Que el migrante no nos sea indiferente

Por: Carola Beatriz Henríquez Espinosa
Comunicadora, Chile

Soy migrante, provengo de una familia migrante a causa de motivos que traspasaron la voluntad propia y la elección, a raíz de eso soy chilena y soy ecuatoriana.

Miles de chilenos y chilenas viven alrededor del mundo, muchos como fruto del destierro forzado por la dictadura y los lazos que posteriormente se fueron creando, construyendo un rincón del país en cada lugar donde habitan. Chile también ha recibido durante años a miles de inmigrantes, quienes no siempre han recibido la mejor acogida, con altos y bajos, la migración se fue estableciendo como un fenómeno que causa diversas opiniones y con falta de políticas públicas que, realmente, puedan brindar seguridad y oportunidades.

Iquique, al norte de Chile, fue el escenario de uno de los actos más violentos y condenables ocurrido en los últimos tiempos contra las y los migrantes. La fuerza policial, junto a un grupo de ciudadanos, decidieron desalojar de forma violenta a personas en situación de vulnerabilidad: hombres, mujeres, niños y niñas, adultos mayores, embarazadas y jóvenes que se encontraban asentados en una plaza pública desde hace varios meses en la espera de lograr encontrar la esperanza de una nueva vida.

El accionar xenófobo y racista ha causado gran malestar y vergüenza, no sólo por el violento desalojo, sino por la indignante quema de sus pertenencias, ante la impotencia de quienes pensaron encontrar en tierra chilena otro tipo de recibimiento, pensando que la realidad migratoria que vive toda Latinoamérica debería unirnos y no dividirnos.

La crisis social y humanitaria es una muestra del fracaso de un modelo de desarrollo que ha puesto en último lugar al ser humano, donde las políticas neoliberales que se han impuesto han minado el camino a una vida digna, de respeto e inclusión y ha profundizado la gran desigualdad que durante años ha vivido nuestra región.

Mientras en Chile, y a nivel mundial, eran días para recordar el nacimiento de Víctor Jara y llorar la muerte de Patricio Manns, ambos representantes de la Nueva Canción Chilena y autores de cientos de letras con gran contenido social y de justicia, que se enarbolaron como bandera de la esperanza de los grandes cambios sociales, y que aún hoy son parte de las luchas sociales y de los vientos de cambio. Este accionar de unos pocos y avalado por el Estado ha puesto la mirada en ese otro Chile, en ese rezago de la dictadura que enaltece el nacionalismo como un bien que debe ser cuidado sin importar las consecuencias.

En un Chile donde la esperanza de cambio se ha puesto en manos de la construcción de una Nueva Constitución, es urgente que se terminen estas medidas represivas contra los migrantes, así como nuevas leyes que los mantienen en la vulnerabilidad. Es necesario establecer políticas públicas que busquen soluciones más humanas y justas para toda Latinoamérica.

“Nunca el hombre está vencido
Su derrota es siempre breve
Un estímulo que mueve
La vocación de su guerra
Pues la raza que destierra
Y la raza que recibe
Le dirán al fin que él vive
Dolores de toda tierra”
Patricio Manns

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