Cuba y el autoritarismo imperial de Estados Unidos
Por: Luis Herrera Montero, PhD
Universidad de Cuenca (Ecuador)
El considerar posturas de cuestionamiento respecto del régimen cubano, como herencia del autoritarismo soviético de épocas de la Guerra Fría, no puede llevarnos a descuidar posturas también de crítica respecto de un autoritarismo peor, propiciado por los fascistas cubanos asentados en Miami, que incluso fueron uno de los baluartes de las nefastas políticas de Donald Trump. La principal argumentación que debe tenerse en cuenta, para un ejercicio riguroso de crítica, es la debida contextualización que está detrás de la oposición imperial de Estados Unidos, respecto de cualquier posibilidad de instauración de regímenes socialistas, por equipararlos maquiavélicamente como sinónimos de sociedades fascistas. La verdadera razón no está en las tragedias del terrorismo de Estado impuesto por Stalin, sino en encubrir las desigualdades e injusticias globales que ha liderado Estados Unidos desde la instauración del sistema capitalista, que nada tiene que ver con la defensa de los derechos humanos.
Si recordamos el glorioso 1 de mayo de 1886, que contó con una huelga cercana a los 200 mil trabajadores en la ciudad de Chicago, estaríamos claros de los verdaderos intereses del capital oligopólico. El multitudinario apoyo a la huelga, tuvo como refuerzo la también multitudinaria movilización del 2 de mayo, la que contó con una manifestación de 50 mil personas que fueron reprimidas por la policía. A pesar de la represión, la protesta continuó el 3 de mayo en una concentración que aglutinó 20 mil personas en la plaza Haymarket. Como era de esperarse el acontecimiento, a su vez, tuvo una brutal respuesta policial, a consecuencia de la cual fallecieron 38 personas y 200 fueron heridas. Estas heroicas manifestaciones de lucha son un acto de innegable reivindicación de los derechos de los trabajadores a nivel mundial, miserablemente arremetido por el gobierno de Estados Unidos de aquella época. Este fenómeno jamás ha sucedido en la Cuba castrista, entonces los defensores del capitalismo como régimen democrático y propulsor de los derechos humanos están completamente equivocados. El capitalismo ha sido un régimen autoritario y mucho más cuando los ideales socialistas, anarquistas y comunistas se los ha confundido con la tiranía estalinista.
Solicitar a Cuba que promueva procesos democráticos con exigencias de elecciones libres, sin considerar que el régimen en Estados Unidos no necesariamente faculta triunfar en elecciones a un partido que logre substancialmente más votos a nivel nacional, como sucediera con la victoria de Donal Trump sobre Hilary Clinton: la candidata demócrata obtuvo 2,8 millones de votos por encima del candidato republicano y a pesar de esa significativa diferencia perdió las elecciones. Con base en estos datos, en consecuencia, valdría interrogarse sobre la legitimidad del sistema electoral estadounidense ¿Con qué valor ético Estados Unidos puede cuestionar la presidencia de Miguel Diaz-Canel, como un llamado global a la democracia, por medio de bloqueos y que desmerece cuestionamientos de la comunidad mundial? Cuando hago referencia a la comunidad mundial no estoy asociando a ésta con la ONU, que tiene mucho de mundial y nada de comunidad. El bloqueo tiene mucha oposición planetaria, que la prepotencia y autoritarismo imperial de gobiernos gringos prefiere ignorar por intereses oligopólicos, sin lugar a dudas.
Llama la atención de que sectores de izquierda, cuestionen al gobierno cubano sin matizar el contexto de imposición imperial. Discrepar con la herencia del sovietismo no implica hacer juego, con un cuestionable llamado a los derechos humanos, cuando los intereses del neoliberalismo estadounidense son mucho más autoritarios. Detrás del supuesto modelo de democracia gringa, no está rememorar el primero de mayo, por el contrario, se hace alabanzas indebidas a guerras intervencionistas, que atentan el derecho de las naciones a su autodeterminación. Ser de izquierda no implica quedarse en paradigmas de utopía, sino en saber acoplar dichos paradigmas en procesos de disputa y correlación de fuerzas.
Por lo mencionado, equiparar a Cuba con el régimen uribista en Colombia es un completo despropósito. Los asesinatos a líderes sociales, la represión a manifestaciones, mucho más multitudinarias y sostenidas en el tiempo, y las evidencias de que Uribe ha instituido un narcoestado, no puede llevarnos a confundir las argumentaciones. El socialismo cubano tampoco puede compararse con el autoritarismo intervencionista de Estados. Bajo tales consideraciones, condenar al gobierno de Cuba desde una crítica irresponsable de antidemocracia, resulta un peligroso juego en favor del fascismo cubano asentado en Miami. La lucha política debe implicar rigurosas atenciones respecto del tablero global de fuerzas, pues tan solo con paradigmas de democracia no se hace democracia, por la complejidad de los poderes en intervención.
Con base a lo expuesto y argumentado, prefiero al régimen cubano actual, en comparación con el que intenta el fascismo de Miami, factor que las movilizaciones opositoras en Cuba no tienen claro o se caracterizan por su complicidad. La democratización de Cuba no pasa por terminar, ingenuamente o maquiavélicamente, alineándose con el fascismo. A Fidel Castro no puede equipararse con tendencias de índole fascista, en cambio a los cubanos que vociferan en favor de Trump, si es posible sustentar tal asociación. La defensa sobre los derechos humanos no debe avalar la instauración de un régimen de mayor irrespeto a los derechos humanos. Las condiciones concretas de un supuesto régimen democrático auspiciado por Miami, es un servilismo mucho más criticable que lo que se critica sobre el autoritarismo castrista. Propiciar luchas como pendejos o tontos útiles no es virtud alguna.