Entrevista a Adolfo Colombres

Otras vertientes de la cultura

Por: María Eugenia Torres Sarmiento
Comunicadora Social Investigadora y Docente, Azogues (Ecuador)

Conocer a  personajes de la talla de Adolfo Colombres, ha sido realmente un experiencia que ha enriquecido mi conocimiento sobre temas importantes como la cultura popular, nacional y  universal;  Culturas hegemónicas y culturas, subalternas  y otras vertientes de la cultura que me han permitido reflexionar  desde otra perspectiva. -En el mundo color de rosa de la cultura de masas-, como dice Colombres  y “las clases sociales se diluyen, y resulta extravagante todo proyecto de existencia que no pase por el consumo creciente de bienes y servicios, o más bien por los sueños del consumo, porque la verdad es que ella promueve una adoración de objetos que por lo general están fuera del alcance de las mayorías, especialmente en América Latina y el Tercer Mundo” (Colombres, A, 2011).

Adolfo Alberto Ramón Colombres.

Adolfo Alberto Ramón  Colombres, abogado por la Universidad de Buenos Aires. Tiene estudios  antropológicos, literarios y filosóficos. Ha sido Director Administrativo  de la Fundación Hallo para las investigaciones y las artes en Quito-Ecuador.

Entre 1978 y 1982 residió en México, donde fue asesor en materia cultural del Instituto Nacional Indigenista y dirigió el departamento de ediciones de la dirección general de culturas populares. Investigador y guionista de Cine de Latinoamérica y Maskay Cinematográfica, colaborando en filmes antropológicos y de ficción. Asesor de la subsecretaría de cultura de la provincia de santa fe.

Ha dirigido programas de rescate de la literatura popular e indígena de ese ámbito territorial. Consultor internacional del Instituto Andino de Artes Populares (IADAP) sobre el tema de las literaturas populares e indígenas de América Latina, en el programa regional “Cartografía de la Memoria”. Consultor del Centro Regional para la salvaguarda del patrimonio cultural inmaterial de América Latina (CRESPIAL-UNESCO). Catedrático, que dirige actualmente un Programa de rescate de la literatura oral y la cultura popular de Santiago del Estero, desde la Jefatura de gabinete de dicha provincia.

Desde hace  dos décadas es director editorial de ediciones del sol, del grupo Editorial Colihue,  y dicta conferencias y seminarios en el país y el exterior.

Tiene varias publicaciones de libros  y obras antropológicas, poniendo énfasis en la literatura popular, temas culturales, obras para niños y jóvenes, relatos y ensayos del mundo indígena y antologías del hombre y la naturaleza.

Ha recibido muchos premios literarios como el Premio del Concurso Bienal de Novela del Noroeste Argentino en 1972.

Premio Sudamérica de Lenguas y Letras, otorgado por el CEHASS a su obra literaria, con particular referencia a Karaí, el héroe.

Escritor de medios impresos, autor de varios audiovisuales y de cine, como la civilización maya, el proceso histórico de la cultura indígena (de México), ¿Qué es la cultura? y el Centro Ceremonial Mazahua.

Y en un contacto virtual propio de tiempos de pandemia desde la bella Argentina,  compartió sus experiencias de su trabajo en los procesos de cultura popular e indígena:

Entre otros aspectos significativos,  usted se refiere en un artículo a la gran importancia que tuvieron los procesos de reformas constitucionales de Ecuador y Bolivia, que asombraron al mundo al consagrar en el más alto nivel jurídico del Estado el Sumaj Kausay y los Derechos de la Naturaleza ¿Qué podría decirnos al respecto?

Lo que llamo “civilización andina” es un largo proceso de unos 7 mil años, en el que se sucedieron en la región altas culturas, que fueron dejando aportes de gran valor, a los que el Incario asimiló y ensambló, dotando al territorio de largos y accidentados caminos, declarados ya por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, a la vez que organizó el uso racional e igualitario de las tierras de cultivo. Se suman a esto un eficiente sistema administrativo y un ejército que pudo extender y consolidar sus conquistas, aunque estas en  varios casos no fueron tales, sino alianzas de pueblos atraídos por este proceso, como en el caso del Noroeste Argentino (NOA). Su territorio abarcó así  desde esta región y el norte de Chile hasta los Andes venezolanos, como la más importante de América del Sur, que hoy sigue aportando principios fundamentales para el futuro de la Humanidad, como el constitucionalismo ecológico promulgado por Ecuador y Bolivia, al que precedió los “Diez mandamientos para salvar al planeta, la humanidad y la vida”, presentado por Evo Morales en la Asamblea de las Naciones Unidas.

¿Qué puede apostar hoy la intelectualidad crítica a una cultura verdaderamente democrática y el mejoramiento humano? ¿Cuáles serían nuestras utopías legítimas?

