Meta, la metástasis social
Por: Mateo Sebastián Silva Buestán
Director Colección Taller Literario, Cuenca (Ecuador)
Hace algunas semanas más de la mitad del mundo se congeló debido a la repentina caída de las principales -mayormente usadas- redes sociales. El desliz de Facebook, Instagram, Messenger y WhatsApp, además de la exacerbada desesperación de los acérrimos usuarios, ocasionó gigantescas pérdidas de toda clase. Lo sucedido a principios de octubre da testimonio de la tremenda tenebrosa total dependencia de los medios digitales. Mediada la mañana del lunes cuatro del décimo mes, de un momento a otro, se dejaron de enviar y recibir mensajes, de mostrar notificaciones, de sugerir publicaciones, de recomendar promociones. En este período de tiempo, que se extendió por casi un cuarto de día, se pausaron todos los videos, así como las vidas de millones, millones de personas.
Respecto al abrupto cese de las mallas virtuales, tanto su creador como los principales directores intentaron tranquilizar a las masas. Ellos aludieron que este detenimiento se trataba de un imprevisto ¨apagón¨ debido a algún desperfecto de los servidores. Después manifestaron que todo estaría bajo control, que no había que preocuparse por los rumores de pérdida de datos e información. Finalmente, se disculparon por las falencias de sus plataformas y exhortaron a estar más conectados que nunca. Una vez de vuelta -o devuelta- la conexión, las imágenes ¨graciosas¨ que se hacen llamar ¨memes¨, no pasaron inadvertidas pues fueron supremamente intensas en hallarle una explicación nada lógica al desenchufe de esas redes que tan bien atrapan.
Sin embargo, y sin ánimo de pecar de conspiracionista, parece que la realidad era otra. El pasado septiembre, una exempleada del mastodóntico Facebook quien venía denunciando varias irregularidades de la empresa varios meses atrás, entró al ojo del huracán al momento que su delación empezó a tener reflectores. Resulta que sus acusaciones derivaron en la apertura del caso ¨Papeles de Facebook¨. Las demandas hacen alusión a pruebas que incriminan al conglomerado de plataformas citadas anteriormente de anteponer sus ganancias por encima de la seguridad de los usuarios. Del mismo modo, se habla de estudios que afirman la terrible incidencia de las redes sociales en la deformación del carácter y gestar trastornos psicológicos en los adolescentes, féminas principalmente. No es arcano la presión que imponen las redes sociales con el propósito de establecer físicos o estilos de vida idóneos. Tampoco es secreto la injusta selección de ¨contenido sensible¨, mediante la cual se prohíbe material que debe ser mostrado y, en contraparte, se permiten ver atrocidades.
Ahora, con todo lo mencionado, cabe cuestionarse si fue realmente imprevisible la interrupción de las colosales urdimbres tecnológicas. Indudablemente queda la duda. Más bien se podría señalar que ese espectáculo se debe a una artimaña muy bien pensada. Artificio realizado a fin de lavar la ropa sucia en casa y deshacerse de las prendas que no se ajustan al cuerpo regordete relleno por la mórbida embutición pandémica. Aquellas horas de desconexión significaron seis mil millones de dólares menos para el supremo hacedor de Facebook, pero tal cifra es apenas una púa en la anatomía de un puercoespín. Por otra parte, otros aseguran que, tras bambalinas del supuesto fallo de las redes sociales, se presentaba el prefacio de una guerra virtual. Lo cierto es que esta momentánea parada demostró, tristemente, cuan unido se ha vuelto el Hombre a un aparato que cabe en el bolsillo, a un par de redes que lo mantienen sintonizado con el exterior.
Andados más los tiempos, a finales de octubre, en pretexto de desviar la atención de tanta polémica, se hizo pública una inquietante noticia. Es así que, la amalgama de redes sociales que dominan el planeta cambiarán de marca y pasarán a operar bajo el nombre ¨META¨. Debe indicarse que esta variante de denominación no viene sola, ni bien acompañada. La última intención de META, dejando de lado las múltiples ¨mejoras¨, es la creación de lo que sus propios auspiciantes han llamado ¨METAVERSO¨, una referencia a universo, prefijada del nuevo título de la compañía.
Lo que pretende el METAVERSO es crear un mundo virtual en el que se pueda ¨vivir¨ como si se tratase de la Tierra misma. Es decir, buscan sustituir todas las experiencias, vivencias por patrones algorítmicos que emulan emociones, sensaciones, sentimientos, lo que nos hace Humanos. Se ha expuesto que dicho proyecto será ejecutado en menos de dos décadas. De tal situación, ya existen indicios. Seguramente, lo más observadores ya se percataron que, al abrir la aplicación WhatsApp se visualiza en el centro inferior de la pantalla del celular la palabra y el logo de META. Si no la ha visto, agarre el teléfono y constátelo.
