Entrevista a Rubén Darío Bravo Moreno
Un hombre, una ciudad, unas costumbres
Por: María Eugenia Torres Sarmiento
Comunicadora Social Investigadora y Docente, Azogues (Ecuador)
En un dialogo con el distinguido escritor azogueño Rubén Darío Bravo Moreno, nos narró muchas de sus memorables realizaciones a través del tiempo y su amor profundo a su tierra, de quién Azogues siente orgullo al escucharlo. Hombre ilustre de trabajo, honradez y calidad humana.
Rubén Darío Bravo Moreno, nació en la ciudad de azogues. Abogado, ex magistrado de la corte suprema de justicia y funcionario judicial durante 40 años. Miembro de la Casa de la Cultura ecuatoriana. Autor de varios libros de derecho y de temas sociales. Hoy reside en la ciudad de Quito, pero su corazón está siempre en su ciudad natal –azogues-.
Saludar y dialogar con usted conlleva hacerlo con el ciudadano azogueño de hondas memorias o recuerdos, que se ausentó de la tierra para domiciliarse y servir al país en las provincias de Cotopaxi y Pichincha.
Yo, soy ciento por ciento azogueño, porque mis padres, mis abuelos y bisabuelos fueron azogueños, y porque yo nací en esta hermosa tierra. A raíz del divorcio de mis padres quedé al cuidado de mis abuelos paternos, ellos, en mi infancia -la más bella etapa en la vida de una persona-me enseñaron a ser respetuoso, comedido, honrado, caritativo, trabajador, afable y generoso; valores que los he observado y aplicado en mi vida; aquí estudié en la escuela de los hermanos cristianos hasta el 5º. Grado.

¿Cuéntenos, entonces, sobre ese proceso de ausencia, aunque en el caso de usted, no de un extrañamiento, porque usted ha mantenido un permanente lazo afectivo con azogues y su familia que es una de las reconocidas y tradicionales de la ciudad y algunos dilectos amigos?
Mi niñez fue relativamente feliz, pues transcurrió en medio del cariño y los mimos que me prodigaban mis tías y mis abuelos que me criaron como a un hijo más. Mi abuelita me enseñaba a rezar, me contaba la Historia Sagrada y me leía el catecismo; era una mujer muy inteligente y de una memoria prodigiosa; y mi abuelo también con sus enseñanzas y sobre todo con su espíritu emprendedor y su dedicación al trabajo, era un vivo ejemplo para mí. Pero esta etapa terminó cuando mi padre, por consejo de su mujer, me llevó a Cuenca para el 6º. Grado. Entonces terminó la etapa más feliz de mi vida. Aunque abandoné Azogues, regresaba cada mes en un fin de semana, y desde luego en vacaciones, hasta que terminé los estudios superiores; he mantenido contacto permanente con mis queridos familiares: tías y primos, hoy solo me quedan dos tías; en cuanto a amigos, ya no queda nadie de mis antiguos amigos y compañeros, pero me reúno con algunos nuevos amigos, menores a mí, que me conocieron en mi juventud cuando fui un hábil y popular basquetbolista, época en la que ayudaba a las hermosas y chicas en los entrenamientos de este deporte, con dos de las cuales tuve un inocente y efímero romance.
¿Podría decirse que en una primera etapa de ausencia se lo hizo a la ciudad de Cuenca, para cursar sus estudios y formación como docente en el colegio normal Manuel J. Calle y después en la Universidad de Cuenca?
Cursé el sexto grado en la escuela “Honorato Vázquez” y con el ejemplo de mi padre que fue maestro normalista, ingrese y me gradué de bachiller en Ciencias de la Educación en el Normal “Manuel J. Calle”; apenas graduado fui de profesor al Normal “Eugenio Espejo” de Chone, allí pase tres años, gozando de la amistad y cariño de varias guapas choneras, y luego regresé a Cuenca para estudiar Derecho y hacerme abogado, alcanzando la meta anhelada en l963.
