Identidad rural en riesgo

Entrevista a Holguer Mariano Jara Chávez

Por: María Eugenia Torres Sarmiento
Comunicadora Social Investigadora y Docente, Azogues (Ecuador)

Holguer Mariano Jara Chávez, Antropólogo, Psicólogo y Arqueólogo. Magister en Arqueología e Identidad Nacional. Especializado en Técnicas arqueológicas, PNUD/UNESCO Cuzco-Perú. Restauro all´Universitá di Perugia, Italia. Arqueología de monumentos galo-romanos, Université Catholique de Louvain, Bélgica. Conservación de la piedra,  ASDI,  Stockolm – Suecia.

Arqueólogo del Museo del Banco Central del Ecuador (1976 – 2000). Jefe de Investigación Arqueológica del FONSAL – IMP, del Municipio de Quito (2000– 2014)  Profesor titular de Antropología y Arqueología de la Universidad Central del Ecuador, Universidad Andina, Universidad de Los Hemisferios (1990 – 2014).  Director de Museos varios: Nacional del Banco Central, Museo Antonio Santiana de la Universidad Central, El Huayco en la Provincia de Bolívar, Tulipe, Rumicucho, Rumipamba y La Florida  (1986-2014).

Ponente en Congresos, Simposios y Encuentros Nacionales e Internacionales (Cuba, España, Italia, Perú, Korea del Norte, etc.).  Actualmente Consultor internacional y Director del Proyecto Museo Etnográfico de la Agricultura y Ruralidad de Ecuador MusEARE, en Guaranda

Entre sus publicaciones: El pucará de Rumicucho. Miscelánea Antropológica.  Museos del Banco Central del Ecuador. Quito (1984); La Síndone. Museos del Guayco. Ed. FEPP. Quito(1986); Mura poligonali precolombiane e la conservazione della pietra (1989) . Assessorato alla Cultura.  Comune di Alatri, Alatri-Italia; La conservación de Ingapirca. En La nueva imagen de Ingapirca. Ed. Monsalve. Cuenca (1995). El patrimonio Cultural de Quito y la nueva gestión del Fondo de Salvamento FONSAL En Revista de la construcción (2001). TULIPE Y LA CULTURA YUMBO, Arqueología comprensiva del subtrópico quiteño. 3 tomos. Biblioteca Básica de Quito, FONSAL-QUITO (2006). Kitu, antes de San Francisco de Quito, TRAMA (2007). Los Culuncos: red vial de los Yumbos en el Subtrópico noroccidental de Pichincha. En: Los caminos en el Ecuador. Macshori Ruales Editora. Quito (2009). Atlas arqueológico del Distrito Metropolitano de Quito, 3 tomos, G.ká Proyectos de Comunicación, Quito  (2010).

Ha obtenido  varios premios internacionales y reconocimientos como  el premio  GUBBIO por proyecto Tulipe, Buenos Aires (2009); PREMIO REINA SOFIA por proyecto Tulipe, Madrid (2011);Condecoración Congreso Nacional por aportes a la Cultura Nacional (2008); Condecoración por el Consejo Provincial de Pichincha, por Atlas arqueológico y Premios internacionales alcanzados (2012); Condecoración Vicente Rocafuerte de la Asamblea Nacional por aportes a la Cultura (2012); Premio Guacamaya de Oro, concedido por el GDAI de El Cañar, Capital arqueológica y cultural del Ecuador por trabajos en Ingapirka y Cañar  (2015).

Holguer Mariano Jara Chávez.

El tema: “Identidad rural en riesgo”, en resumen se refiere a una investigación, diagnóstico y propuesta de rescate y puesta en valor de un patrimonio identitario agrícola y rural. Muy pocas veces iniciamos una entrevista entendiendo en primer lugar sobre el concepto básico de antropología, cultura y etnografía. ¿Podría darnos rasgos generales sobre estos términos?

Así es, se trata de una investigación realizada en la provincia de Bolívar, cuyas manifestaciones culturales están íntimamente relacionadas con el trabajo agrícola y la vida campesina.

