Trascendencia de la novela “Polvo y ceniza”

Entrevista realiza a Eliécer Cárdenas Espinosa el 6 de agosto de 1982

Por: Dr. Lauro R. Yumbla Lucero
Azogues, Ecuador

A la memoria del más grande narrador contemporáneo del Ecuador.  

Eliécer Cárdenas y Lauro Yumbla

LYL.- ¿Qué motivaciones tuvo para escribir la novela Polvo y ceniza?  

ECE.- Entre las razones fundamentales que me impulsaron a escribir, fueron, la personalidad misma de Naún Briones, la gran raigambre popular que tiene este personaje;  estuve un tiempo en la provincia de Loja, en donde la historia de Naún era relatada por los pobladores de algunos lugares fronterizos con mucha leyenda, etc.; además, mi padre me contó también muchas historias sobre este personaje; y, en general, creo que en el sur del país hay una especie de culto popular a Naún Briones, porque él encarna, en cierto modo, las ideas que se relacionan con las aspiraciones de las clases humildes de nuestro país, mediante la lucha contra los privilegiados.    

LYL.- ¿De dónde el título Polvo y ceniza?, bien pudo dársele otro, acorde con el contenido social de la novela.  

ECE.- Sí, en realidad, mucha gente ha criticado al respecto, han dicho que este no era el título  que debía corresponder a la obra; pero, la causa para que yo le haya puesto este título es, más bien, referirme a una época que está viviendo el país, una época de predominio de la zona rural sobre la urbana, la migración de la gente del campo a la ciudad, con lo cual se cambia realmente la contextura del país, cambian sus relaciones, etc.; entonces, más bien, con Polvo y ceniza, quería referirme más que a la muerte del personaje, a la terminación de una época feudal, semifeudal.  

LYL.- ¿Qué tanto influyó el ambiente familiar, en su formación como escritor; y, en el éxito alcanzado con Polvo y ceniza, en cuya dedicatoria expresa: “A mi padre, contador de historias”?  

ECE.- Yo creo que es determinante el ambiente familiar en la personalidad de cualquier escritor; en lo que a mí se refiere, nací en Cañar, en un pueblo semi-rural; estuve en mi niñez en contacto con el campo, lo cual me permitió asimilar el mundo campesino, su historia, su gente, sus costumbres; de tal manera que, estuve en capacidad de trasvasar a la literatura este ambiente; además, en mi familia, el medio en que yo viví, he vivido, ha sido de corte un tanto tradicionalista, en el cual proliferaban historias, cuentos de hechos, situaciones vividas a nivel familiar y también escuchadas de otros lugares; por eso que en mi dedicatoria, precisamente, me refiero a mi padre, que es un extraordinario narrador oral de historias. Él, no es escritor, él, apenas acabó la primaria por cuestiones económicas; pero, es un narrador nato; cuenta sus historias con tal compenetración, con lujo de detalles; entonces, yo sí creo que fue decisiva la influencia del ambiente familiar, en mi condición de escritor.  

LYL.- Si la temática de su novela es de denuncia social, ¿existe alguna relación –semejanza o diferencias- con el realismo social de la Generación del 30?  

ECE.- Considero que sí existen, tanto similitudes como diferencias. Yo creo estar dentro de la nueva novela hispanoamericana, lo cual no quiere decir que la corriente del realismo social se haya superado en mí, sino que más bien ha tomado un nuevo impulso. Yo creo que también Polvo y ceniza puede ser considerada como una novela del realismo social; pero, con otras características, otras connotaciones, en otras dimensiones, con otras perspectivas que la novela social del realismo de los años 30; en todo caso, pienso que no se contrapone lo uno a los otro.  

LYL.- La problemática que plantea en su novela no ha perdido actualidad, por el contrario. ¿Se justificaría la delincuencia cada vez más creciente en el país y en el mundo, como una forma de protesta o venganza ante la presencia de quienes lo tienen todo, frente a los que no tienen nada; explotadores y explotados?  

