Entre xenofobia y aporofobia
Por: David Fernando Rubio Q.
Politólogo, Colombia
Se ve en Chile, Argentina, Ecuador, Perú y la mayoría de los países de la región. La lista es larga en una de las regiones con mayor pobreza del mundo, donde la desigualdad impera en medio de un ambiente extremadamente corrupto y falto de oportunidades. Desde Cabo Froward en Chile hasta la Punta Gallinas en Colombia y de Punta de Seixas en Brasil hasta Punta Pariñas en Perú, el continente suramericano ha sufrido una convulsión social a consecuencia de la violencia y la inseguridad.
El proceso migratorio de conciudadanos venezolanos a lo largo de la región ha sentado las bases de un debate social y económico, donde el más perjudicado es el propio migrante. Aunado a lo anterior, la situación de pandemia y la escasez de vacunas hacen que los nacionales se pregunten con molestia, fastidio e incertidumbre “no me han vacunado a mi ¿Por qué si toca vacunar a los venecos?”. Es pregunta frecuente en diversos círculos sociales plantea una xenofobia exacerbante y una aporofobia sin precedentes, donde se denigra al otro sin tener claridad de sus condiciones y cualidades, dándoles una condición de inferioridad, frente a una condición de superioridad imaginaria y efímera.
En consecuencia, la visión latinoamericana se ha limitado a escasos escenarios académicos y elementos del pasado como las particularidades identificadas por Alexis de Tocqueville o los postulados de Eduardo Galeano, donde la violencia y la humillación por parte de los imperios extractivistas nos podría unir en ese elemento hipotético de la historia común. LA situación de hoy en día no dista de esa violencia y desigualdad enfocada en el extranjero y pobre.

De acuerdo con la visión de Adela Cortina, si el migrante no fuera pobre se le recibiría con los brazos abiertos, es un inversor, es un turista dispuesto a gastar y a conocer culturalmente cualquier país de manera temporal; en contraste, la situación del migrante se enmarca en un continuo proceso de necesidades, donde la necesidad más importante es poder conservar su vida y la de su familia.
Las sociedades se han endurecido ante la violencia y la desigualdad, se podría pensar que este fenómeno solo pasa en determinados momentos, pero los registros de noticias no mienten, en Argentina y Chile están hartos de los colombianos, en Colombia, Ecuador y Perú están aburridos de los venezolanos, en México están fastidiados con los ciudadanos de origen centroamericano y ni que hablar de Estados Unidos o Europa donde los latinos somos menos, el lumpen.
Finalmente, les pregunto ¿es justo que en pleno siglo XXI aún hablemos de ciudadanos de primera y de tercera generación, que se nos borre le memoria cuando hablamos de derechos humanos y equidad?