Si usted y sus distinguidos lectores me permiten, voy a ser extremadamente sencillo y didáctico en la exposición de estos conceptos: La Antropología es la ciencia que estudia al ser humano. Un médico, un psicólogo, un sociólogo, etc. ejercen su respectiva profesión tratando a personas; por tanto, la ciencia antropológica aglutina a todas las disciplinas que tienen como objeto de análisis físico, mental, social y espiritual, al ser humano.

Ahora, ¿qué se entiende por Cultura? Pues sencillo, Cultura es el conjunto de manifestaciones que caracterizan o distinguen al ser humano como tal. Entre las principales manifestaciones están el lenguaje, las artes, las costumbres y tradiciones, los mitos, ritos y símbolos, la religión, la agricultura, las ciencias, el trabajo, los instrumentos, herramientas y todo lo que el hombre ha inventado, etc., manifestaciones que pueden ser tangibles y muchas, intangibles.

La Etnografía por su parte, permite describir y analizar metodológicamente las costumbres, prácticas, creencias, territorios, espacios y formas de vida de una comunidad, pueblo o nación. Es decir, esta disciplina también se deriva de la antropología social.

Típico paisaje cultural agrícola de la Provincia de Bolívar (Illapa, pié del Hundulagua).

Como conocedor del entorno ecuatoriano a plenitud ¿sería interesante conocer sobre la fisonomía natural antrópica del Ecuador?

Interesante su pregunta. Para responderla, es necesario ponernos frente al espejo, mirarnos y descubrirnos. Esto se logra mediante, primero una introspección antropológica, luego un reconocimiento real y sincero de lo que somos y tenemos, o sea de “lo nuestro”, “lo propio”, para después establecer diferencias respetuosas con comunidades sociales y regiones naturales foráneas; es decir con “el otro”.  Ecuador tiene sus extraordinarios pisos ecológicos con alta bondad productiva, lo cual ha sido aprovechada antrópicamente mediante una actividad fundamental como es la agricultura. Esta a su vez, ha marcado un sello inconfundible de identidad genuina en el habitante de este territorio: el ecuatoriano se ha desarrollado y mantenido como agricultor. Igualmente, este espacio territorial fue, es y debería seguir siendo espacio bendecido para agricultores.

Este tema importante es resultado de investigación sobre problemáticas detectadas en un diagnóstico. ¿Frente a ello, cuáles son las manifestaciones urbanas versus campesinas y cuál es la muestra rural identitaria ecuatoriano andina?

Las manifestaciones urbanas, si bien teóricamente no son opuestas o contrarias, tampoco son equitativas o simétricas, con las campesinas. El rostro urbano se manifiesta o se deja ver, embellecido con servicios de salubridad, educación, estética y más derechos de calidad de vida; mientras la fisonomía campesina aparece desprovista de aquellas comodidades, pero simbióticamente inmersa en un diálogo con la madre naturaleza a través de la agricultura y la convivencia cotidiana.

Como muestra identitaria ecuatoriano andina hemos tomado a la provincia de Bolívar, prototípica de la actividad agrícola y vida campesina, ubicada geográficamente en el centro del país y partícipe de territorios serranos y subtropicales.

Podrías contarnos un poquito sobre aquellas raíces de identidad y aquel nexo con la agricultura

Con gusto: Para comenzar, debemos tener presente que hace 4.500 años antes de Cristo, los grupos humanos nómadas se volvieron sedentarios, justamente por la domesticación de ciertos animales y plantas, la invención de la cerámica y la edificación de viviendas; desde luego, sin abandonar la cacería y los abrigos naturales. Este proceso evolutivo se dio en todo el mundo y – en mi modesto criterio- es el más trascendental en la historia de la humanidad. El hombre comienza a “dialogar” activamente con la naturaleza; la selecciona, desbroza, cultiva, cuida y somete; mientras la tierra, el agua, las estaciones le corresponden con productos multiplicados. Así nace y se desarrolla la agricultura. Actualmente, 3 de cada 4 bolivarenses viven en el campo y se dedican a la agricultura. Por tanto, sus nuestras raíces de identidad son profundas, son beneficiarios de la actividad agrícola y su rostro identitario es y sigue siendo de agricultor.

Peñones rocosos con evidencias arqueológicas de abrigos tempranos en Salinas de Bolívar.