¿Entonces, doctor ha sido el meritorio ejercicio de la abogacía con la significación del doctor en jurisprudencia que le otorgara la Universidad de Cuenca, lo que ha definido sus realizaciones de vida y servicio a la comunidad?
Una vez graduado de Dr. En Jurisprudencia y Abogado de los Tribunales de la República, fui de Juez Cantonal a San Miguel de Bolívar, una linda tierra, por su gente y su agricultura. Después de casi cuatro años, me trasladé a Latacunga,, ciudad en la que empecé como Secretario Relator de la Corte Superior, pasaron casi cuatro años cuando fui nombrado Juez del Crimen, cargo en el que estuve dos años, pues me cambiaron a Juez del Trabajo; a los seis meses en ese juzgado me enteré de la convocatoria concurso de merecimientos y oposición para el puesto de Profesor de Derecho Laboral en la Facultad de Administración de la Universidad Técnica de Ambato; gané el concurso y fui nombrado profesor y, al siguiente año, por pedido de los alumnos de la Facultad de Auditoría, también nombraron profesor de la misma materia; me trasladaba al trabajo a las cinco de la tarde y regresaba a Latacunga, a las diez de la noche. En total estuve 19 años en esa Universidad, teniendo a mi cargo la catedra ya mencionada y la de Derecho Mercantil. Cuando fui nombrado Magistrado de la Corte Suprema de Justicia en 1993, me pidieron que siga dando clases para lo que me arreglarían los horarios a fin de que las de los fines de semana, pero con mucha pena renuncié, por la gran responsabilidad que implica el desempeño de la magistratura.
Cuando decidí ser abogado, mi alma no abrigaba otras ilusiones que las servir a la gente más necesitada, defender los derechos, siempre conculcados, de los pobres, luchar, amparado en el Derecho, en pro de la justicia social y la libertad. Nunca pensé hacerme rico con el ejercicio profesional; por eso ingresé a la Función Judicial. He creído y creo que el empleado público debe saber que cuando ocupa un cargo, por más alto que sea, tiene la obligación, el deber de atender con prontitud, con esmero, con apego a la ley, los requerimientos de los ciudadanos que solicitan sus servicios; jamás debe exigir regalos o dinero para atenderlos. La honradez y el trabajo eficiente, sustentados en loa ética y en la moral deben guiar sus procedimientos. Y, en lo judicial, los jueces y todos los curiales que laboran en tan importante Función del Estado, están obligados a ceñirse estrictamente a la Constitución y a la Ley en sus actuaciones, procediendo siempre con absoluta imparcialidad, resistiendo con valentía y entereza a las amenazas o tentaciones utilizadas por personas o grupos políticos, económicos o sociales; como ocurrió en la década y media pasada, cuando el gobernante “metió las manos en la justicia”.
En esa actividad de servir a la sociedad y al país desde el derecho y la jurisprudencia, sobre lo que usted registra relevantes actividades de ser titular de importantes judicaturas y ministerios de corte superior y corte suprema, así como de la fiscalía, ¿que percepción tiene usted , como profesional del derecho de sólida formación y experiencias así como de vivencia de una vida apegada a la ética, sobre la actual administración de justicia, envuelta en noticias de escándalos y desaciertos? es lamentable la situación que actualmente atraviesa la función judicial, acaso la más importante de las funciones, porque en sus manos esta la seguridad jurídica, la honra, la fortuna, la libertad de las personas. Los hechos denunciados en contra de jueces y funcionarios judiciales deben ser investigados minuciosamente para castigar a los culpables y sentar un precedente ejemplarizador y evitar la impunidad de los corruptos que, de no ser castigados, serán perniciosos ejemplo para que otros sigan el mismo camino. Hay buenos jueces y funcionarios honrados, que hoy constituyen la excepción y deben permanecer en sus cargos, pero el resto es basura que tiene que ser sacada y arrojada al albañal, todo, desde luego, utilizando el manido “debido proceso”. Necesita el país la reestructuración de esta función, en todos los niveles, mediante concursos absolutamente transparentes, con calificados veedores nacionales e internacionales (como se hizo en el 2005), para nombrar a jueces y magistrados preparados y con experiencia en la materia de la judicatura, para la cual concursan.
