La libertad de investigación

Por: Enrique Pozo Cabrera
Rector Universidad Católica de Cuenca

Sostengo que, “sin libertad de investigación, no hay nuevo conocimiento”. Tesis que de alguna manera ya en el siglo XVI la sostenía GIORDANO BRUNO cuando señalaba que, “no puede lograrse un conocimiento genuino de la naturaleza de una conquista de la verdad si no hay libertad para todos en el ejercicio y la manifestación del pensamiento”. Idéntica libertad reivindicó GALILEO GALILEI cuando con firmeza señalaba “no se debe obstruir el camino a la libertad de filosofar sobre las cosas del mundo y de la naturaleza, casi como si ellas hubiesen ya sido todas con seguridad comprendidas”, nos alertaba sobre los dogmas y nos animaba a luchar contra ellos.

Cuando se alienta a seguir una “verdad”, debemos entender que se nos está inculcando un dogma, están obstaculizando el camino al saber.

A partir del siglo XVII, el racionalismo y el empirismo experimentaron un leve ascenso; la ciencia se encontraba atada al poder eclesiástico que no sólo se encontraba institucionalizado en la Iglesia, estaba controlando el poder estatal. En consecuencia, la ciencia libre se construyó en oposición a los dogmas establecidos, que ataban y limitaban el pensamiento y aún más coartaban su comunicación, la investigación, la enseñanza. Así, nace una demanda de libertad de investigación, indiscutiblemente unida a una demanda de libertad de pensamiento, expresión, conciencia, ideología y religión desde sus inicios formaría parte muy descollante de lo que se dio en llamar el proceso de secularización, o lo que es lo mismo, es el punto de partida del proceso de ruptura del poder político con el poder religioso. La consecuencia para el Estado es el nacimiento de la aconfesionalidad y el laicismo, asociados ellos con el pluralismo político y, más, un orden liberal que por su propia naturaleza es antidogmático.

Alemania de la mano de la Constitución de Frankfurt de 1849, cuyo art. VI dice que “la ciencia y su enseñanza son libres”. Esta protección se refiere a la ciencia desarrollada por las universidades alemanas y emerge de la concepción idealista imperante. Para el idealismo alemán decimonónico, la libertad de investigación es considerada como una garantía de la formación plena de todo ser humano, y la búsqueda del conocimiento está completamente vinculada a la pasión por la verdad. Decía GOETHE en aquella época que “no se conoce sino lo que se ama, cuanto más profundo y cabal quiera ser el conocimiento, más fuerte, vigoroso y vivo debe ser el amor, incluso la pasión”. Si la fuerza con la que se ama lo que se conoce, el lazo de unión sentimental es aún más potente con aquello se hace, que se construye.

Es mejor docente el que más investiga; así, se crea un binomio enseñanza-investigación que se han de ir construyendo tomando las fuentes de la libertad de conciencia y pensamiento que con expresiones que son utilizadas con sabiduría por STUART MILL. Estamos conscientes que tendría poco sentido defender la libertad de investigación si los resultados de ésta no pueden comunicarse también de manera libre; estaríamos rompiendo el nexo entre libertad de pensamiento y la libertad de expresión.

Por último, tomaremos de FRANCIS BACON, al que se le ha denominado “padre de la tecnociencia” que afirma en su libro “La Nueva Atlántida” que “la ciencia puede y debe ser organizada y aplicada a la industria para mejorar y transformar las condiciones de vida”.

La Universidad está llamada, obligada a investigar, a generar nuevo conocimiento, a difundir lo investigado para que sea libremente utilizado por la sociedad para su beneficio.

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