Nuevas ruralidades y nuevas formas productivas en el campo
Por: Leonardo Andrés Ballesteros Pedraza
Colombia
El abanico de posibilidades que se plantean sobre el balance de las nuevas ruralidades (NR) en América Latina y en Colombia puntualmente, no es tan fácil de representar en las prácticas rurales de los campesinos, dado que muchas de las formas rurales de desarrollo, tienen poca sistematización y muchos de los estudios que se realizan en las mismas, tienen poca claridad que lo que significan las NR; esto debido a que lo anterior nos permite mirar las nuevas modalidades del campo, bajo la égida de un concepto que es más rico en prácticas y experiencias campesinas, que sobre innovaciones metodológicas.. Por tanto, en el balance que encontraremos a continuación, las NR harán especial énfasis en proyectos que se gestan en lo rural, con respecto a tensiones poblacionales, urbanas, técnicas y de promoción en general.
Las NR han permitido la visibilización de sectores de la población, que el trabajo agrario no privilegió por la propia identidad del campo, asociado al trabajo masculino que apuesta por la afirmación del trabajo del obrero a destajo, como empleo libre que se hace en las grandes extensiones de tierra, mediante la fuerza del trabajo del varón, en fincas y haciendas campesinas de cada región. Es así como una de las tensiones que revisan las NR son las formas y dinámicas en que el empleo ha ido mutando a otros tipos de labores, que no tienen nada o poco que ver con lo agrario y, por consiguiente, se hacen en la ruralidad y desarrollan otros tipos de ejes productivos y simbólicos en las regiones.
En esta misma dinámica, las poblaciones de mujeres, jóvenes y personas de la tercera edad, emergen viabilizando otra estructura de posibilidades, no necesariamente con mejores resultados, pero si visibles desde las necesidades de lo rural; es así como en el porcentaje de mujeres campesinas, indígenas y afrodescendientes que viven en lo rural, “en el 2002, un 54% de las mujeres rurales mayores de 15 años no tenían ingresos propios, proporción que disminuyó al 39% el 2014. En cambio, solo el 17% de los hombres rurales no disponían de ingresos propios en el 2002, proporción que se redujo a un 12,7 % el año 2014. Esta situación es especialmente preocupante si consideramos que alrededor del 67% de las mujeres ocupadas percibe un ingreso menor al salario mínimo”. (FAO). Esta realidad, permite observar que la visibilidad de nuevas poblaciones rurales, no necesariamente se corresponde con el desarrollo de las poblaciones en condiciones óptimas de vida, proceso que en Colombia ha venido mutando hacia otros procesos de las actividades económicas, sin la prevalencia que debería tener hoy en día lo rural.

En el caso de México el nivel de nuevas poblaciones que acceden desde lo rural a la actividad económica, ha estado vinculado al ejercicio de nuevas actividades rurales de emprendimiento, que buscan resarcir los condicionamientos tradicionales, desde nuevas organizaciones sociales, como remedio a la situación de precariedad en América Latina del empleo en clave de género y poblaciones vulnerables.
Las empresas comunitarias que perviven en la organización de la ruralidad en América Latina, han visto en la riqueza patrimonial, ecológica y del medio ambiente una fuente esperanzadora de actividades productivas, con un bajo –por ahora- nivel de ingresos, los cuales involucran las experiencias orales de la tradición ancestral campesina, en la promoción de los territorios y la protección del mismo, desde diferentes tipos de turismo; uno de los cuales ha ganado mayor impacto, es el turismo rural comunitario, que condensa diferentes elementos del patrimonio y la riqueza cultural de las comunidades, el cual se hace no solo para desarrollar las regiones, sino para privilegiar la primicia de los saberes locales de las comunidades rurales, ya sean indígenas, campesinas o afrodescendientes, “entre dichas manifestaciones figuran la cosmovisión del mundo, las formas de organización, el baile, la vestimenta, la gastronomía, el teatro, la artesanía textil, los saberes en el uso de plantas medicinales y la producción agropecuaria andina. Esta característica favorece los procesos de intercambio cultural con personas de diferentes partes del mundo, que tienen la particularidad de establecerse en el plano de lo cotidiano” (CODESPA).

Las iniciativas comunitarias se han desarrollado para generar y socializar los saberes en otras regiones de América Latina, como Argentina, Costa Rica, Perú, Paraguay, Ecuador, Chile y Nicaragua, entre otros; en el caso de Colombia, en Córdoba en los Montes de María, se generan iniciativas para comunidades en conflicto; en Bogotá en la vereda de Chorrillos y en Cundinamarca en el municipio de Tabio, Cundinamarca en el que se destaca el ejercicio productivo de Olga Moráles y orgánicos Huaie.