ECE.- Creo que sí, inclusive existen importantes investigadores sobre la delincuencia, que han llegado a establecer que, un delincuente no es más que un rebelde que está expresando su inconformidad contra un medio ambiente hostil; incluso, tenemos el caso actual en el país, todos los brotes de delincuencia en la ciudad de Guayaquil, en los campos de Manabí, y en todo el país; esto no se debe a que mucha gente considere que un delincuente es un elemento de malos antecedentes, o son elementos desnaturalizados, etc.; es el mismo ambiente de miseria, opresión, de ignorancia, de falta de medios de sobrevivencia, los que empujan a la delincuencia; con esto no quiero decir que todos los delincuentes sean rebeldes; existen casos patológicos de delincuentes que obviamente no se pueden asimilar, con el tipo noble de bandolero que fue Naún Briones, de acuerdo a la historia de su pueblo; pero, en todo caso, la delincuencia tiene un fondo social que precisamente se puede asociar a una rebelión orgánica, a una rebelión en extremo violenta, sin objetivos, contra el medio social.  

LYL.- Al estructurar Polvo y ceniza, ¿consideró usted, la presencia de tres tipos sicológicos de bandoleros, como producto del medio (sistema): el citadino, Águila quiteño, el rural de buen corazón, Naún Briones; y, el bandolero con rasgos delincuenciales de primitivismo cavernario, como el viejo Quiroz y sus descendientes?  

ECE.- Sí, esta diferenciación yo la hice sin teorizaciones, sino en base a una situación de hechos reales. Encontrar los tres tipos de delincuencia, la delincuencia social que se llama, en un tipo de delincuente como Naún Briones, que es un bandolero con una proyección social, con un corazón muy sensible, tierno; preocupado por la suerte de sus compañeros de infortunio y sus luchas contra la explotación. En todos los lugares del mundo hay este tipo de bandoleros, quienes son cantados, ensalzados, admirados; de este modo, pasan a la memoria de su pueblo. La delincuencia urbana, ya no del tipo social, sino más bien, personal, es el caso de El Águila quiteño, un tipo especial de delincuencia; es un muchacho pobre, el pícaro, el astuto que, a base de su audacia se las ingeniaba para robar de la mejor manera y darse una vida que antes no la pudo tener; es el caso del delincuente que tiene éxito y acumula riqueza y bienes, en beneficio exclusivamente personal. Finalmente, el tipo de delincuencia que se podría llamar destructiva o depredadora, como es el caso de los Quiroz, a quienes no les importa la suerte de sus congéneres, sino que les interesa, únicamente, saquear, robar, incendiar, matar, destruir, etc., sin ninguna proyección; es decir, mantener una actitud destructiva o depredadora; esto debido a que, en el pasado, ellos fueron gente sumamente maltratada, humillada, esclavizada; de pronto, estallan como rebeldes, con una violencia brutal, orientada a tratar de destruir el mundo. Por lo expuesto, yo creo que la novela pone énfasis en estos tres tipos de delincuencia.  

LYL.- ¿Algún comentario, respecto al estudio de Polvo y ceniza, desde el punto de vista del sistema, como generador de la acción, que hemos planteado en el presente trabajo?  

ECE.- Sí, realmente eso es evidente; la novela, precisamente, arranca del capítulo en el cual se reflejan condiciones de opresión religiosa, opresión feudal, en las que se debatía y aún se debate en parte del agro lojano; es decir, la introducción, donde se narra el destierro de Massiá; significa un poco el dominio religioso del clero a la época liberal y luego del destierro, una ruptura de este dominio y el principio, no de un cambio en favor del pueblo, sino un cambio en las altas esferas del poder, en donde el liberalismo, poco a poco va implantando un nuevo sistema que, no es menos opresor  que el otro, sino, simplemente, diferente; en tal sentido, querría destacar el marco de la época y no solo a través del primer capítulo, sino en otros capítulos, como aquel en el que se describe la sequía, donde las monjas del convento trasladaban los cálices y todos los objetos de la iglesia a otro lugar; y, otras escenas de explotación, etc. Quiero remarcar, precisamente, el factor social, que me parece es determinante en la evolución del personaje, no solo de la presente novela, sino en todas, donde el medio social influye completamente en el comportamiento del personaje; no vamos a esperar que, en esta historia, Naún Briones sea hijo de una familia noble, acomodada; que el rato menos pensado sale y se dedica a la delincuencia; entonces, hubiera sido otro tipo de delincuente; en cambio, Naún Briones es un hombre de pueblo en la novela, un hombre explotado, un hombre que conoció la miseria; incluso, un familia muy cercano, su propio tío les quitó lo poco que tenían; entonces, él, no vio otra salida que el bandolerismo, que la delincuencia rural; pero, con sentido social, porque comprendió que él no era el único pobre, habían tantos, muchos pobres como él.  

