Políticas educativas

Por: Iván Petroff (PhD)
Universidad de Cuenca (Ecuador)

Ha ganado el binomio de Lasso y Borrero, identificados en su proyecto político con la libre empresa. Así  las cosas, hay que tener y aplicar nuevas reglas del juego que nos impone  la democracia. En realidad, habrá que ver lo que sucede en los diferentes ámbitos de la Gestión estatal, campo no muy experimentado por los hoy ganadores de la contienda electoral.

Pues, de lo que se trata en esta coyuntura es definir el futuro del País en términos de políticas de gobierno que vayan a solucionar la problemática social en sus distintos ámbitos, y, en lo que nos concierne, la educación en particular, eje fundamental para el desarrollo de una comunidad, superando el concepto de ser el aparato ideológico del estado.

Argentina, y concretamente la reforma de Córdova, constituyó una acción universitaria, fundamental para asumir la problemática de la Academia, sobre todo Latinoamericana que en suma, fue el detonante para que en la mayoría de ámbitos de la educación superior  se planteen verdaderos cambios como la libertad de cátedra, el cogobierno en las decisiones administrativas, la autonomía universitaria, la equidad de género, entre muchas otras conquistas. Sin embargo, los cambios y transformaciones deben ser permanentes para lograr la excelencia académica y, sobre todo, la proyección social de una universidad latinoamericana y ecuatoriana identificada con  la sociedad.

La educación durante la edad media, se concentró en el eje de la teosofía. Todos los padres de la iglesia Patrística estuvieron totalmente ocupados en integrar la ciencia y la fe, y dando claves para encontrar los caminos para llegar a Dios, trabajo bastante arduo donde han pasado algunos autores como Santo Tomás o el mismo Teilhard de Chardin y sus seguidores, tratando de fusionar el mito con la ciencia en torno a la evolución de las especies, en medio de   dogmas y doctrinas. Sin embargo, esta época supuestamente  oscurantista, fue el sustento del pensamiento moderno – quien lo creyera, dirían algunos-.  En este punto, debo indicar que surge la nueva academia con conceptos y paradigmas que se reafirman  a partir de la revolución francesa y el movimiento de la ilustración. Así, pasamos a entender la Educación como formación y no solo como instrucción o preparación de gente para ser simples piezas del sistema.

Solo hay que recoger las experiencias y presencias del mundo para saber y entender lo que es un maestro. Jesús de Nazaret, fue uno de ellos o Mahoma, para entender que cada quien responde a culturas diferentes, pero con el mismo objetivo. El Dalai Lama y Krishna son nombres, sin tener que especificar si son los titulares o los enviados, que creen en un proyecto que se fundamenta en el amor y la confraternidad universales.

Se trata ahora de la Universidad que en este contexto  tiene que activar sus planes y proyectos para consolidar su función. La autonomía es una estrategia muy importante, pero ésta debe entenderse como el ambiente más idóneo para el trabajo creativo, subrayando el hecho investigativo; sin esto último, seguiremos rumiando saberes y girando en torno al pensamiento convergente. Es urgente un trabajo de reflexión y análisis sobre el modelo educativo que persuada y motive, que avance y se niegue a sí mismo como nos obliga el principio de la ciencia desde el sustento epistemológico que nos permite el constante cambio.

Es verdad que requerimos  de nuevas políticas educativas y culturales que aprovechen el potencial de los jóvenes de nuestro País. La formación de hoy tiene que ir por los aprenderes, asumir  las destrezas para aprender a aprender,  un asunto que se han planteado los mismos estudiantes. Basta de ejercer el conocimiento desde una acción vertical. Nada de actitudes verticales. Hay que propender hacia  un modelo que se llame Pedagogía de la Creatividad que integre todos los temas de la educación, pero con un eje sistémico e integrador que trascienda el conocimiento en función de su aplicación práctica y de servicio comunitario. Descartar para siempre el modelo conductista que desgraciadamente continúa vigente  y ascender a una educación liberadora que aporte no solo al progreso de la sociedad sino que contribuya a la formación de seres humanos críticos y con nuevos valores, en los que se destaquen la solidaridad, la equidad, la inclusión, la ética sin reglas, para lograr una convivencia auténtica.

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