En mi vida judicial siempre he creído que todos los servidores deben ser honrados; la honradez, como sostengo en algún ensayo, es algo que se demuestra a lo largo de toda la vida, no del último o de los últimos dos, tres o cinco años, debe ser una práctica permanente que se demuestra a lo largo de toda la vida. A quienes han colaborado conmigo en las diferentes funciones que he desempeñado, siempre les he enseñado con el ejemplo: les he aconsejado que deben defender sus puestos trabajando honrada y eficientemente; les he respetado, considerado e incentivado en sus actividades, pero cuando han cometido alguna incorrección, no he dudado en imponerles la sanción merecida. Solamente así se puede conservar limpia la casa.
En su biografía, que trasluce una vida llena de realizaciones humanas y profesionales, registra también su actividad en la gestión de la cultura inclusive como miembro de la casa de la cultura de Cotopaxi, ¿cuéntenos esa experiencia y vivencias como miembro de esa importante institución cultural?
Desde siempre, mi padre nos incentivaba a la lectura con las revistas BILLIKEN y LEOPLAN y con la REVISTA LITERARIA, es así que, ya joven, me volví un vicioso de la lectura. Vicio que lo conservo hasta el día de hoy. Tengo una buena biblioteca, con muchos libros de la gran biblioteca que formó mi padre. Desde mu temprano me gustó el periodismo, en la escuela en sexto grado teníamos un periódico mural en el que escribí alguna cosa; después, ya universitario y militante de la Juventud Socialista, fundé con mis compañeros el periódico de combate “BARRICADA” y, en Azogues, con Celio Romero y otros compañeros, el periódico “DESPERTAR CAÑARI”, también combativo. En Latacunga, como miembro de la directiva del Colegio de Abogados, fundé el periódico “EL JURISTA”, también colaboré en la Revista “VOCES DE COTOPAXI”, fundada por un grupo de intelectuales latacungueños. En1969 me incorporaron a la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Cotopaxi, entidad que me apoyó en la edición de tres de mis libros. En la revista del Núcleo se han publicado numerosos artículos de mi autoría.
Ahora, hablando de algo más nuestro, más afectivo y que nos es común; esto es de usted y Azogues, cuéntenos de la vieja y maravillosa ciudad del ayer de la mitad del siglo anterior y primeros años del actual, y que usted la ha descrito y sentido hondamente en sus libros, especialmente en el memorable” papa Luis, mi abuelo”.
