La gestión cultural en el nuevo contexto social ecuatoriano

Por: Iván Petroff ROJAS, Universidad de Cuenca

Es indispensable que tratemos el tema de la cultura desde nuevas miradas que posibiliten una perspectiva múltiple para el análisis crítico de la situación en la que se hallan los procesos culturales en nuestro país en el contexto de América Latina. Una oportunidad para consolidar el buen vivir desde los apetitos del espíritu y no solo del consumismo. Aprender con la comunidad en las prácticas culturales auténticas y que recojan la memoria colectiva de muchos años. Hay secretos que desentrañar para volver a vivir con dignidad, con gusto y apego por los saberes y  conocimientos desde la herencia fundamental que nos dejaron nuestros ancestros y las características que se configuraron en el sincretismo ocurrido a propósito de  la conquista y colonización europeas, signado por una elaboración barroca de complejos resultados y posibilidades.

En el análisis debemos abordar el tema desde la diversidad cultural que debe consolidar lo incluyente en todos los espacios y procesos culturales como una política comunitaria institucional que nos permita ser más solidarios, más creativos para que resolvamos los problemas de la existencia por otras vías interesantes y a veces insustituibles como el amor, el humor, alimentados por la llama de la poesía, la representación y el drama, el cine y otros lenguajes estéticos desde la electrónica y la cibernética como las mejores posibilidades para la reflexión social en la propuesta que viene desde Brecht y a lo mejor de otras poéticas que ya pensaron en la objetividad y el distanciamiento.

Nosotros hemos transitado con los profesores y estudiantes en la Universidad un proceso que cada vez se fortalece y consolida y que resulta una buena oportunidad para investigar sobre los distintos fenómenos de la cultura y sus aportes. En este sentido vale la pena traer a primer plano la investigación como una de las formas de conocer, reconocer y reinventar las prácticas culturales de pueblos nacionalidades y colectivos urbanos.

Así tenemos que analizar y estudiar desde las políticas culturales la cultura artística, la semiótica y la comunicación, los movimientos de actores culturales nóveles, la cultura del ocio y el tiempo libre, las expresiones estéticas de la fiesta popular, la literatura oral, fantasía, mito e historia, las tareas de una adecuada y oportuna planificación cultural, la calidad del trabajo y la gestión cultural.

La calidad del trabajo cultural ha de verse reflejada en su misma concepción, misión y visión. No se trata sólo de recursos técnicos y materiales, se trata sobre todo de una posición ideológica acorde con la construcción de un nuevo humanismo que descarte para siempre las aberraciones heredadas en el ejercicio del poder, distorsiones y peligros que se fomentan al momento de pensar en lo cultural como propaganda o publicidad. No como lenguaje y pensamiento que nos permite la comunión de ideas y el ejercicio de nuevas verosimilitudes que  ayudan a plantearnos otras alternativas de convivencia con uno mismo y con los demás.

La calidad, como resultado del estudio, la reflexión y la práctica constante de la investigación, es precisamente la presa codiciada en la formación de los gestores y mediadores de cultura desde la academia, tanto en el ámbito de las facultades de arte como en el de las humanísticas. Reflexión y preparación de profesionales que, como en el caso de los gestores culturales, se capacitan para brindar alternativas propositivas en los servicios y en los proyectos.

Ahora mismo tenemos que enfrentar un reto primordial y que se resume,  con toda la dedicación posible, en los públicos infantiles. Ahí está una de las tareas fundamentales de las instituciones y de los gestores culturales que trabajan también en los nuevos espacios de las industrias culturales públicas y privadas, como parte de los lineamientos de una auténtica revolución cultural.

En este punto vale traer acá esta cita de Hernando Rojas que en su ensayo Pura Vida –propuesta revolución cultural pacífica dice: “La educación académica –básica, media y superior- cumplirá un papel fundamental en la puesta en práctica de la Revolución Cultural, entre otras razones, porque: los destinatarios principales de esta propuesta son los niños/as y jóvenes que por estar en la edad ideal del aprendizaje, desarrollan hábitos positivos más fácilmente que el adulto ya deformado. Estaremos dando así la sustentabilidad necesaria al proceso de cambio, que no ocurre cuando son solo los adultos los que se comprometen. En este punto habrá que trabajar así mismo con los maestros para que sean verdaderos gestores y promotores del cambio. Cuánto trabajo y acciones se podrían emprender con proyectos como los manifestados y citados con una acertada política cultural desde lo público que involucre de manera directa a la Casa de la Cultura Ecuatoriana, a las Universidades y a los centros culturales independientes, redes, asociaciones, comunidades, así como a los municipios, juntas parroquiales y demás organizaciones sociales-.

Hay que reflexionar sobre la cultura y sus posibilidades de sustentación del buen vivir a través del arte, la tecnología y el conocimiento. Debemos propender a que todos los actores culturales estemos preparados y actualizados para ese salto cualitativo que a lo mejor ya hemos dado, pero que hay que bien orientarlo hacia las mejores utopías del ser humano.

