¡Azogueñismo!
Por: Dr. Lauro R. Yumbla Lucero
Azogues, Ecuador
Cuando estamos a las puertas de celebrar 201 años de Emancipación Política de Azogues, comparto con ustedes, algunas reflexiones que invitan a despertar ese sentimiento, a veces aletargado, de los seres humanos, por la tierra natal o adoptiva, a la que nos sentimos ligados por determinados valores, afectos, trabajo, conducta, modales, respeto a las normas y costumbres, cultura e historia. Es el equivalente colectivo al orgullo que siente una persona por pertenecer a una familia o también a una nación.Eso, no otra cosa, es en nuestro caso, el ¡azogueñismo! ¿Qué mejor época del año para recordarlo, que la llegada de noviembre, cuando celebramos el aniversario del grito libertario que nos emancipó del yugo español? Ninguna. Aunque el amor verdadero por nuestra tierra, debemos demostrarlo todos los días, en todos nuestros actos y en todas las circunstancias.
El azogueñismo es, entonces, ese amor desinteresado que todos quienes nacimos o nos hemos afincado en este bello jirón de la patria, debemos profesarlo; los otros amores –¡hay tantos otros!– son en realidad, efecto del amor a la tierra natal, que es amor inaugural; donde aquellos otros quizá no sean sino solo quimeras, espejismos o devaneos pasajeros y hasta ficciones de nuestra alma henchida o atribulada, que llamamos apresuradamente amores, pero que lo serán de verdad en la medida en que se funden en este amor primigenio y de profundidad que es el amor a la tierra que nos vio nacer. Este amor, de ser verdadero, hay que demostrarlo con hechos, acciones, actitudes, no solo con palabras. A la Pacha Mama debemos amarla, con ese amor de hijo de la vida ligado a su tierra, de hijo legítimo de la tierra natal que se conmueve ante la leña que arde en el entrañable fogón familiar, que se extasía bajo los aleros que tienden sus alas elevándonos a soñar o amor que se estremece en la penumbra de los cuartos, bajo cuya sombra nacimos a este mundo.
Pocas veces nos damos tiempo para reflexionar en nuestro actuar como ciudadanos, hijos de esta tierra, en lo que significa haber nacido en su regazo o vivir en ella, que nos ha abierto cálidamente sus brazos; y, las responsabilidades que se desprenden de este hecho; ¿Qué tal si comenzamos a hacerlo en este noviembre? Porque el amor a la tierra compromete respeto, cuidado y protección, servicio desinteresado; enorgullecernos de haber nacido en su seno, honrarla, defenderla, en todo momento; elegir a los mejores hombres y mujeres para que sean los timoneles de su desarrollo y progreso, con mística, pulcritud y transparencia; honrar la memoria de sus grandes hombres, venerar sus sagrados símbolos, entonar con pasión las maravillosos notas de su himno: “Yergue Azogues la sien valerosa, coronada de olivo y laurel…”. Enaltecer su nombre, donde quiera que estemos. Trabajar por su engrandecimiento y desarrollo desde el sitial en el que nos encontremos. En suma, amar a la tierra con verdadera devoción, como se ama a la madre o a la compañera de nuestra vida. ¡El ser humano que no honra a su tierra, no se honra a sí mismo!
¿Cómo tender las coordenadas y alzar los puentes que cohesionen a las generaciones? ¡Ese es el reto! Volver a ser no solo comprensivos sino vastos, no solo exaltados sino pacientes por lo que verdaderamente constituye nuestra esencia. Y ser, por eso, generosos y dedicados a velar por el desarrollo de nuestros pueblos, estrechándonos fuertemente en un abrazo con lo mejor de nosotros mismos, emocionándonos siempre por el hecho de haber nacido en el lugar en que se nació. Y, sobre todo, a partir de esa constatación, tomar en cuenta las inmensas y múltiples potencialidades que habitan en el fondo de cada una de las personas que conforman nuestra comunidad. Es importante, entonces, que se asuma de manera más íntegra lo que somos básicamente como herencia, que nos relacionemos mejor, de manera más franca y sincera con nuestro origen; y extraigamos aquellos tesoros enterrados que nos mantienen a unos desvelados, a otros sumidos en el encanto; y, hagamos de todo ello, canto, danza e himno a la vida; por algo Gloria Estefan, en una de sus canciones dice: “La tierra donde naciste no la puedes olvidar, porque tiene tus raíces y lo que dejas atrás…”
Aspiro que estas reflexiones no caigan en saco roto; sería como predicar en el desierto o arar en el mar; cuando Azogues, nuestra querida y a veces olvidada parcela del alma, necesita más que nunca, el compromiso de todos los azogueños, amantes de su tierra natal y todo lo que ella representa, en procura de su progreso, grandeza y desarrollo. ¡Viva Azogues en sus fiestas novembrinas!
El orgullo y amor por la ciudad donde vimos la luz primera deben ser sentimientos que, se supone, se los conoce muy bien. Esto a razón de no caer en una invidente aceptación de todos los panoramas que acarrean el diario vivir y sentir del terruño que, muchas veces, resultan desalentadores.
Ante todo, sí, tenemos la responsabilidad de elegir a quien nos represente, pero, ¿quiénes han sido, a lo largo de la historia, los que han timoneado a las ciudades? Según lo contado, no fueron, no son y quizá, tristemente, no serán los ¨mejores¨ hombres y mujeres.