De por sí cuesta mucho distinguir la ¨realidad¨ -si es que existe- de la ficción; entonces, ¿qué esperar con las nuevas invenciones? ¿Qué sucederá en un futuro no muy lejano cuando las gafas 3D y los cascos virtuales se tomen las ciudades? La palabra ¨futuro¨, desde ya, toma una forma oscura, suena aterradora. Al final, las películas ¨futuristas¨ que se pensaban exageradas, descontextualizadas describen con punto y coma el devenir del universo. Muy probablemente, un par de lustros después ya no sea necesario dormir; en cambio, llevaremos un puerto ¨USB¨ anclado al cuello, para que cuando el cansancio aparezca, nos conectemos, despavoridos, al interruptor más cercano.
Incluso el presente es terrorífico. Si nos detenemos a pensar, es posible que el apabullante desarrollo tecnológico haya traído más desventajas que ventajas. Si bien es cierto, el avance informático ha facilitado un montón la vida, pero ¿a qué costo? Es suficiente con observar que vamos por las calles, casas, trabajos, escuelas, medios de transporte, restaurantes, parques… clavados al móvil. Ahí, viviendo por vivir. Autómatas subyugados por los likes, comentarios, reacciones, juegos en línea, lelas risitas. Estamos condicionados y manipulados por el sonido y vibración que emite el teléfono ¨inteligente¨. Es increíble como la escasa libertad que poseemos, se ve aún más limitada al ser esclavos tecnológicos: Facebookdictos, Instagramdictos, Tiktokdictos.
Lo peor del caso es que se tiene la imperiosa necesidad, mejor dicho, obligación de usar tantos canales de comunicación. He aquí un gran ejemplo: la pandemia trajo consigo la virtualidad, con ella, el teletrabajo y las clases en línea. La verdadera enfermedad es ese dispositivo que nos tiene cegados, adormecidos, fofos, sosos, entorpecidos. Los más susceptibles, los más pequeños y los adolescentes. Rodeados, ellos, de juegos sanguinarios, expuestos a cualquier tipo de estafas, peligros. Atención, que este cáncer social, a diferencia de la neoplasia, es altamente contagioso, no tiene cura, ni tratamiento. Ya se ha regado por cada rincón. La sintomatología indica que ha hecho Meta, metástasis y pronto nos vaporizará.
Visto de otra manera, por supuesto que hay contenido de calidad, gente que trata de darle sentido a las redes sociales. Existen videos tutoriales, páginas de aprendizaje, libros digitales, etcétera; pero ya es bien sabido el adagio de las dos gaviotas y el verano. En adición, los retos, los bailes, las fotografías de comida a medio terminar, los filtros, efectos y demás tontainas terminan por opacar lo rescatable. Dentro de esta perspectiva, se debe considerar la verosímil idea de que estamos atravesando un cambio de Etapa, aparentemente la Edad Contemporánea quedó atrás. Actualmente, nos hallamos en la boca del lobo, o sea, en la entrada a la Era digital. Cada cambio supone avance, mejora, progreso, evolución; más, la humanidad ha adquirido el síndrome del cangrejo ¿Es normal temer por lo que se avecina?
A manera de cierre, no es tarde para zafarse de tan tétricas fauces. Aunque en el instante que se decida a borrar sus redes sociales, estas plataformas le impedirán, a toda costa, hacerlo¨ ¿Está seguro que desea eliminar su cuenta? ¨ ¨Todos sus archivos se perderán¨ ¨No podrá recuperar sus fotos, videos, conversaciones¨ ¨ ¿Por qué desea eliminar su cuenta? ¨ ¨Lo sentimos, al momento nos es imposible ejecutar su petición. Inténtelo más tarde¨. A grandes males, grandes remedios. Cierre su sesión, vuelva a abrirla, ingrese sus credenciales, pero, a propósito, digite erróneamente la contraseña. Repita este proceso varias veces. Sus cuentas, automáticamente, se cancelarán; luego, VIVA, por lo menos, un poquito más LIBRE. Si lo hace, tenga cuidado, recuerde esta bonita metáfora: somos un pájaro que intenta volar en medio de demasiadas escopetas.
Excelente Mateo el artículo
La dependencia a las redes sociales es un virus contagioso que no respeta edades. Es terrorífico saber que las generaciones necesitan mostrarse al mundo a través de una red social. Antes no era indispensable tener Facebook, WhatsApp o Instagram, hoy en día es un requisito para estar dentro de la “sociedad actual”. La idea final de artículo, es un salvavidas de emergencia que todos debemos conocer y, es más, aplicarla antes de que META nos envuelva en sus garras.