El patrimonio etnográfico y la misma cosmovisión del agricultor sufren un efecto de aculturación o enajenación de lo propio y se encuentran en inminente riesgo de desaparecer. ¿Por qué razones considera que se da esta realidad social?

Bueno, hay varias, pero las que yo he podido comprobar en mi investigación, no solo en Bolívar, sino también en otras provincias ecuatorianas y en los países andinos, entre las más agresivas están: la globalización de ciertos productos alimenticios “más sabrosos, rápidos y exóticos”, según confiesa la gente; luego, quizá la más determinante, la introducción de maquinarias, ingredientes químicos y equipos modernos más efectivos que, si bien son costosos, ahorran tiempo y fuerza de trabajo. Después, la competencia desigual con otros países y la importación de productos elaborados, que obligan a abandonar los sistemas agrarios y generan una frustración constante en el campesinado. Por otro lado, las nuevas generaciones muestran una fuerte preferencia por la ciudad, por las nuevas profesiones técnicas e inclusive por la emigración hacia otras economías.

Por tanto, el proceso de aculturación es aniquilante y, como es obvio, sus consecuencias ya se manifiestan en la renuncia de las tradiciones agrícolas, la imitación a la vida citadina y la decadencia de la valoración identitaria de “lo propio”. La cosmovisión de sus ancestros recientes, no se diga de los primigenios, está en seria crisis.

Trilla de trigo con la tradicional usanza de los animales.

¿Cuáles consideras como alternativas para dignificar la identidad de la muestra?

No tenemos recetas para contrarrestar las “anomalías” que lesionan la originalidad  e integridad de una identidad cultural, cuando de por medio está ese motor insostenible del advenimiento de nuevos cambios, readaptaciones, inventos y evolución. No debemos quedarnos en el pasado, pero sí conocerlo y valorarlo para que las innovaciones tengan buenos cimientos. Es decir, nuestra investigación sobre la agricultura y ruralidad se orienta hacia el reconocimiento, puesta en valor y difusión de las bases y cualidades identitarias de los ecuatorianos, mediante la recolección, interpretación y exposición museográfica de los vestigios tangibles e intangibles de esa identidad.  Creemos que esta alternativa sí contribuye a dignificar no solo la muestra bolivarense, sino todo el universo poblacional ecuatoriano, que igual como los otros países andinos, estamos cayendo en una macro aculturación.

Agricultor inka con su herramienta “chaquitaglla”. Guamán Poma de Ayala.

Dentro de tu investigación se habla de que la lengua kichwa  a finales de siglo estaría extinguida en ecuador y en la mayor parte de la región andina, ¿cuáles son los resultados que te llevan a concluir esta realidad?

No es un mal presagio, pero usted y sus lectores se darán cuenta que el monolingüismo del kichwa está extinguido; los indígenas se sienten obligados a expresarse en castellano con los otros grupos. Más aún, las mismas generaciones indígenas nuevas prefieren el castellano y, si hablan las dos lenguas, lo hacen en un bilingüismo unilateral, solo de mercado o de relaciones de trabajo; los otros, blancos o mestizos, “no se rebajan” a aprender el kichwa. Lo más triste está en que, muchos indígenas y/o campesinos aculturados, no hablan bien ni castellano ni kichwa.

Por otro lado, el sistema educativo, los medios de comunicación, los modernos medios digitales están estructurados en función del “idioma oficial o nacional”. Cierto es, hay iniciativas culturales y políticas a favor de los idiomas ancestrales, pero van contra corriente frente al proceso agresivo de globalización, fenómeno que no se puede detener.

En Ecuador como toda el área andina, encuentro un notorio segregacionismo citadino (castellano) versus indígenas (kichwa).

Para responder cuantitativamente su pregunta, le diré que en mi muestra,  hace 10 años el 25.4% se autoidentificaba como indígena (Censo 2010 según la cultura y costumbres), pero solo el 20% (?) hablaba el Kichwa. Hoy, no llegan al 16% que practican esa lengua (33.000 de 210.000 de habitantes bolivarenses). Es minoría. La proyección es clara: para finales de siglo y probablemente antes, el kichwa será una nostalgia.