LYL.- Su novela Polvo y ceniza, con una temática distinta a otras, escrita bajo nuevas formas (estructura, técnicas, lenguaje, etc.), ¿ha recibido la influencia de narradores contemporáneos, nacionales o extranjeros?  

ECE.- Yo creo que sí, creo que todo escritor permite influencias de los buenos escritores; considero que ningún narrador, artista, ningún ser humano en general, esté libre de recibir influencias; en tal sentido, las influencias que han operado en mí, son muchas; entre las principales, podría señalar a José de la Cuadra, Joaquín Gallegos Lara, que considero, son los mejores narradores de nuestro país; en el ámbito latinoamericano, a Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, a Carlos Fuentes; sobre todo, a Carlos Onetti; y, a nivel internacional -ya fuera de nuestra lengua-, a Ernest Hemingway, que también ha influido en algo. Esto, no quiere decir que las influencias deban pasar directamente, sino que uno procesa esas influencias y las va reestructurando conforme a su estilo personal.  

LYL.- Con su novela, que alcanzó el “Premio Nacional” -Casa de la Cultura Ecuatoriana-; y que, ha recibido muchos y muy merecidos comentarios  de la crítica nacional e internacional, ¿considera usted haberse realizado como novelista?  

ECE.- Creo que sí; y es, mi principal preocupación, porque luego de Polvo y ceniza, con justa razón, los lectores me piden, bueno…, y después…, tendrá que ser otra obra mejor! Yo pienso que a veces es un tanto injusto, pedir algo mejor!; cuando una obra resulta muy bien lograda, no solo depende del talento del autor; no!, sino de un personaje y una situación que estén muy bien concebidos y su inserción en el medio social; en tal sentido, yo creo que Polvo y ceniza fue un éxito, no tanto por su autor, cuanto por el personaje protagónico; y la precisión, tal vez, con que encarnó ese personaje; así que, yo creo que repetir un Naún Briones ya no tendría sentido o repetir la misma historia de Polvo y ceniza; por eso, yo he ido hacia otros niveles; por ejemplo, con Del silencio profundo, he tratado, de una manera más interior, la vida de un personaje del pueblo; y, últimamente, escribo una obra de tipo satírico; pero, no solamente satírico sino también serio, sobre la historia ficticia del encuentro de un manuscrito de Bolívar en un pueblo de nuestra sierra ecuatoriana, lo que causa serios problemas nacionales; y, no solo nacionales, también, internacionales; es decir, yo sigo trabajando; pero, siempre con el peso, realmente, de Polvo y ceniza, que es una obra, a pesar de la sencillez o humildad del autor, que resultó contundente, resultó fuerte; y, es por ello que yo, sigo mi camino; pero, si es que no sale, si no escribo nada, comparable a Polvo y ceniza, no será culpa mía.  

 LYL.- ¿Comparte la opinión de Antonio Sacoto S., en torno a Polvo y ceniza; y, otras obras de la última década, en el libro “La nueva novela ecuatoriana”, en la que manifiesta: “Algunos narradores ecuatorianos son muy jóvenes y están en período de gestación…”, sugiriendo con ello que, se espera más, mucho más de ustedes?  