El tercer milenio está signado por la cibernética, los avances de la electrónica y la neurociencia, una nueva revolución, después del ejercicio de la prensa y el linotipo y la democratización de los secretos del mundo y del conocimiento

En tanto que hablamos de políticas culturales, la situación pasa por lo ideológico que debe ser analizado en términos que el teórico búlgaro Todor Pavlov ya lo definió al respecto del tema sobre el arte y la ideología cuando dice: “Cada vez resulta más evidente de que no basta la tesis general de que el arte es ideología pues la tarea de la estética no puede ser y no es revelarnos sólo el hecho del papel ideológico-social del arte, sino también como precisamente y por qué precisamente así y no de otra manera, cumple él ese su papel ideológico social”.

Raúl Pérez decía en el discurso a propósito de su convocatoria para la construcción de un nuevo diseño del deber ser de la Cultura en el País: Rescatar nuestra cultura, ecuatorianizarla, como alguna vez dijo Hernán Malo en relación a la universidad ecuatoriana, es decir, ir a sus fuentes primigenias, articularla al pensamiento moderno, donde se escuchan ya esas voces, antes inaudibles, esas presencias antes invisibles, de la mujer, de los indígenas, del entorno natural, enriquecer nuestra sabiduría y nuestra dignidad intelectual con el estudio de las ciencias humanas, la antropología, la etnología, la historia, la ecología, la magia de las fuentes manuales, y todas aquellas formas de conocimiento que preserven nuestras entidades regionales y nacionales, y que nos den luces para respetar esa diversidad que finalmente será nuestra identidad más precisa y unificadora. “No una abstracta identidad de pueblos, sino una concreta y dialéctica unidad de diversidades, del mismo modo que una orquesta no se crea con idénticos instrumentos sino con instrumentos de timbre diferente, para tocar así una hermosa partitura”.

Mientras que Hugo Renato Palacios en su discurso crítico indica: “Si el gobierno actual está realmente interesado en una revolución cultural debería plantearse seriamente los postulados generados en Montecristi. Diversos actores sociales y culturales generaron propuestas surgidas desde las realidades históricas de distintos pueblos, desde las vivencias, la lucha y la acumulación histórica que hoy los visibiliza como sujetos de derechos con sus propias reivindicaciones. Es decir, con una visión dialéctica en donde los temas de apropiación y resignificación cultural los vayan construyendo desde su lugar de enunciación. Por ello es imprescindible comprender que la cultura no se reduce a una cuestión de derechos ni de promoción y apoyo de eventos, sino que la misma debe ser en un puntal estratégico del Estado para lograr el tan anhelado sumak kawsay, en donde se inscriba una revolución cultural profunda y con verdadera participación ciudadana”. Palacios, Hugo Renato. La línea de fuego, Gestor Cultural.

En este escenario se torna imprescindible hablar sobre una de las instituciones que en determinadas épocas cumplió una muy importante labor como motivadora y generadora de procesos culturales y artísticos que marcaron la vida no solo cultural sino hasta política del país. Sin embargo la Institución ha pasado en su viaje por espesos nubarrones de clientelismo, elitismo o de estados de hibernación que no han permitido el fortalecimiento de la acción y gestión del sector cultural. Las próximas elecciones en la CCE y en nuestro caso concreto del Azuay, que en estos 4 años de labor no ha respondido con hechos concretos a las necesidades de la provincia, que ahora sobre todo con el tema de la pandemia se ha sumido en una crisis muy preocupante. Los proyectos que se han emprendido son casi los mismos que ya en la administración anterior se empezaron a trabajar. Es penoso ver que en general las instituciones culturales tienen graves problemas de liderazgo y por ende de financiamiento y adecuada administración. Es en este escenario que hay que advertir a los votantes – miembros de la Casa como los del RUAC que deben alejarse de la persuasión populista electorera y deben asumir un compromiso para que no sigamos soportando administraciones que poco o nada ha hecho de significativo en el ámbito que nos ocupa.

La cultura, debe hoy ser analizada como ese rubro dentro del plan de desarrollo nacional de ciertos países que ha adquirido una dimensión económica y que ha generado empleo, ha aportado plusvalías a otras actividades (turismo, ocio, etc.) y crece la percepción de su importancia como de la necesidad de no abandonarla a una actividad marginal u ornamental. Estas tendencias, desgraciadamente poco asumidas por los poderes públicos, presentan una nueva visión de la gestión cultural evidenciando la importancia de una capacitación de acuerdo con estos nuevos escenarios. Algunas investigaciones, estadísticas y datos permiten evidenciar que nos encontramos ante un sector de difícil delimitación, con grandes interacciones con otras actividades y con un potencial social considerable. El cual adquiere más significado en los procesos de globalización y ante los cambios de la sociedad de la información.

Finalmente, las políticas culturales del nuevo gobierno deben ser diseñadas, tomando en cuenta la nueva realidad que nos toca vivir en épocas de pandemia y pospandemia, para que el sector cultural finalmente salga fortalecido de esta crisis mundial. No debemos olvidar que el arte sobre todo desde ciertas miradas y posibilidades es una manifestación cultural y estética que redime la condición humana desde los conceptos de una adecuada formación y acción desde la espiritualidad y los valores intrínsecos de conciencia de una sociedad.

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