Pobre de ti, rico Ecuador
Por: Mateo Silva Buestán
Latinoamérica es ¨ingobernable¨
El Ecuador, país megadiverso, rico en recursos naturales, reconocido como uno de los mejores destinos turísticos; dentro de poco vivirá su proceso político más importante, así es, las Elecciones Generales 2021. ¨Fiesta democrática¨ a la que cada cuatro años asistimos, obligados, a las urnas para elegir a quien tome las riendas de toda la Nación y nos represente nacional e internacionalmente. Este proceso electoral, más que los precedentes, resulta peculiar para la historia política del Ecuador, ya que nunca antes se había visto tal cantidad de presidenciables, diez y seis, para ser exactos. Se podría decir que existe, casi, un candidato por cada millón de habitantes. Realmente algo impactante e increíble, pero, sobre todo, insidioso y ponzoñoso para la ciudadanía. A todas luces, los candidatos no representan los intereses del pueblo, ni su diversidad; así que resulta ridículo que existan tantos aspirantes al ansiado Palacio de Carondelet.
Al parecer, el Ecuador se encuentra en una encrucijada. Vivimos inmersos en una espesa nube de tensión, incertidumbre y desconfianza. Este País se ha convertido en tierra de nadie, en la que solamente hay espacio para la injusticia, el encono, el resentimiento social y vetustas redes de corrupción que nos han mal acompañado a lo largo de la Historia. Las alarmas ya se han encendido ¿Acaso nos espera el mismo destino que al país vecino del Norte? O ¿Qué posibilidad hay que se repita la triste historia del feriado bancario de fines del siglo anterior? Ciertamente, no es posible vaticinar el futuro, hoy más que nunca, es algo impensable. No hay certezas, no existen pronósticos confiables, cada ¨líder político¨ nos promete un mundo maravilloso en caso de resultar electo. Todo movimiento político plantea sus argumentos como verdades absolutas, creen tener un as bajo la manga y tratan de seducir al ciudadano a fin de comprar su voto.
En tanto a los candidatos, tuvieron varias oportunidades para presentarse frente a la Nación y mostrar sus planes de Gobierno. Tuvieron la oportunidad de limar asperezas con el pueblo, de exponer sus ideales, de tratar de justificar y demostrar que su candidatura no es en vana. Lamentablemente, los múltiples debates dejaron mucho que desear. El repertorio de propuestas resultó poco profundo y sinuoso ¿En verdad esa gente puede tener cabida en la política de un país? Si algo se aprendió de esos ¨debates¨, es que ningún aspirante a la presidencia conoce el método exacto para expresarse, ni están preparados para dirigir un país. Confesémoslo, los ¨debates¨ parecían extractos de una vulgar película de comedia. Simplonada tras simplonada. Los candidatos ni si quiera respondían a las preguntas planteadas, simplemente las evadían de una manera torpe y nada profesional. Prefirieron acusarse unos contra otros, todos contra uno, uno contra todos; un digno espectáculo de circo. Sin embargo, nunca faltan los acérrimos adeptos que defienden a capa y espada cada palabra de un politiquero.
Hoy por hoy, nos pretenden gobernar dinosaurios políticos, exmilitares que viven en el pasado, delfines de exmandatarios, banqueros de comprometida reputación, activistas de floja administración, religiosos que pretenden salvarnos, artistas ilusos, y un conglomerado de empresarios que ondean sus millones en la cara del pueblo. Por un lado, se presenta descaradamente la Derecha; y por otro, la pseuda Izquierda. Señores, su extravagante populismo y sus osadas artimañas ya, casi nadie, les cree. Acudiremos a las urnas, reitero, obligados, a votar por el menos peor. Tristemente, los candidatos son el reflejo de nuestra sociedad, una sociedad que se rige por su máxima, la afamada ¨Viveza criolla¨. Poseemos una muy limitada cultura política. El cambio, se supone, empieza por nosotros mismo ¿Hasta cuándo permitiremos que este rico País sea gobernado por rufianes?