueños, propósitos y actos de fe que fundamentan la creencia es él mismo como gestor de sus propios sueños y realidades.

La autoevaluación requiere libertad de acción, motivación y estímulo permanente de los entornos familiar y social y el esfuerzo incansable que garantice a las nuevas futuras generaciones un futuro mejor rodeado no solo de creativos o ambientalistas, sino ante todo de buenos seres humanos. De nuevo, de manera prospectiva se plantean nuevos interrogantes que comprometen las prácticas de lectura y escritura: ¿Qué lecturas fueron relevantes? ¿Qué lecturas quedaron pendientes? ¿Qué vacíos conceptuales quedaron de las interpretaciones realizadas? Y desde la escritura, ¿Qué escritos académicos y/o personales marcaron un hito durante el año académico? ¿Cuáles de ellos son dignos de reconstruir con fines de publicación?

Bibliografía

Le Corbusier (2001). Mensaje a los estudiantes de arquitectura. 10 ed. Buenos Aires: Ediciones Infinito. ISBN 987-96370-3-8

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