ECE.-  Yo creo que sí; Antonio, tiene totalmente la razón, en el sentido de que siempre hay que exigir al autor; sobre todo al autor joven, hay que exigirle más; imposible que se pueda dormir en los laureles. Me imagino que, un autor de 60 o 70 años, que ya ha escrito una obra madura, se duerma en sus laureles, quizá porque ya no le queda vida ni fuerzas para continuar escribiendo; pero, en el caso de autores jóvenes, considero que es obligación de su público, de sus lectores, quienes han gustado de sus obras, exigirles más ; ahora, que si esta exigencia no se traduce en hechos por culpa del autor, por quemeimportismo, por asimilación al sistema, por causas intencionales, sería reprochable; pero, en cambio, si hay alguna obra como el caso de Polvo y ceniza, que por circunstancias excepcionales, realmente, alcanzó un sitial; y si es que, se lo pide al autor, repetir una hazaña, porque realmente, es una hazaña; yo creo que es un poco injusto exigir en este sentido, más que de calidad, de contundencia de obra o de éxito de obra; muchas veces ha pasado que, la obra de un autor, que a veces puede ser mejor que la anterior, no tiene éxito; ello se debe a muchos factores que están fuera del alcance de la obra.  

LYL.- De sus obras que conocemos: Hoy al General (cuentos – 1971), Juego de mártires (novela – 1976), Polvo y ceniza (novela – 1978), Del silencio profundo (novela – 1980), a más de relatos sueltos publicados  en El nuevo cuento cuencano y Narraciones, en la colección Letras del Ecuador, ¿existe alguna obra que se me haya escapado?  

ECE.- En realidad, yo creo que no, salvo algunos relatos publicados en revistas o en alguna otra antología que publicó la Casa de la Cultura Núcleo del Azuay; realmente, las tres novelas, son las únicas obras editadas por mí hasta este momento; hay otra, en proceso de edición, como le decía, sobre el testamento de Bolívar, que posiblemente, salga a fines de este año y otros proyectos en preparación que, todavía están en proceso de escritura. Prácticamente, usted tiene completa mi narrativa.  

LYL.- En el suplemento cultural de diario El Comercio de Quito, del domingo 19 de julio de 1981, se dice que, a sus obras no se les ha dado la debida difusión; algo que es muy importante para un escritor; ¿qué opina al respecto?  

ECE.- Sí, es verdad; no solo en mi caso sino en el de muchos escritores jóvenes o maduros del país; por ejemplo, hay obras que se publican en Quito, que acá nunca llegan, como la de Nelson Estupiñán Bass que no la conocemos; yo he tratado de conseguirla y no la he hallado; otra obra, de Alicia Yánez Cossío, etc., o sea, esta situación no solo se refiere a mí; es un mal nacional, la escasa difusión de obras literarias en el Ecuador; muchas veces, ni en una misma ciudad se puede conseguir las obras del autor de esa ciudad; y, es por ello que, ciertamente, han tenido escasa difusión, salvo quizá Polvo y ceniza, que es la que más se ha difundido a un nivel relativo; puesto que, solo hay una edición; y, la segunda, está todavía en prensa.  

LYL.- ¿Esperamos alguna obra para el 82, que me pueda dar como una primicia?; porque, al parecer, a partir del año 76, cada dos años nos hace una nueva entrega.   