Estas fueron varias en los siglos XIX y XX, a las que abordo en mi libro América como civilización emergente, publicado en Argentina, España, Venezuela y Cuba, pero nuestros intelectuales y clases dominantes optaron finalmente por uncir a Nuestra América al destino del Occidente cristiano, abandonando el proyecto de forjar una civilización propia. Esto implicaba, e implica, negar la identidad profunda de nuestros países, alienándolos en lo simbólico para que vuelvan la espalda a su proceso histórico y sus valores ancestrales, los que hoy se ven desarticulados por la exaltación del consumo como el mayor, o el único, gran sueño de la humanidad. Y esta entrega de nuestro destino no fue obra de los pueblos originarios, sino de una clase alta y media colonizadas, que las siguen viendo como el reino de la barbarie y el atraso, sin comprender que la verdadera barbarie reside hoy en el capitalismo en su fase neoliberal, que está devastando el mundo. Los pueblos originarios, o lo que dejaron de ellos, aún se empeñan en salvar al planeta, de rehumanizarlo con sus propuestas, civilizando para ello a los antiguos “civilizadores”. Y son los pueblos andinos los que mayores aportes están haciendo en esta dirección. Yo me siento parte de ellos, por haber nacido en el Noroeste Argentino, donde terminaba el Incario, y reforzado luego en mis viajes a Bolivia y Perú, y los casi tres años que viví en Ecuador.

¿Qué experiencias tuvo al abordar los procesos de descolonización del arte indígena, tanto tradicional como actual?

Me sumergí en este tema de la descolonización del arte en el libro Hacia una teoría americana del arte, que hicimos con Ticio Escobar, de Paraguay, y Juan Acha, de Perú, base que me permitió escribir luego mi libro clave sobre este tema, Teoría transcultural del arte. Hacia un pensamiento visual independiente, publicado en Argentina, México, Venezuela y Cuba.  Esto no tiene que ver solo con lo indígena, sino con los niveles más filosóficos de la Estética, en los que el mundo académico, salvo excepciones, se ocupó de legitimar esta entrega simbólica. Es un tema complejo, al que dediqué ya varios seminarios en Argentina, México, Bolivia, Paraguay y otros países.

¿Por qué que hoy, más que nunca, se presenta la necesidad de extremar el pensamiento crítico en estos temas de la descolonización de los imaginarios?

Porque hacen ya dos décadas que entramos en el siglo XXI, y aún Nuestra América no sabe lo que es, si una civilización nueva o el furgón de cola de Occidente, como alguien dijo, una copia imperfecta de él. En el tratado de UNASUR el tema de la cultura (y no el de la identidad, de la que no se habló) está al final (creo que el Nº 19 de sus 20 puntos), y no se dice nada relevante, algo que se parezca a una opción civilizatoria, a pesar de que el Instituto Olin de Estudios Estratégicos de la Universidad de Harvard, bajo la dirección de Samuel Huntington, había admitido ya, después de pensarlo mucho, que “Iberoamérica” (así nos llama, como si no hubieran aquí importantes culturas ) sería una de las ocho civilizaciones que se disputarían el escenario del mundo en este siglo XXI. O sea, nos veían ya, antes de entrar en este siglo, como una civilización emergente, algo que nuestros intelectuales aún vacilan en admitir, como si temieran caer en el ridículo. Asumimos este concepto de civilización apoyándonos en Guillermo Bonfil Batalla, quien consideraba que era esta la única manera de medir la trascendencia de los problemas y de reconocer la capacidad y las potencialidades de un pueblo. Es en este marco, añade, donde adquieren sentido y  se potencian las formas propias de estructurar las redes simbólicas. Ya en 1837, el jurista argentino Juan B. Alberdi decía en su tesis doctoral que un pueblo no alcanza el estadio de civilización sumándose al proyecto de otro pueblo, sino tomando conciencia de su ser en el mundo, de su identidad y especificidad cultural. Y cerraba este pensamiento con la afirmación de que “ya es hora de que la filosofía mueva los labios”. No, claro, para estirarse en glosas del pensar ajeno, sino para construir su propio relato, su verdadera identidad, desmontando con su capacidad analítica los conceptos que deforman y cubren lo real. Y a ella se suma hoy la antropología.

Se habla de instaurar desde la educación la salvaguarda de la propia cultura,  defendiendo nuestra identidad y valores humanos frente a una globalización que los niega con su culto a la mercancía ¿Cuáles serán a su juicio los desafíos que debe asumir esta empresa?

