Nos quedó grande Colombia

Por: David Fernando Rubio Quintero (Mgs.)
Colombia

Este problema no es de hoy, es desde las gestas de Bolívar, Santander, Rondón y Girardot, entre otros libertadores; el territorio colombiano ha sido un baluarte difícil de conquistar y controlar (Bushnell, 2007) por cualquier bando, partido político, régimen o figura política; y al igual que varios de sus hermanos latinoamericanos, la cordillera se ha bañado de sangre por periodos de guerras y por fronteras débiles, frágiles y desechables (Pardo, 2015), casos como el de Chile, Perú y Bolivia en la Guerra del Pacífico o el caso de la Guerra de la Triple Alianza entre Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, en ambos casos se perdieron territorios valiosos para los países perdedores de la guerras[1].

Es triste evidenciar que en pleno siglo XXI, el territorio colombiano es ingobernable por parte de un Estado centralizado en Bogotá, ubicado en un altiplano lejano de todas las fronteras y que en muchos escenarios no conoce la realidad que se vive en el límite terrestre con Ecuador, Perú, Brasil, Venezuela y Panamá; esta situación también se replica en el caso de las salidas marítimas hacia el Mar Caribe y el Océano Pacífico, con relación a Nicaragua, Costa Rica, Haití, Honduras, Jamaica, Panamá y República Dominicana.

Pero ¿qué es lo que ocurre? ¿por qué el Estado colombiano no hace nada por controlar su frontera?, si bien estas preguntas no tienen una respuesta sólida y única, se puede atribuir parcialmente a la gran zona selvática del Amazonas que se comparte con Venezuela, Brasil y Perú; al desconocimiento del territorio y la gran envergadura que se tiene que comprender, argumentos y razones son muchos. Lo que no se han puesto a recapacitar es que estos vacíos son llenados por grupos ilegales, el narcotráfico y las bandas criminales internacionales.

Ahora bien, En las recientes alocuciones de Nicolás Maduro, manifiesta “el abandono” (El País América, 2021) del gobierno de Iván Duque en la zona de frontera, que está plagada de trochas[2], con presencia de las disidencias de las FARC-EP y del Ejercito de Liberación Nacional (ELN), que desde hace décadas tienen presencia tanto en Ecuador como en Venezuela; difiero en la visión de “la autorización para la vida criminal” y me enfoco en la más sencilla inoperancia estatal, una inoperancia enquistada en las entidades y organismos públicos, que permiten la violación sistemática de los derechos humanos, el olvido y el desamparo de paraestados, que cobran impuestos, brindan seguridad y planean sus zonas de acción, simulando soberanía territorial.


Notas
[1] Paraguay quedó convertido en una fracción territorial de lo que era originalmente una vez terminada la Guerra de la Triple Alianza; en la Guerra del Pacífico, Bolivia perdió la valiosa salida al Océano Pacífico y una de las regiones más ricas en cobre del mundo, regiones que aún hoy están disputa internacional ante la Corte Internacional de la Haya.
[2] Pasos ilegales de frontera, diseñados para el trafico de bienes y servicios, lejos de las zonas autorizadas de tránsito.


Referencias
Bushnell, D. (2007). Colombia: Una nación a pesar de sí misma: nuestra historia desde los tiempos precolombinos hasta hoy. Bogotá: Editorial Planeta Colombiana SA Edición, 15.
El País América. (2021, marzo 29). El conflicto entre el Ejército venezolano y grupos armados se recrudece en la frontera con Colombia. https://elpais.com/america/colombia/2021-03-29/el-conflicto-entre-el-ejercito-venezolano-y-grupos-armados-se-recrudece-en-la-frontera-con-colombia.html
Pardo, R. (2015). La historia de las guerras. Debate.

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