En mi tierra querida estuve en el Jardín de Infantes, en la escuela de los Hermanos Cristianos y en el 4º. Curso del “Juan Bautista Vázquez”, recuerdo perfectamente los nombres de quienes fueron mis profesoras y profesores, compañeras y compañeros, y de mis amigos del barrio Norte. En la década del 30 Azogues no pasaba de los cuatro mil habitantes, todos nos conocíamos; había respeto y honradez, pese a que la pobreza era generalizada, ya que no había fuentes de trabajo; los únicos empleados eran unos pocos del Municipio y otros pocos del Estado, que recibían escasos sueldos que les llegaban tarde, mal o nunca, por eso vivían del fío en las tiendas. Había pocos comercios, poquísimos artesanos y en la mayoría de casas se tejía el sombrero de paja toquilla; en las cuadras aledañas a la ciudad, ubicadas en Opar, Uchupucún, La Playa, Guapán, Tabacay, Chacapamba, Charasol, San Marcos, etc., se sembraban hortalizas y legumbres que los horticultores sacaban diariamente a la venta en el mercado Serrano. A mediados de esta década empezó la canalización en la calle Bolívar y terminada, comenzó el adoquinado. Hasta ese entonces la mayoría de calles eran lastradas o de tierra; había un solo teléfono público; un telegrafista y una empleada del correo; teléfono y telégrafo funcionaban con baterías, pues no había energía eléctrica; esta funcionaba solo las noches para apenas iluminar las calles. Pocos médicos, un solo Hospital, pocos abogados, uno o dos jueces, un dentista; un solo automóvil, un solo vehículo que transportaba pasajeros a Cuenca a las 8 a.m. y regresaba a las 5 o 6 p.m. En la “Plaza Nueva”, hoy coliseo “Eduardo Rivas”, se jugaban, muy ocasionalmente, partidos de futbol; en la plazoleta, junto al mercado Serrano, se realizaban corridas de toros y se armaban los circos que llegaban de cuando en cuando. La gente, muy religiosa, acudía a los templos de la Iglesia Matriz y de San Francisco. Las noticias se transmitían diariamente desde un aparato de radio (el único en la ciudad) con parlante ubicado en el balcón del palacio Municipal. Los decretos y comunicados importantes del gobierno se hacían conocer a la ciudadanía mediante los bandos, esto es un notario encabezando un pelotón de policías y un corneta o banda, marchaba por la calle Bolívar y la paralela Serrano, se paraba en cada esquina y daba lectura en alta voz al decreto o comunicado. Ese era mi querido Azogues, pequeño, pero cálido, hermoso con sus casas de bahareque y techos de teja, con sus balcones adornados con plantas florales, con sus estrechas calles, con su aire puro y sus verdes huertos de alfalfares, coles y lechugas, pero sobre todo con su gente buena, afable, servicial y honesta.

Esa ciudad llena de espacios humanos y ambientes generosos para la afectividad familiar, de los vecinos y amigos, ¿considera que subsiste en ese espíritu que lo definiera a pesar de los cambios materiales y crecimiento urbano de hoy? ¿Podría decirse entonces que la ciudad es sobre todo el espíritu de sus gentes, su cultura, su religiosidad, sus modos de sentir percibir el mundo?
El Azogues que describo en líneas anteriores y en el libro “Papá Luis mi Abuelo”, creo que ha desparecido al impulso del ímpetu modernizador; las cuadras de cultivos ahora son urbanizaciones y calles y avenidas las han cubierto; solamente persisten alguna bellas casitas antiguas, por fortuna bien restauradas; por sus calles circula un tránsito demasiado intenso y caminan centenares de peatones de rostros desconocidos, pero por suerte aún se percibe el proverbial espíritu afable y acogedor del azogueño, que fue y debe seguir siendo la faz de su identidad.
¿Qué otros datos interesantes ocurridos en el transcurso de su vida, nos puede dar a conocer?