ECE.- Sí, realmente, yo en este sentido soy muy asiduo, muy trabajador; prácticamente, no es por decir que se tiene facilidad para escribir, sino todo lo contrario; más bien, es decisión, fuerza de trabajo, de voluntad, de persistencia; yo, cada dos años, prácticamente, culmino una novela; aparte de la calidad, si es buena o mala, tocará al público lector, juzgar. Así que, tengo ya terminada, está lista la última novela, cuyo título es, Háblanos Bolívar; precisamente, quise escribirla en homenaje a los doscientos años del nacimiento del Libertador Simón Bolívar, a la cual me referí muy brevemente. Voy a relatarle el argumento: “En una ciudad, que puede ser cualquiera de nuestras pequeñas ciudades andinas, un historiador pobre y relegado descubre, cierto día, la posibilidad de que Bolívar pudo haber sido envenenado; y, toma contacto con un historiador venezolano, el cual, también, le participa sus sospechas; y, juntos realizan una investigación que lleva a la evidencia de que el Libertador Simón Bolívar fue asesinado; esto, obviamente, es una trama totalmente novelesca, porque es ficticia; no hay ninguna evidencia de que, en la realidad, Bolívar haya sido asesinado; pero, en la novela, sucede esto, tal es así que se arma un revuelo, no solo a nivel nacional sino continental, donde interviene la revista LIFE en español. La obra se desarrolla en los años sesenta; intervienen la Alianza para el Progreso, la O.E.A., el Gobierno Nacional; y, se da una situación muy difícil en el país; al final se da un golpe de Estado, que en la realidad corresponde al golpe militar del año 63. La novela termina, cuando el dictador comienza a leer los manuscritos secretos de Bolívar y queda estupefacto, porque realmente, ahí dice algo que le dolió a él, concluyendo ahí, la novela; eso, es una parte; pero también, describe comportamientos de los personajes de la época, situaciones populares, situaciones de luchas políticas, etc.; es decir, es una novela bastante larga en la que pretendo abarcar un período de nuestra vida nacional, en torno a personajes, como un historiador pobre, sometido a nuestra realidad. En diferentes ciudades del Ecuador existen intelectuales relegados, olvidados;  que viven en la miseria y que es necesario valorar a estos personajes, valorar estos hechos; y, sobre todo, la figura fulgurante de Bolívar que todavía gravita tanto en nuestra vida nacional.  

LYL.- ¿Cómo mira usted el futuro de la narrativa en el Ecuador?  

ECE.- Yo la miro con bastante optimismo porque cada vez, los jóvenes sobre todo, están dedicándose con mayor interés a escribir; lo que yo, tal vez, dudo no tanto de la calidad sino de la temática de las obras; pues creo que la mayor parte de los jóvenes  están dando las espaldas a la realidad concreta en que vivimos; así vemos, muy buenos relatos, pero que se refieren a temas, un poco de casa adentro, a temas un poco personalistas, a cosas que en realidad a nuestra gente no le está interesando, porque ellos esperan otra cosa de la literatura; yo creo que, le falta visión social a nuestra literatura; salvo pocos autores, la temática se está volcando hacia situaciones personales, situaciones sexuales; situaciones de este tipo, que me parece, no son ni convenientes para el futuro de la literatura del país, ni van a aportar nada nuevo dentro del contexto; en todo caso, soy optimista del futuro de la narrativa nuestra.  

LYL.- En el año 80, tuve la oportunidad de escucharlo en un panel a la memoria de Alejo Carpentier, en la ESPOL., en Guayaquil; ¿qué tanto viaja Eliécer Cárdenas Espinosa, dentro o fuera del país?  

 ECE.- Sí, he viajado a Perú y Colombia; pero, son viajes esporádicos; la primera vez que tuve un viaje largo fue el año pasado, cuando fui a Cuba invitado a un encuentro de intelectuales por la soberanía de los pueblos de América; estuve ahí, por espacio de un mes; y es, prácticamente, mi primera experiencia internacional, salvo, Colombia y Perú que son países limítrofes. No he tenido viajes; usted sabe que, en esto también hay mafias, hay sus privilegiados; hay quienes viajan dos, tres… y hasta cinco veces al año; y esto, sin ningún espíritu de envidia, sino que es una realidad, que no la podemos ocultar; en cambio, hay escritores muy importantes en el país, incluso algunos, han sido invitados a viajar, quienes jamás han sido incentivados con una beca, etc.; esa es nuestra realidad, desgraciadamente, sin ánimo de envidia, porque no envidio a nadie, sino simplemente la comento como una cosa real.  

LYL.- ¿Algún escritor nacional y extranjero en narrativa, que más admire y por qué?  

