Copia, coima y otras corruptelillas académicas

Libre son quienes crean, no quienes copian, y libre son quienes piensan, no quienes obedecen. Enseñar es enseñar a dudar”. Eduardo Galeano

Por: José Manuel Castellano

Evidentemente un país que mire al futuro desde un prisma de desarrollo social no puede construirse a través del engaño, la trampa y la estafa. Es muy frecuente, excesivamente común, las quejas airadas de la ciudadanía contra los actos corruptos de los representantes públicos. Sin embargo, la pervivencia de corruptelas en el ámbito social es un comportamiento cotidiano, muy habitual, y que decir del mundo educativo, donde las malas artes se inculcan a los jóvenes estudiantes desde muy temprana edad, por medio de la adquisición de hábitos irregulares que son reflejos de una situación social compleja y profunda.

La copia y la coima eran dos prácticas muy presentes en la sociedad educativa ecuatoriana, al menos, en las últimas décadas del siglo XX y primeras del siglo XXI. El Centro de Estudios Ecomundo de Guayaquil consiente de esa realidad promovía en 2002 un concurso denominado “Copia y Coima”, dirigido a los estudiantes de las distintas unidades educativas, con la finalidad de desterrar esos actos ilícitos y sensibilizar en principios y valores a la juventud. En ese sentido no podemos dejar de referenciar las contundentes sentencias de algunos de los estudiantes participantes en esa actividad, como fue el caso de Angélica Calderón Cedeño, quien señalaba que “La copia y la coima son parte de la corrupción y se deben terminar porque destruyen a la sociedad”; o como muy bien resaltaba Liliana Andrade Ochoa sobre “las ventajas que obtendría Ecuador si no se cometieran actos de corrupción en los distintos niveles”; o como acertadamente apuntaba Karina Bustamante al decir que “la copia en los colegios y universidades da como resultado, profesionales mediocres que ponen en riesgo el futuro del país”.

Una realidad que tenía su origen, entre otras causas, en la configuración de los distintos aspectos socioeconómicos, como el deteriorado prestigio social del docente, reflejado en su precariedad laboral y en una modalidad de contratación a través de factura, con una retribución indigna, además, de percibir su salario con varios meses de retraso, que obligaba, en muchas ocasiones en el caso de los docentes universitarios, a ejercer un forzoso pluriempleo, mediante la creación de pequeños negocios (cafeterías, bares, tiendas…), que garantizara el sustento de su familia, junto a otros ingresos extras obtenidos por la transacción de aprobar a sus estudiantes o bien por la venta comercial de las tesis de licenciatura. Un negocio altamente lucrativo.

Esa actividad también tenía su réplica en las etapas preuniversitaria, bajo la mano, entre otros socios, de los recién nacidos, en aquellos momentos, los “cyber”, que proporcionaban a los estudiantes las tareas encargadas por sus maestros. Todo un ritual iniciático de normalización, que venía a justificar, aceptar y consolidar socialmente esas y otras irregularidades.

Durante una estancia en una universidad, cuyo nombre no quiero acordarme, tuve la oportunidad de detectar cuatro opciones mercantilistas fraudulentas, con respecto a la venta de los trabajos de licenciatura: a) una tesis por el precio de 900 dólares; b) una tesis acompañada del texto de defensa por una cantidad de 1.500$; c) la tesis, el texto de presentación más las preguntas del Tribunal por unos 2.000$; y d) un producto exclusivo destinado a los grupos con mayor poder adquisitivo, que no requerían de presentación de tesis alguna sino depositar simplemente en el departamento correspondiente una cantidad de 3.000$ y quedaba registrada su titulación de forma inmediata. Otro aspecto, extremadamente curioso y altamente llamativo, resultó el descubrir cómo una misma tesis fue defendida 18 veces en distintos periodos académicos por diferentes candidatos, aunque lo más frecuente era modificar el título original por otro muy similar, conservando la integridad del texto primario.

Los tiempos cambian, no para seguir igual sino a peor, ya que el nuevo contexto emprendedor hacía surgir en todo el país, desde Quito a Cuenca pasando por La Costa, una multitud de consultorías que ofrecían y ofrecen sus servicios de asesoría académica, tesis de licenciatura, de maestría, además, de monografías, proyectos y tareas… con total garantía, como reza el siguiente anuncio: “Hacemos Tesis en todas las áreas, más de 17 años de experiencia respaldan todos nuestros proyectos”. Prueba evidente de lo expuesto, se puede constatar directamente en esa campaña publicitaria, a la luz del día, con una prolífera cartelería, pegada a los postes eléctricos cercanos a los centros universitarios de todo el país, junto a una intensa promoción a través de las redes sociales.

Desde luego una práctica muy activa, lucrativa y en fase expansiva en los momentos actuales, donde esas “agencias” requieren de personal para la elaboración de los nuevos encargos porque no dan abasto, al tiempo, que ese incremento en la demanda ha dado lugar a la iniciativa de los más avezados y recién graduados, que se han establecido por cuenta propia, al ver en esa actividad un medio para sobrevivir de forma holgada ante tanta adversidad profesional y que pone en tela de juicio a muchos académicos.

A este rápido bosquejo se debe incorporar otras sustanciales e increíbles argucias, como la venta de preguntas de los exámenes de acceso a la Educación Superior o de las pruebas de admisión en los propios centros universitarios, por no entrar en otros temas peliagudos propios de escalafones superiores: el plagio, las autorías postizas, los circuitos transnacionales y mapeos de centros universitarios en la Región, donde se puede obtener, con grandes facilidades y comodidades, “cartones” de PhD a través del vulgar mercadeo…

En definitiva, vivimos en un ambiente contaminado por una corrupción normalizada, que conforma una sociedad donde el esfuerzo, el trabajo y el sacrificio son valores que no forman parte del pensar y del actuar del ciudadano y donde la trampa y el engaño son los atajos para alcanzar los fines, sea como sea, cueste lo que cueste y donde todo vale. Matrix se queda corto ante este cuadro hiperrealista, tan visible y tan tangible. Y mientras tanto, no cesan esas elocuentes declaraciones institucionales en las que se resaltan la excelencia, la calidad, la innovación y que colateralmente contribuye a invisibilizar esas conductas corruptas por su impasible inacción. Pues, no hacer, es dejar hacer.

2 comentarios en «Copia, coima y otras corruptelillas académicas»

  1. La propuesta de una ética académica, pero una práctica ética en todos los campos, la docencia, la investigación, la gestión en las instituciones de educación, y la práctica de la transparencia en el quehacer diario de la educación, básica, media y superior. Es hora de hacer un pacto ético como actitud, aptitud y compromiso de la Academia, con miras transformar la cálidad de la educacion en el Ecuador.

  2. Vivimos en un país en el cual el copia y pega se ve en todo lado e incluso existen docentes que lo hacen y no llegan a dar el ejemplo apropiado desde pequeños lo necesitado

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