Cuando estudiante universitario-2º,curso- en l957, fui seleccionado, junto con 19 estudiantes de las cuatro universidades existentes en el país, por la Embajada de Estados Unidos para una visita de un mes y medio, a las universidades de las costa Este de Estados Unidos, desde Miami, Gainesville, Filadelfia, Baltimore, Washington y Nueva York, hasta Boston. Luego en sexto curso en el año 1960 fui elegido Presidente de la FEUE,(fui el primer azogueño Presidente de la FEUE) en Cuenca y el Consejo Nacional de la FEUE, me designó delegado al CONGRESO de la Unión Internacional de Estudiantes, a realizarse en Bagdad, luego de mi intervención fui invitado a visitar las universidades y organizaciones estudiantiles de Alemania, Checoeslovaquia, Rumania, China y Rusia; fue una gira de tres meses y medio en la que pude conocer: Praga, Berlín, Leipsig, Bucarest, Arad, Cluj, Moscú, Leningrado, (hoy San Petersburgo), Pekín, Nankin y Shangay, Ulan Bator, Irkutsk y Omsk. También conocí Surich y París. Siempre me han gustado los viajes, conocer nuevas ciudades y países, y Dios me ha ayudado en eso, pues cuando estuve en la Corte Suprema en 1966 fui delegado por la Corte a una gira de Observación de los sistemas judiciales de Costa Rica y Estado Unidos; años después, en el 2006, cuando volví a ser Magistrado de la Corte Suprema, nuevamente se me delegó para que asista a una reunión de judiciales en Costa Rica, y después en la Corte Nacional, de la que fui Juez desde el 2009 hasta el 2013, también asistí a diferentes e importantes eventos de magistrados en Brasil por tres ocasiones, en las ciudades de Salvador de Bahía, Fortaleza y Brasilia. En Argentina una vez en la ciudad de Buenos Aires, allí conocí La Plata y Mar del Plata y en Ecuador, en la Universidad Andina Simón Bolívar. También soy el primer azogueño que fue Presidente Subrogante de la Corte Nacional de Justicia. Por mi cuenta he viajado y conocido La Plata y Mar del Plata, Pasto, Cali y Medellín, Panamá y Colón, Tumbes, Piura y Lima. Además conozco todas las provincias del país, excepto Galápagos, así como todos los cantones de la provincia de Cotopaxi y del Cañar.
En su accionar en tantos ámbitos en los que le ha tocado actuar, debe tener algunos hechos o acontecimientos singulares que le hayan ocurrido o presenciado, ¿podría recordarlos ahora?
Creo que todas las personas tenemos alguna situación especial que nos haya pasado y yo, no podría ser la excepción; con todo gusto recordaré algunas de las muchas que he tenido: Cuando era Juez del Trabajo fui a una inspección en La Maná, zona de clima caliente, y en el taxi en que viajamos iba el abogado que pidió la inspección, el Secretario del Juagado y yo, en el trayecto el abogado, que era muy dicharachero y ocurrido contaba cayos y todos los aplicaba al chofer, tomándole el pelo, por lo que éste se mostraba molesto; al regreso, cuando estábamos en plena cordillera atravesando el páramo el abogado, que era cojo y tenía el cuerpo algo torcido, siguió con los cachos y de pronto le dijo al chofer, señor chofer pare un ratito, el chofer le dijo: ya vuelta empieza a molestar, -no por favor, pare le replicó, pare, necesito bajarme para orinar; el chofer paró y en el momento que el abogado se bajaba, le dijo: doctorcito, taparse bien, no sea que vaya a enderezarse. El abogado regresó al taxi y no volvió a contar ningún cacho. -Cuando estaba en mi oficina de la Corte Suprema, entró una persona acompañada de su pequeño hijo y me rogó que despachara un juicio de trabajo que ya estaba dos años sin que los anteriores Magistrados lo despacharan, que había sido despedido del trabajo y no recibía la indemnización que debía; le ofrecí atenderlo, pedí el expediente al Secretario, lo revisé y elabore el proyecto de sentencia, mismo que fue aprobado por los otros magistrados; después de las notificaciones respectivas el proceso fue devuelto al inferior, para la ejecución del fallo que fue favorable al trabajador. A los tres meses de esto, llegó el trabajador acompañado de su hijo, y me dijo, doctor vengo a agradecerle por su atención y mi hijo, desde hace algún tiempo