ECE.- Sí, le hablaba hace un momento, de escritores nacionales, como José de la Cuadra, Joaquín Gallegos Lara, Enrique Gil Gilbert, que realmente yo los admiro tanto por su obra literaria como por su vida social, su vida personal, entregada a la transformación de nuestras estructuras caducas; yo los admiro, no solo como escritores sino, sobre todo, como seres humanos, seres llenos de sensibilidad, seres que realmente amaron con profundidad a su pueblo. En el ámbito internacional habrían muchos autores a quienes admiro; algunos los admiro solo literariamente, como el caso de Vargas Llosa y García Márquez; pero, no como personas, porque son individuos a quienes el éxito los ha cegado realmente, respecto a los problemas complejos; no tanto García Márquez; pero, sí, Mario Vargas Llosa, a quien le ha cegado, completamente, el éxito; tiene una posición negativa, incluso contra su pueblo; de la misma manera, hay otros escritores a los que admiro por su entereza, como es el caso del español Miguel Hernández, del peruano César Vallejo; es decir, autores completos, que no han sido solo, grandes escritores sino también grandes hombres.  

LYL.- ¿Cómo juzga Eliécer Cárdenas Espinosa –hombre- a Eliécer Cárdenas Espinosa, escritor; y, viceversa?  

ECE.- Yo miro un poco desnivelada la situación; porque, en realidad, yo soy una persona muy sencilla, una persona muy entregada a mis asuntos, una persona, que no me gusta, incluso, las participaciones en público, etc.; no tanto por timidez, sino porque creo yo, a veces eso, desmesura mucho la imagen del escritor; se le considera, muchas veces, un personaje de espectáculo; en este sentido, a veces me siento inconforme con las obligaciones que, como escritor, he contraído; es decir, a dar una conferencia, un recital, una charla, a opinar sobre tal o cual cosa; es decir, esas cuestiones a mí no me agradan; no porque no me interesen los problemas cotidianos; ejerzo también mi actividad de periodista, donde más directamente puedo estar cumpliendo labor social; en todo caso, creo que se complementan las dos facetas; la personal mía, con la faceta de escritor.  

LYL.- ¿Alguna anécdota de su vida de escritor, que más recuerde?  

ECE.- Sí, la anécdota principal que puedo recordar es, que yo desde muy pequeño escribía; pero, usted sabe, de niño era muy difícil; además, hubiera sido feo, negativo y perjudicial para mí, decir a mis compañeros de clase que, yo escribo; así que, yo escribía en secreto. Recuerdo, claramente, que de muchacho, sexto grado, primer curso, encerrado en mi cuarto y hasta altas horas de la noche, fingía que hacía los deberes para que mis padres no se preocupen y me hablen; me pasaba escribiendo algunas historias que desde pequeño me gustaban; entonces, cuando publiqué mi primer libro de relatos Hoy al General, muchos amigos míos, íntimos incluso, se admiraron: ¡Cómo, que tú eres escritor!, ¡cómo vas a ser escritor!, si te has pasado con nosotros en fiestas y diversiones! Como a mí jamás me gustó, incluso, demostrar el papel de intelectual, desde muchacho, andar con libros bajo el brazo, hablar solo sobre literatura; entonces, mucha gente, incluso de mi familia, un poco les desconcertó, saber que yo escribía secretamente; esa, creo yo, es mi anécdota más importante.  

LYL.- A más de la literatura, ¿qué otro arte cultiva?  

ECE.- A más de la literatura, de muchacho dibujaba bastante bien, pero al final tuve que decidir por el dibujo o la literatura; así que, me decidí por la literatura; porque, creo yo, ser mejor literato que dibujante; tal vez, como dibujante me hubiera quedado en asuntos intrascendentes, hubiera abandonado; en cambio, la literatura me atrajo más.  

LYL.- Eliécer, mi agradecimiento más profundo, por esta oportunidad que me ha dado de dialogar con usted, sobre aspectos tan importantes de su obra literaria y de su vida mismo; su imagen, su forma de ser, ya lo sabía de antemano; precisamente, por eso, con total confianza vine, porque conocía que usted, a más de escritor que ha conquistado todo éxito en el país; y, por qué no decirlo, en América Latina, es ante todo, un hombre sencillo, franco, bueno, que me ha recibido con la gentileza y amabilidad que, le son características.    

Sus palabras finales.  

ECE.- Paisano, agradecerle mucho a usted, por estar realizando una tesis de grado universitario sobre mi obra; eso, no solo demuestra su admiración y afecto hacia una obra literaria, sino también, un orgullo hacia un terruño, hacia lo que nosotros somos.  

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