Desde ya que la educación, en todos sus niveles, debería ocuparse de hacer tomar conciencia a los educandos de la historia y los valores del pueblo a los que pertenecen, pues no hacerlo es entregarlos atados a la sociedad de consuno y sus “valores” pretendidamente universales, y no universalizados por el gran capital. O sea, de educarlos en los cánones de su propia matriz cultural, para que no sean arrastrados a la era del vacío. Añadía Bonfil Batalla que aceptar la pérdida de un futuro propio es aceptar la pérdida del futuro, la recolonización en marcha, hoy fortalecida por la virtualidad, la que va aboliendo el peso de nuestros cuerpos, y optando por la vía del subdesarrollo, por la eterna inmadurez. Una democracia real y no meramente formal, dócil, calcada de Occidente y al servicio de su proyecto de dominación mundial, en el que se presenta como “interculturalidad” a la destrucción de las matrices simbólicas que sostienen y alimentan su diversidad cultural.

Tengo curiosidad por conocer qué contiene su brillante obra  denominada  El resplandor de lo maravilloso o el reencantamiento del mundo  ¿Qué nos podría decir  sobre este tema tan interesante?

Este ensayo se complementa con otro anterior, Poética de lo sagrado. Una introducción a la antropología simbólica. Pensé en un principio que si deseamos combatir la era del vacío en que vivimos debemos apelar a todos los recursos creados por la especie humana para significar la vida y eso que llamamos “realidad”. Ambos ensayos tienen una larga introducción y luego una serie de capítulos (el primero 26 y el segundo 37). Está próximo a ser editado otro que se titula Los bajos fondos del arte. Sobre la forma, la sombra y la ausencia, con alrededor de 85 capítulos. Este será el quinto libro dedicado al mundo simbólico, los que se proponen mostrar la riqueza de los imaginarios frente a la pobreza de una razón que siempre la ha despreciado, y que pese a sus buenas intenciones iniciales terminó poniéndose al servicio del poder, y hoy al de la rentabilidad del capital, olvidándose ya de sus intentos de liberar al hombre de las viejas opresiones. El primero de la serie, Seres mitológicos argentinos, reúne 515 seres mitológicos de este país, con casi cien ilustraciones de caracterización visual. El segundo se titula Imaginario del paraíso. Ensayos de interpretación, que es un recorrido por los cinco continentes para indagar lo que sueñan las culturas para después de la muerte, y su fórmula podría cifrarse en un “Dime lo que sueñas para después de tu muerte y te diré lo que vales”. Una pregunta, claro, que no va dirigida a individuos singulares, sino a las culturas. Sobre esta base escatológica se miden la belleza y las miserias de los imaginarios.  

¿Cuál es el significado y concepto claro de folklore en nuestros países ricos en tradiciones?

El concepto de “folklore” tiene ya un siglo y medio y debería a mi juicio desaparecer, para ser reemplazado por el de cultura popular, indígena o afroamericana a la que se refiere. Es decir, nombrar la matriz cultural que la caracteriza y no una carencia o situación. Su origen es romántico, hijo del pensamiento de que el progreso terminaría destruyendo a las culturas tradicionales, por lo que había entonces que ponerlas a salvo de los fuegos de la Historia para no quedarse sin identidad, algo que debe permanecer sin cambios, fosilizado. Pero toda cultura que no cambia muere, es desplazada por otras más vitales y que solucionan de algún modo, aunque a un alto precio, los problemas de tales sectores de la sociedad. En todos los sistemas simbólicos se enfrentan la cultura tradicional, que se resiste al cambio, y otra actual que los menosprecia, y de esa dialéctica surgen nuevas formas, las que pueden ser aculturativas, cuando se rinden sin condiciones ante el sector dominante, o propias, cuando sin rechazar las nuevas formas las acomodan a su identidad profunda, convirtiéndolas en cultura apropiada.

 Usted participa de un proyecto de multidiversidad a nivel de las matrices simbólicas de los pueblos originarios y otros que se le asemejen ¿Este proyecto permitirá a las culturas andinas avanzar en los procesos de descolonización ya en marcha en este vasto territorio?

Sí, claro, aunque empiezo por aclarar que no se trata de algo mío, sino que surgió en Cochabamba, Bolivia, como un concepto distinto al de universidad, creado  para dotar de un sustento teórico actual a los saberes ancestrales, que no pertenecen a individuos sino a pueblos que los fueron modelando en lentos procesos a lo largo del tiempo, como en el caso de la civilización andina. El pensamiento académico, en cambio, pertenece siempre a una persona singular, y cae en la esfera del culto a la personalidad. Los saberes ancestrales, en cambio, carecen de autores y hasta de intérpretes, pues presentarse como tales es un comienzo de apropiación indebida. Todos nos servimos y enriquecemos nuestra cultura en la interacción diaria, pero no somos dueños exclusivos de ella.

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