guardaba en una alcancía todas las monedas que le regalaban sus tíos y me decía que las guarda para darlas al Ministro que despachara el juicio, por eso vengo a entregarle la alcancía; conmovido por el gesto del pequeño, le dije al hombre: le agradezco mucho el regalo, pero nunca he aceptado nada por las sentencias que he dictado, tome la alcancía y con lo haya en ella, cómprele alguna cosa al niño. -En otra ocasión el Dr. Hugo Ordóñez, compañero Magistrado, mi ex mentor en la Universidad y distinguido amigo, vino a mi oficina a conversar y sonriendo, me dijo: Rubén, ¿por qué será que a nosotros jamás vienen a ofrecernos dinero o regalos para que resolvamos los juicios, como dicen que lo hacen a otros Magistrados? Le respondí: Huguito, en los medios abogadiles y judiciales, la gente conoce qué juez recibe o pide dinero para despachar. Le conocen a usted y saben su honestidad, e igualmente me conocen a mí, que como juez en más de treinta años, jamás he aceptado nada; entonces, es por eso que no se atreven a proponernos nada. -A los magistrados nos invitaron a las fiestas por el aniversario de fundación de una Corte, no recuerdo si era la de Loja o de Cuenca, debíamos ir con nuestras mujeres; fui al aeropuerto con mi mujer, menor a mí con más de 20 años, estábamos en la sala de espera, cuando llegó el Magistrado Dr. René Bustamante Muñoz, se acercó a saludar y después de saludar, con una sonrisa de picardía, preguntó, ¿viajas con tu hijita? Muchos meses después fuimos a otra invitación, esta vez yo fui solo, pero René fue con su mujer, unos treinta años menor a él, entonces cuando aún estaban en la sala de espera, me acerqué a saludar y le pregunté: ¿viajas con tu nietita? Nos reímos a carcajadas. En el desquite no hay venganza.
Como azogueño memorable y respetado, no obstante la ausencia material que ha impuesto el curso de la vida, ¿qué espera para azogues para los próximos años?
Esta tierra nuestra, con el trabajo constante de sus hombres y mujeres; con su educación y preparación en todos los campos del saber, con la labor que vienen realizando instituciones públicas como sus municipalidades, su Consejo Provincial, el núcleo de la Casa de la Cultura, los periódicos, las radiodifusoras, con programas como “Hablemos el domingo”, conducido por distinguidas damas: María Eugenia Torres Sarmiento, Cecilia Molina Loyola y Vanesa Rojas Luna, y agrupaciones culturales, como “Cuchara de Palo”, que difunden nuestros valores culturales, nuestra tierra, repito, está llamada a ser una de las mejores ciudades del Ecuador; una ciudad en la que se podrá gozar de seguridad, de paz, y de la belleza que le otorgan las hermosas siete colinas que la rodean y sus inefables paisajes campestres y de las verdegueantes y lindas orillas del Burgay, su indomable río.
¿Cuál sería el mensaje del distinguido azogueño que materialmente no vive la ciudad, por las inevitables circunstancias que impone la vida, pero que la ha amado y sentido más esencial, más suya a pesar de la ausencia?
La vida con sus insondables designios, me alejó de mi terruño natal, pero a donde he ido siempre he tenido el orgullo de proclamar: “Soy de la ciudad más bella del mundo” y cuando me han preguntado ¿cuál es?, he respondido con altivez y rotundidad: “es AZOGUES y Yo soy Azogueño”. Espero que mis coterráneos, en dondequiera que estén, se sientan orgullosos de ser AZOGUEÑOS y nunca nieguen la tierra donde nacieron. El azogueño, sin que importe su pertenencia a un estrato social alto o bajo, puede triunfar y ha triunfado por su capacidad, su trabajo tesonero, su honradez, en cualquier lugar del mundo. Tenemos ejemplo de ello en los inmortales y paradigmáticos Luis Cordero, Juan Bautista Vázquez, Aurelio Bayas, Luis Monsalve Pozo y tantos otros varones ilustres, al igual que el de varios personajes de la provincia, como José Peralta, Andrés F. Córdova. Siempre debemos tener la mente abierta y el espíritu positivo, para pensar que conseguiremos lo que nos proponemos.
Felicitaciones por esta entrevista a mi distinguido, con luz propia, y querido primo Dr. Rubén Darío Bravo Moreno.
Víctor Manuel Abad Bravo