Tiempos salvajes

Por: Mateo Sebastián Silva Buestán
Estudiante universitario, Cuenca (Ecuador)

Hemos entrado ya en la última cuarta parte del veinte, veinte y uno. Sí, así de rápido ha pasado ese rufián que nunca se detiene: el temido tiempo. Bauman proclamó ideas muy acertadas respecto a la rapidez con la que el Hombre -entiéndase esta palabra en su máxima faceta inclusiva- quiere vivir. Entonces, las horas, los días, las semanas, los meses, los años transcurren, irremediablemente, más de prisa y nosotros con ellos. Así, es oportuno levantar la cabeza, sacudir la modorra para escrutar la tenaz actualidad a fin de sumergirnos en sus nauseabundas fauces con el objetivo de notar lo mucho que apesta.  

Acá, en el país donde los hemisferios se rozan, sus gentes perecen a causa del nuevo éxodo hacia ese conglomerado de Estados que dicen llamarse ¨unidos¨. Esta nueva ola migratoria es una de las múltiples fatales consecuencias que, a mansalva, la resaca de la pandemia junto a la execrable administración gubernamental deja ver. Es en estas últimas semanas que se sienten los estragos de las políticas y leyes dizque humanitarias que se firmaron con tinta roja, a hurtadillas, durante el apogeo de la crisis sanitaria. De tal envergadura es el conflicto que incluso se ha llegado a comparar este movimiento migratorio (2020-2021) con el fenómeno de movilidad humana hacia 1999-2000 ¿Es que acaso siempre somos maltratados y cada veinte años es necesario salir de nuestro territorio?   

De seguro las grandes casas de modas están pensando en sus diseños y estrategias para las estaciones venideras, con certeza será ropa convertible, pues el calentamiento global transforma al calor en frío y viceversa. En el austro ecuatoriano también se tiene una propia usanza, una tendencia viral: diez de cada cinco hogares tienen, por los menos, a un miembro de su familia en camino hacia el ¨dorado¨ norte. Con lo que no se cuenta es con una estrategia que solvente cualquier imprevisto que, es muy probable, suceda. Históricamente las provincias de Azuay y Cañar son las que más se han visto afectadas por las avalanchas migratorias ¡Tremenda ironía! Presenciamos aludes en un país en el que no nieva. Además de las propias muy sabidas repercusiones que genera la migración; en esta ocasión, se le debe sumar el monstruoso indicador de decesos a razón de quienes hallan la muerte en búsqueda de una vida mejor. 

Al igual que hay éxodo, hay diáspora. Son de conocimiento general los sensibles acontecimientos que han derivado en la actual coyuntura que azota a Afganistán ¿Quiénes resultan perjudicados? Sí, los mismos, el pueblo. Haría falta esta y varias columnas más para apenas aproximarnos a entender el origen de las guerras de esa nación y de toda aquella región. Sin embargo, no se pueden dejar de mencionar varios factores que han desatado esta nueva tragedia: el peligro de la religión y su imposición, la guerra fría, intervencionismo estadounidense, intereses políticos, económicos, etcétera. Al estar ese país bajo tutela del grupo radical ¨Emirato Islámico de Afganistán¨, conocido también como ¨Talibán¨, sus habitantes, sin pensarlo dos veces, han huido despavoridamente o, cuando menos, los que alcanzaron a escapar. Es preciso cuestionarse ¿Han servido, siquiera un poco, tantas tropas angloamericanas en esos sitios? ¿Cuál es el apoyo o ayuda internacional que osan dar los de las franjas horizontales y numerosas estrellas? ¿Qué hará ahora la ¨Comunidad¨ Internacional sin la bendición de su amo?

Más de una decena de países de todos los puntos del globo están prestos a recibir ciudadanos afganos en sus territorios, entre estos Ecuador. Otros países, muy generosamente, han aceptado ser únicamente terreno de tránsito y espera, sus administradores son un verdadero ejemplo a seguir -nótese la ironía-. En cuanto al Ecuador, la noticia fue presentada como un acto de extrema bondad y compasión, cuando debería ser una obligación acoger a cualquier ciudadano mundial. Por su parte, la reacción de la sociedad no se hizo esperar, las dañinas redes sociales se embebieron de imágenes y videos que hacían mofa sobre cuál sería el supuesto comportamiento de los afganos en suelo ecuatoriano. Material digital carente de sentido, empatía y otredad. Lastimosamente, parece que a una buena parte de la comunidad le gusta más las simplezas, el humor negro que a un tonto un lápiz. Ante todo, sean, desde ya, bienvenidos; pero, hermano afgano, aquí no hay tocino, mucho menos estacas.

Como se puede apreciar, el fenómeno migratorio no es un caso aislado, sino un mal generalizado. Naciones de todas partes de la Tierra abandonan su lugar de origen por factores más menos similares, pero con el miedo y desesperanza en común. Estos son tiempos salvajes, para completar el título que ilustra estas cavilaciones, se deben citar otros problemas, que igual apremian acciones inmediatas: delincuencia, violencia extrema, corrupción en cada esquina y buró, primeros intentos de privatización a la educación superior, desempleo, hambre, muerte. Aunque la vacunación comunitaria parece mostrar una luz al final del túnel, nos esperan muchísimos carriles subterráneos.

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