Luego de un análisis diagnóstico y estudio, cuales son las propuestas para la implementación de un museo etnográfico, que por cierto sería el primero del país y del área andina sobre la agricultura y vida del campo. y en donde debería estar ubicado, salvando las grandes ciudades que siempre son las que acaparan el centro de importancia en temas culturales.

Aquel proceso acelerado de aculturación, de renuncia consciente o inconsciente de “lo propio” y la posible pérdida de identidad, nos ha llevado a proponer el montaje de un gran Museo Etnográfico Nacional que reúna y exponga los materiales culturales relacionados con la tradicional agricultura y la cotidianidad rural. Para el efecto disponemos de un edificio emblemático en la ciudad de Guaranda, el antiguo Hospital de Jesús, que fuera construido en los años 30 del siglo pasado. En sus grandes salas se expondrán herramientas y artefactos de la agricultura tradicional, así como materiales culturales del convivir rural que están por desaparecer. Los guiones museológico y museográfico contemplan exposiciones del origen y evolución del hombre y el universo, arqueología del Ecuador resaltando piezas que se refieran a la domesticación, agricultura y sedentarismo, herramientas de siembra, cultivo y cosecha, tipologías arquitectónicas rurales, saberes ancestrales, medicina natural, religiosidad, religión y fiestas, textilería y vestimentas, gastronomía, arquitectura hospitalaria y medicina occidental en honor al edificio contenedor del museo, etc.

Ciertamente se trata de un proyecto ambicioso, el primero en Ecuador y Región Andina. Su ubicación es estratégica, pues se halla en el centro del país, en un territorio agrícola y rural, con decisiones a desmarcarse del olvido de los gobiernos centralistas y de las preferencias otorgadas con museos, centros culturales y conmemoraciones rimbombantes solo a determinadas “ciudades más grandes”.   

La etnografía hace ver al turista extranjero el rostro e identidad de las últimas y actuales generaciones de un país, los materiales etnográficos y técnicas estéticamente expuestos, recrean la memoria  social de propios y extraños

En efecto, los materiales etnográficos museográficamente expuestos generan momentos, no solo de recreación e información como pretenden los actuales museos del mundo, sino también de reflexión y de encuentro sentimental, afectivo e intercultural, pues el visitante extranjero inmediatamente compara lo que está viendo con lo suyo; establece una competencia entre lo que oyó, vio y vivió en su espacio y lo que está constatando acá; experimenta y siente identidades.

El antiguo Hospital de Jesús de Guaranda, sede del Nuevo Museo de la Agricultura y Ruralidad de Ecuador

¿Qué importancia tiene la museología y la museografía en el ámbito nacional e internacional? ¿El pensar en un gran museo o gran centro cultural etnográfico con sus investigaciones, generaría iniciativas de emprendimientos sustentables en beneficio propio de grupos comunitarios?

Bueno, en todos los países encontramos esa ilusión por mostrar “lo propio” de la mejor manera. Existe un competitivo afán académico para exponer el patrimonio arqueológico, el artístico y también el etnográfico.  En nuestro proyecto, el MusEARE (Museo Etnográfico de la Agricultura y Ruralidad de Ecuador) mostrará los materiales rescatados en la provincia de Bolívar y el país, cuyo valor es absolutamente cultural y nada sensacional. Sin embargo, su valoración repercutirá en acciones, iniciativas y emprendimientos relacionados con artesanía, arte culinario y promociones turísticas del quehacer campesino. 

Cotidianidad rural. Sala etnográfica, museo de Tulipe, diseñado por el mismo investigador (modelo de exposición etnográfica).

Realmente los conceptos de temporalidad, territorialidad, evolución y cultura material, ¿corresponden a una visión identitaria integral del hombre de campo?

Sí, nuestro proyecto da énfasis a las manifestaciones culturales más recientes, sabiendo que se derivan de un largo proceso evolutivo ancestral; se identifica como un museo que muestra la bondad de la tierra, la sencillez de la vida campesina y la genialidad del agricultor que día a día ejecuta la única verdadera revolución antrópica como es la agricultura, gracias a la cual la humanidad subsiste.

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